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México D.F. Miércoles 26 de mayo de 2004

Vilma Fuentes

De las memorias de un duque a las de la dama P.

El ejercicio de las ''memorias" excluye de manera ineluctable la ficción, es decir, mitomanías, invenciones, imaginación, narcisismo, ajustes de cuentas, anacronismos e inclusive olvidos, de buena o mala fe, que el autor deja alegremente pasar cuando benefician su imagen.

El mejor, y tal vez insuperable, ejemplo de unas ''memorias" fue el duque de Saint-Simon. Escritas día tras día, programadas para la posteridad por los peligros mortales o de prisión bastillesca en que incurre, Saint-Simon relata los hechos tal cual, sin necesidad de justificar ni siquiera sus genuflexiones para conservar sus privilegios.

Sus Memorias otorgan la visión clara y neta de una época, de un siglo, de un país, de una corte: la de Luis XIV. De su grandeza escritural nacerán tal vez las mejores obras literarias de la Francia del XIX.

Las últimas ''memorias" escritas con autenticidad y sin mentiras fueron las que Simenon tituló Memoria, en el sentido de un simple balance de cuentas... con su vida. Formidable proeza cuando se lee el suicidio de su hija y el esparcimiento de sus cenizas en los jardines de la casa del autor en Suiza.

Pueden mencionarse también los fragmentos ya publicados de las ''memorias" de Anaïs Nin. Las dudas comienzan. Hay algo que falla, que cojea, que no va... Principia también un exhibicionismo de la sexualidad, aun sin los detalles que hoy parecen llegar a la culminación en donde no pueden sino desaparecer de eso que pretende la literatura, pero que nos anuncian algunos de sus libros donde el tema es el incesto del padre con la hija.

De repente, como si la idea de la ''modernidad" se impusiera inclusive a hommes et femmes de lettres, ellos y ellas se sienten obligados a abrir sus textos con las experiencias de sus diversos órganos sexuales. Pero la tele-realidad los deja muy pronto atrás: gente anónima, ayudada por el presentador del programa, relata cómo su padrastro la violó, como su madre dejó violarla por su padre, cómo su padrastro la vendió a dos de sus hermanos. El incesto entra a la moda: una violación no acapara las atenciones de un abuso incestuoso.

Por fortuna, no son más que anónimos: acaso pueden interesar un instante al gran público pero no merecen más atención durable que la de sus vecinos. Así las ''personalidades", ésos que creen tener un nombre porque son los hijos, los nietos, los sobrinos, las ex amantes, los antiguos chulos del Grande Señor X, y que además son más o menos conocidos del público descubren un filón de oro en la escritura de las ''memorias". Desde luego cuando ya están bien enterrados los verdugos y los testigos de los sufrimientos de la víctima.

El último ejemplo en Francia es un libro del nieto de Simone Signoret, un presentador de tele conocido con el nombre de matrimonio de su madre, Castaldi. Signoret tuvo una hija antes de casarse con el actor Yves Montand, la madre del tal Castaldi, a quien, según él confiesa, su madre tuvo relaciones íntimas con su padrastro, Yves. No hay nadie para desmentirlo. Pero del libro se vendieron cien mil ejemplares en unas dos semanas.

Esperemos que el de la señora P., se venda igualmente para triunfo de los editores y de sus escritores fantasmas. Aunque en sus ''memorias" no hay incesto (como tampoco en el de Castaldi), puesto que la violación y la consecuente gonorrea, en su tierna infancia, fue provocada por el marido de la abuela, quien nada tiene qué ver con el nacimiento del padre de la señora P.

Lástima, habría sido un detalle sabroso. Nos consuela el relato de la lúbrica noche de bodas de sus padres -una violación más... con una masturbación paternal y un grito de júbilo macho ante la sangre de la virgen reinvindicada frente a su propia madre incrédula. Tampoco hay testigos, todos muertos para erigir la nueva verdad.

Por suerte, si el asesino a sueldo que es el ridículo se halla jubilado, el pudor está fuera de moda o, como dicen hoy, está out.

Pero, qué diablos era el pudor, si alguien puede decirme. Debe haber sido unos velos negros y una manera de irlos levantando.

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