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México D.F. Jueves 3 de junio de 2004
Adolfo Sánchez Rebolledo
La sucesión ha comenzado
Con la alternancia se ha instalado una visión de la política circunscrita a los vaivenes de los personajes públicos, al anecdotario de sus escándalos, a las minucias que éstos nos ofrecen a cambio de un verdadero debate nacional. En muy poco tiempo, la crítica ha perdido el aliento "estructural" de otros tiempos (cuando se trataba de tirar al PRI y transformar al "sistema") para someterse por completo a la dictadura del rating, a las comidillas de la elite y, en definitiva, a las actuaciones no siempre claras de los ministerios públicos.
La lucha por el poder se ha despojado de los velos y las mediaciones de otros tiempos y aparece desnuda detrás de un sinfín de acontecimientos de barandilla, cuyo desenlace no merecería una sola primera plana. Con el ejercicio de las libertades públicas, paradójicamente, se han adormecido las pocas ideas estratégicas que aún quedaban y ahora impera un tacticismo agobiante y desolador, satisfecho realmente con el estado de cosas actual. Y en ese conservadurismo, que se dice democrático, ya nadie quiere reformar nada. Ni aquellas leyes en las que todos coinciden, como la famosa reforma electoral pendiente, pero así están las cosas. ƑPara eso querían la democracia?
La misma idea del cambio se ha desvanecido de tanto manosearla y del quehacer político desaparecieron las banderas clásicas de la justicia y la igualdad, es decir, toda noción que remita a la construcción de un orden un poco más justo. Todo es presente, inmediatez, instantaneidad. En la base de las desavenencias entre partidos y sus legisladores no está la defensa de proyectos propios, de programas que den sentido y razón de ser a su actividad, lo cual es lógico y natural en el ejercicio de la democracia, sino un entendimiento retorcido de su papel institucional. Dicho en el léxico de moda: no hay incentivos para un giro reformador a la política dominante.
El gobierno, desprendido del viejo presidencialismo, carece de rumbo, de sentido de Estado, y ése sí es un problema grave que la democracia por sí misma no puede suplir sin una profunda reforma institucional. Hay tal sensación de provisionalidad bajo el gobierno de Fox que parece preferible dejar para mañana las cosas que se pueden hacer hoy. Por eso es que la anticipación electoral, el madruguete, las zancadillas imprudentes o como se quieran llamar dan el tono general. No hay reglas, de modo que la piezas chocan entre sí en el tablero, sin jerarquía o agenda nacional que valga.
En tales circunstancias, el PRI aprovecha el vacío y se prepara para volver si no se desordena en el camino. La izquierda parece sentirse cómoda con su pedazo de poder y depende cada día más de sus figuras carismáticas para no perderlo; la derecha, en cambio, busca hacer realidad en México la utopía falangista que la nutre. El mensaje enviado por el gobernador de Jalisco al país entero es muy claro: la derecha no está dispuesta a someterse al dictado de un gobierno ausente que, además, da bandazos. Su consigna: orden, orden y más orden. Y va por todo. "Debe quedar bien claro que Jalisco no es el Distrito Federal, Jalisco no es el Zócalo de la ciudad de México, donde (los manifestantes) pueden levantar sus carpas y sus casas de campaña", dijo hoy el gobernador de Jalisco, el panista Francisco Ramírez Acuña, como publica La Jornada.
Mientras, el Presidente mantiene la ilusión germinal de que el problema es "la clase política", sin aceptar que es él, al menos nominalmente, uno de sus jefes. Y luego el delirio de los "ciudadanos-políticos-sin partido": "Es muy afortunado que mientras aquello (la clase política) no acaba de encontrar armonía y consenso, el país tiene estabilidad macroeconómica, política y social". Y eso lo dice después de la crisis creada por el destape (noción priísta si las hay) de Felipe Calderón, es decir, cuando comienzan a reventar las costuras de la coalición que lo llevó a ganar las elecciones de 2000.
De nada valdrán a estas alturas los llamados desesperados a que se fijen reglas dentro y fuera del PAN. El Presidente se queda solo con su amigos. El gobernador de Jalisco pintó la raya que algunos blanquiazules temían: "el partido no se llama Los Pinos, el partido no se llama Presidencia de la República, el partido se llama Acción Nacional y el gabinete no hace presidentes; hoy no gobierna el PRI". En pocas palabras: la sucesión ha comenzado y agárrese el que pueda.
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