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México D.F. Viernes 4 de junio de 2004

"Putas magdalenas lloronas", injuriaban policías a las detenidas

"Todos teníamos miedo", recuerdan manifestantes vejados en Guadalajara

FABIOLA MARTINEZ

"Todos teníamos miedo... Nunca firmé nada, nadie me dijo por qué había sido detenido y mucho menos me dieron alguna razón de por qué me golpearon seis granaderos hasta abrirme la cabeza", relata Dante Costa, fotógrafo independiente, quien por razones profesionales estaba en la primera fila, frente a la valla policiaca, el pasado viernes en Guadalajara, Jalisco.

Aun con las secuelas de la golpiza, moretones, raspones y cuatro suturas en la cabeza de más de ocho centímetros, este joven de 20 años puede ahora contar lo que vivió a partir de las ocho de la noche del 28 de mayo en la capital jalisciense. Apenas puede moverse; la agresión de seis uniformados quedó plasmada en la imagen de primera plana de este diario el sábado 29 de mayo.

A continuación, su testimonio:"Me golpearon entre cinco y siete policías (en realidad fueron seis, constató el fotógrafo de La Jornada Carlos Ramos Mamahua). Me levantaron del suelo y me llevaron hacia atrás del Sanborns, luego me aventaron hacia la cortina de un comercio. Ahí me atendió un paramédico; me trasladaron al hospital de la Cruz Roja, donde vi a tres sujetos vestidos de civil con un botón rojo en el cuello. Cuando suturaron las heridas de mi cabeza me querían sacar de ahí inmediatamente, pero yo me sentía muy mal. Una doctora impidió que lo hicieran. Entonces los 'policías' me esposaron a la camilla.

"Después estas personas, militares o no sé qué, me metieron a unos separos. Luego, en una camioneta de la policía estatal, con las manos en la nuca y boca abajo, me llevaron al sótano del edificio de la Secretaría de Seguridad Pública, donde había varias personas golpeadas. Todas se veían cansados. No nos dejaban dormir; nos tenían en cuclillas, y si alguien se recargaba un poco nos pateaban y nos gritaban: 'šórale cabrón, que no estás en tu casa, estás castigado!' Cuando por fin nos dieron agua, una era del baño y otra normal, limpia, supongo.

"Jamás me informaron por qué estaba ahí, nunca nos dijeron ni quiénes eran. Después fueron separando a las personas de Guadalajara y a las del Distrito Federal. En ese sótano estaban los dormitorios de los policías antimotines. Después me subieron a un auditorio, donde estaban los más golpeados. Las personas seguían siendo golpeadas, unas en el baño y otras en el sótano. Nos decían que nos iban a aplicar todas las torturas que se sabían en la policía de Guadalajara. Nos gritaban: 'špinches chilangos!, Ƒya encontraron lo que vinieron a buscar?' Los policías nos tomaban fotos. Como a las diez de la noche del sábado me sacaron por atrás del edificio. No me dijeron por qué finalmente me liberaban ni por qué me habían golpeado de esa forma. Todos teníamos miedo."

Norma Martínez, estudiante de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México e integrante de la batucada que asistió a la marcha: "Nos subieron a las camionetas a golpes, que no cesaron hasta que llegamos al lugar donde nos recluyeron. Sabemos que nuestra detención fue ilegal, porque no estábamos haciendo nada; sólo esperábamos un taxi para llevar los tambores de la batucada, los cuales, por cierto, nos robaron. Nos pasaron de dos en dos a un cuarto donde había literas; hicieron que nos desnudáramos y nos pusieron a hacer sentadillas. Los policías varones abrían la puerta constantemente para mirarnos. Nos tomaron fotografías individuales y grupales, y nos pidieron nuestros datos completos como 40 veces. Les decíamos que nuestro derecho era hacer una llamada, pero nos respondieron que nosotros no teníamos derechos. Cuando llevaban a los chavos al baño los golpeaban; se escuchaban gritos horribles y los policías salían subiéndose el cierre del pantalón, como insinuando que los habían violado.

"En la madrugada llegó un sujeto que tenía la cabeza cubierta con una bolsa de papel; no tenía ni pantalones ni zapatos; estaba acompañado por policías y nos dijeron que él nos iba a identificar, así que comenzó a señalar a las personas que, según él, habían participado en actos violentos.

"Todo el tiempo nos insultaban y ejer-cían presión sexual sobre nosotras: 'šperras, putas, sucias, cabronas y pendejas'!, nos gritaban. Nos amenazaban con matarnos, violarnos, desaparecernos. Nos dijeron que nos iría peor que a los presos de Irak. Los policías no se sentían contentos hasta que nos hacían llorar, y al vernos en ese estado nos decían que parecíamos 'putas magdalenas lloronas'. Nos liberaron con la condición de que todos nos fuéramos inmediatamente de Guadalajara, bajo la amenaza de que si nos encontraban ahí ahora sí nos iba a cargar la chingada."

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