México D.F. Viernes 4 de junio de 2004
Testimonio de Patrick Leet: "šSi te mueves, te mato!"
En pleno centro de Guadalajara, a la vista de todos, "menos de las cámaras de televisión", esto le ocurrió al estadunidense Patrick Leet el pasado viernes 28, durante la cumbre de América Latina, el Caribe y la Unión Europea: ni un minuto había pasado cuando salió del Hotel Hamilton para comprar algo de comer y ya tenía encima a un policía que le apuntaba a la cabeza con su revólver y al mismo lo amenazaba: "šsi te mueves, te mato!"
Todavía hoy -dice desde su casa en el estado de Oregon, a la que llegó el pasado miércoles, después de ser expulsado del país- "no sé de qué se me acusa. Las autoridades de migración nunca me respondieron".
En una entrevista vía telefónica, Patrick, de 27 años, advierte que muchos de los detenidos que se conocieron en las instalaciones de la Procuraduría General de Justicia del estado de Jalisco (PGJEJ) "ni siquiera sabían qué es una manifestación".
A los ocho extranjeros "ya nos corrieron, pero los que más me preocupan son los mexicanos que se quedaron en la cárcel". Aunque él sabe que no era necesario estar en prisión para ser objeto de las vejaciones cometidas por los policías en contra de todo aquel que oliera, pareciera o fuera joven. Ese viernes no sólo las avenidas, sino hasta los centros hospitalarios de Guadalajara se convirtieron en un territorio de caza.
Así lo confirma la historia de Patrick. Desde que vio que unos provocadores comenzaron a cumplir con su tarea en la manifestación de los altermundistas, decidió regresar a su hotel, en la calle de Madero. Ahí aguardó unas dos horas. Casi a las nueve de la noche salió del albergue para comer.
Cuando menos lo esperaba, traía detrás un grupo de policías, quienes lo lanzaron al suelo, le dieron "patadas en la cabeza" y en todo el cuerpo. Asustado, "intenté escapar, pero uno de ellos me puso una pistola en la cabeza. Mirándome a los ojos dijo: 'šsi te mueves, te mato!'"
Sin pensarlo, desafió la amenaza y corrió hacia el hotel. A unos pasos de la entrada de vidrio lo tomaron de la playera con tal fuerza que unos jirones de la misma quedaron en manos de los policías. Como si fuera un bulto lo lanzaron contra el cristal de la puerta, el cual se rompió en pedazos que se le clavaron en la espalda.
Para entonces los empleados del hotel gritaban: "šes huésped, es huéspedš" Satisfechos, los policías lo dejaron herido "con sangre por todas partes" y se fueron. Patrick pensó que ahí había acabado todo. El dueño del hotel, al ver a su cliente en malas condiciones, sugirió llamar a una ambulancia. Una hora más tarde el joven estaba en la Cruz Roja. Esa fue su desgracia.
En una sala común, adonde "casualmente" llegaban más y más jóvenes golpeados, había decenas de hombres vestidos de civil que merodeaban alrededor de las camas; todos se distinguían por traer un botón rojo prendido de la camisa.
Uno de ellos se acercó a Patrick: "Me puso unas esposas en un solo brazo y luego las sujetó a la cama. Me dijo: 'si te portas bien no tenemos que hacer esto'. Pasé un rato con las esposas y después me las quitó, pero siempre hubo un hombre ahí, al lado, vigilándome todo el tiempo.
"Les pregunté quiénes eran, pero no respondían. Se quedaron callados hasta que uno dijo: 'šcállate, cabrón, o no sabes lo que te va a pasar!". Sin importar que los médicos recomendaron que el joven debía permanecer en el hospital, los policías lo sacaron y lo entregaron a una agencia del Ministerio Público cercana a la clínica.
Ya en la madrugada Patrick fue conducido a bordo de una camioneta hacia las instalaciones de la PGJEJ, lugar donde, junto con otros manifestantes, fueron golpeados, humillados, cubiertos del rostro con bolsas negras; las mujeres eran obligadas a hacer sentadillas, desnudas, como lo confirman los testimonios de los muchachos que estuvieron en aquel lugar.
En las primeras horas del domingo Patrick y otros siete jóvenes extranjeros llegaron a la Estación Migratoria de Iztapalapa. El martes por la noche fueron expulsados del país. KARINA AVILES
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