México D.F. Lunes 31 de mayo de 2004
Reconoce la PGJE la situación, "pero
no actuamos porque no hay denuncias"
En el sur chiapaneco transitan cientos de vehículos
robados en otras entidades
ELIO HENRIQUEZ CORRESPONSAL
San Cristobal de Las Casas, Chis., 30 de mayo. Cientos
de vehículos robados en el centro y el sureste del país transitan
libremente por la región.
Son utilizados en su mayoría para prestar el servicio
de transporte público de manera irregular en muchos de los municipios
indígenas de los Altos de Chiapas, sobre todo en carreteras de terracería,
donde las autoridades competentes no tienen presencia o simplemente se
hacen de la vista gorda.
En las comunidades indígenas de la zona es fácil
comprar vehículos hurtados, incluso de modelos recientes, a precio
de entre cinco y diez mil pesos.
La Procuraduría General de Justicia del Estado
(PGJE) afirma que no puede actuar porque no existen denuncias penales al
respecto, y la Policía de Caminos no ingresa a las comunidades a
tratar de detener las unidades porque los indígenas que han comprado
los vehículos robados se juntan, bloquean carreteras, los secuestran
y los golpean, señala.
"La única forma de entrar a las comunidades para
rescatar los carros robados sería hacer un gran operativo
con cientos de policías, como se hizo en el municipio de Tenejepa
en 1998, cuando fueron asegurados 200 vehículos", dijo un
policía de Caminos que solicitó el anonimato.
Autoridades
estatales explican que el problema de los vehículos robados inició
en 1994, cuando surgieron los zapatistas, y se dio un vacío de poder
en la zona.
Algunas organizaciones indígenas que se hacían
pasar por simpatizantes rebeldes aprovecharon la coyuntura para prestar
el servicio de transporte público sin los permisos necesarios, pero
como carecían de unidades y de recursos comenzaron a comprar las
que les ofrecían a bajo precio por ser hurtadas.
Los vehículos robados que más se ven en
la zona son tsurus y camionetas estaquitas, aunque hay de
otras marcas y modelos. Se distinguen por llevar placas de circulación
no actualizadas del Distrito Federal, Puebla, Veracruz, Tabasco y de Chiapas,
entre otras entidades. Muchos circulan sin placas, la señal más
clara de que no son legales.
En un recorrido La Jornada comprobó que
estas unidades están por lo menos en los siguientes municipios:
San Andrés Larráinzar, Chenalhó, Chalchihuitán,
Pantelhó, Mitontic, Santiago El Pinar, Tenejapa, Oxchuc, Cancuc,
Aldama y El Bosque.
En la mayoría de los casos son ingresadas a las
comunidades por caminos de terracería, donde no hay vigilancia.
La mayor parte van y vienen de las cabeceras municipales
a las comunidades trabajando como taxis, y en muchos casos son conducidas
por menores de edad. Por lo general, los propietarios no salen del terreno
que ellos controlan: circulan casi siempre por carreteras de terracería,
de la cabecera a las comunidades o entre éstas para evitar a la
Policía de Caminos, que
muy pocas veces patrulla esas zonas.
Y cuando en alguna ocasión la policía ha
detenido algún vehículo sospechoso en la zona, los indígenas
se organizan para rescatar la unidad.
Hace un par de meses, en Chenalhó, una patrulla
de la Policía de Caminos iba hacia el municipio de Chalchihuitán
cuando se encontró con una camioneta Nissan estaquita. Al descubrir
a los tres agentes, el conductor abandonó el vehículo y se
dio a la fuga. Pero mientras los policías amarraban el vehículo
a su patrulla para llevárselo, unos 200 indígenas se reunieron,
bloquearon el camino cerca de la cabecera de Chenalhó y amenazaron
con piedras y palos a los policías e impidieron que la unidad saliera
de la región.
En la cabecera de Pantelhó las autoridades municipales
tienen detenidas cuatro unidades, pero no las han puesto a disposición
del agente del Ministerio Público debido a que tienen temor de que
al pasar por Chenalhó hacia San Cristóbal se las quiten los
indígenas.
En Chalchihuitán es todavía más fácil
detectar a las unidades hurtadas, pues para evitar problemas con las autoridades
los transportistas concesionados legalmente decidieron estacionar sus vehículos
en un lado específico de la acera, y obligaron a que los robados
lo hagan del otro.
En cada terminal donde se estacionan estas unidades sus
nuevos dueños están
siempre a la expectativa, y cuando descubren a algún
extraño cerca del lugar pronto cuestionan, agresivos: "¿Qué
buscas aquí? ¿Eres policía? Mejor vete o te puede
llevar la chingada".
En todos los casos las autoridades municipales, al igual
que las estatales y federales, tienen conocimiento de la presencia de vehículos
robados, pero no han hecho nada con el argumento de que temen provocar
conflictos sociales en las comunidades.
En esta ciudad se han dado casos en los que, ante la falta
de actuación de las autoridades, los propietarios afectados han
buscado por propia cuenta y riesgo sus carros robados. Por ejemplo, en
diciembre pasado a una persona a la que robaron una camioneta Nissan se
dio a la tarea de recorrer algunas cabeceras municipales de la zona. Después
de varios días localizó su unidad en la plaza de Chenalhó.
Cuando exigió la devolución intervino un funcionario municipal
y le dijo que el indígena que la traía la había comprado
"de buena fe". Tuvo que pagar diez mil pesos para recuperar su camioneta.
Según algunos funcionarios locales, lo que no se
ha detectado con claridad es quién o quiénes introducen los
carros robados a las comunidades, pero se presume que son bandas bien organizadas
que los roban en otros estados o aquí mismo y los venden a los indígenas.
|