México D.F. Domingo 30 de mayo de 2004
Tiene pendiente en Buenos Aires un proceso en
el contexto de la Operación Cóndor
Crea desafuero de Pinochet en Argentina esperanzas
de que termine la impunidad
STELLA CALLONI CORRESPONSAL
Buenos Aires, 29 de mayo. El desafuero del ex dictador
Augusto Pinochet en Chile en los juicios que se le siguen por la Operación
Cóndor, y el proceso contra dos ex militares de ese país
por el homicidio del matrimonio de la mexicana María del Rosario
Avalos y el argentino Bernardo Lejderman, volvieron a crear aquí
esperanzas sobre un lento final de la impunidad para los responsables de
delitos de lesa humanidad.
Ernesto
Lejderman, cuya historia publicó La Jornada en 1999, tenía
dos años cuando sus padres fueron asesinados en di-ciembre de 1973
en la norteña ciudad de Coquimbo. El niño, quien estaba en
brazos de su madre al ser asesinada, fue entregado a una orden religiosa,
que logró enviarlo a sus abuelos paternos en Argentina.
Ernesto sólo supo la verdad años después
y decidió buscar justicia en Chile, sin mucha ayuda al principio,
pero apoyado luego por organismos humanitarios de ese país logró
el procesamiento de dos de responsables de la muerte de sus padres.
Pinochet, desaforado por la Corte de Apelaciones de Santiago,
ha sido solicitado por la justicia argentina en el juicio por el asesinato
del general Carlos Prats -ex jefe del ejército chileno- y su esposa
Sofía Cuth-bert, en Buenos Aires en 1974, y también en la
causa que se sigue contra los responsables de la Operación Cóndor,
coordinadora criminal de las dictaduras del Cono Sur, que ha permitido
llevar a prisión aquí, entre otros, al ex dictador Jorge
Rafael Videla.
En mayo de 2001 la Cámara Federal de Buenos Aires
rechazó por unanimidad un planteamiento de la defensa del ex dictador,
que solicitaba la prescripción de la acción penal en el crimen
del matrimonio Prats.
La cámara consideró que el doble crimen
de Prats y su esposa Sofía era "crimen de lesa humanidad" que formó
parte de una práctica estatal corriente, "aunque repugnante a la
conciencia jurídica universal, du-rante la dictadura de Augusto
Pinochet".
Se reiteraban los argumentos que primaron cuando en octubre
de 2000 fue rechazado un pedido de prescripción por el mismo crimen
en favor de Manuel Contreras, ex jefe de la policía política
pinochetista, Raúl y Jorge Iturriaga Neuman, Pedro Espinoza Bravo,
José Zara Holger y Mariana Callejas, todos imputados por el atentado.
Estos hechos fueron los siniestros antecedentes de la
Operación Cóndor, institucionalizada en la ilegalidad
a partir de 1976 con la colaboración de todas las dictaduras de
la región como un sistema secreto para coordinar información
secuestrar, torturar y ejecutar a los oponentes políticos en operaciones
conjuntas.
La llamada "Fase III" de Cóndor estaba trazada
para asegurar el asesinato de líderes políticos "molestos"
para los dictadores de uno y otro país, y garantizar la impunidad
para los crímenes.
Entre las víctimas más conocidas en los
años 70 figuran el matrimonio Prats y el líder democristiano
chileno Bernardo Leighton, quien junto con su esposa Anita se salvaron
del atentado en Roma en 1975, pero resultaron gravemente afectados.
También fue caso resonante el asesinato en Washington
del político chileno Orlando Letelier, en septiembre de 1976; el
del ex presidente Bolivia, general Juan José Torres, y los legisladores
uruguayos Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, todos
ellos asilados en Buenos Aires, en acciones conjuntas de las dictaduras
y entidades como la CIA estadunidense, lo que evidenció la capacidad
criminal de esta operación.
Desde el descubrimiento de los archivos del horror
en Paraguay, en diciembre de 1992, fue difícil ocultar la serie
de evidencias que después surgieron por demandas de la justicia
de varios países, que además llevaron a la desclasificación
de documentos secretos de Estados Unidos.
Esto permitió establecer el papel jugado por personajes
como el ex secretario de Es-tado Henry Kissinger y el ex director de la
CIA Vernon Walters, entre otros como el ex presidente George Bush padre
y sus socios de los grupos anticastristas de Miami, que colaboraron activamente
con las dictaduras y muy específicamente en esta operación.
Varios de estos cubanoestadunidenses -detenidos en Panamá
por intento de asesinato del presidente cubano, Fidel Castro, en la Cumbre
Iberoamericana realizada allí- estuvieron implicados en estos crímenes.
Guillermo Novo Sampol y su hermano fueron enjuiciados
en Estados Unidos por detonar la bomba colocada bajo el auto de Letelier,
que mató a éste, a su secretaria estadunidense, Ronny Moffit,
e hirió gravemente al esposo de ésta, Michael, quien fi-nalmente
sobrevivió.
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