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México D.F. Miércoles 26 de mayo de 2004
BRASIL, EJEMPLO DE ESTRATEGIA GLOBAL
En
el contexto de la visita del presidente brasileño, Luiz Inacio Lula
da Silva, a China, los gobiernos de ambos países concretaron los
instrumentos de una alianza industrial, comercial y tecnológica
que altera en forma significativa las inequitativas reglas vigentes en
las relaciones económicas mundiales y que tendrá, sin duda,
efectos significativos en el desarrollo de las dos naciones. Los 25 acuerdos
firmados en actividades aeroespaciales, siderúrgicas, energéticas,
nucleares, mineras, agrícolas, sanitarias, científicas, tecnológicas,
deportivas, culturales, consulares y de transporte aéreo constituyen
ejemplos de cooperación y complementación económicas
plausibles, mutuamente benéficas y, sobre todo, ajenas a la lógica
de saqueo, sumisión y dependencia con que operan los vínculos
económicos asimétricos y desequilibrados entre Estados Unidos
y América Latina.
Para la potencia del norte, la colaboración estratégica
acordada por Brasilia y Pekín representa una severa derrota, en
la medida en que Washington buscaba, por un lado, explotar el mercado brasileño
mediante el cada vez más incierto Acuerdo de Libre Comercio de las
Américas (ALCA) y, por el otro, conseguir acuerdos comerciales de
privilegio con China, poseedora del mercado más grande del mundo.
Para Brasil, en cambio, los convenios de cooperación y el sentido
general de la alianza estratégica con Pekín constituyen una
manera sana y auspiciosa de diversificar sus relaciones económicas
internacionales, fortalecer su planta productiva y su mercado interno y
consolidar su soberanía nacional.
Los acuerdos económicos chino-brasileños
proyectan, por otra parte, actitudes constructivas en el desolador escenario
político mundial. El presidente Lula y su homólogo chino,
Hu Jintao, destacaron la necesidad de hacer más igualitarias las
relaciones internacionales, construir un sistema multipolar y democratizar
organismos como la ONU y la OMC.
Por lo que hace al entorno latinoamericano, es claro que
el gobierno de Lula ejerce ya un liderazgo definido en el subcontinente.
En política social, estrategias económicas y actividad diplomática,
Brasilia ha demostrado que es posible formular alternativas a la monocorde
necedad neoliberal en que todavía se encuentra buena parte de los
gobiernos de la región, incluido el de nuestro país.
Las diferencias y los resultados están a la vista.
Mientras el presidente Vicente Fox se ufana con macroindicadores tan triunfalistas
como azarosos que no se reflejan en la castigada cotidianeidad de la mayor
parte de la población, las autoridades de Brasil vinculan la política
económica con la política social para hacer de la primera
un instrumento al servicio de la gente. Mientras el gobierno de México
se debate en el afán de desmantelar la poca industria de propiedad
pública que dejaron sus antecesores y busca resquicios legales para
quitar atribuciones a Pemex y otorgárselas a la inversión
privada extranjera, Petrobras inaugura oficinas en Pekín, se fortalece
en el ámbito internacional y expande sus áreas de acción
en América Latina y Medio Oriente. Mientras la agricultura mexicana
se ve polarizada entre el apoyo oficial a las grandes empresas y el desdén
y el abandono de millones de pequeños propietarios, comuneros y
ejidatarios, Brasil desplaza a Estados Unidos como primer exportador de
soya y se ubica como primer exportador de carne de res en el mundo. Mientras
Brasil fortalece sus lazos diplomáticos con incontables países,
la cancillería mexicana se empeña en destruir, sin motivo
racional, los vínculos históricos de nuestro país
con Cuba.
Pasado mañana, viernes, Lula llegará a Guadalajara,
donde ha de realizarse la tercera cumbre de América Latina y el
Caribe con la Unión Europea (UE), con una propuesta específica
de desarrollo y de integración plausible en la globalidad. El gobierno
anfitrión, que arrancó su mandato con un ambicioso "Plan
Puebla-Panamá" del que ya pocos se acuerdan, sólo podrá
exhibir su claudicación ante los capitales transnacionales privados
y su apego a los ya insostenibles dogmas neoliberales.
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