Leonardo García Tsao

Otro día para Latinoamérica

Cannes, Francia, 19 de mayo. Ya hay una candidata fuerte a llevarse la Palma de Oro este año. Diarios de motocicleta es de esas películas bienintencionadas, de factura impecable e ideológicamente correcta que, a la hora de las discusiones finales, obtiene la mayoría de los votos de un jurado variopinto.

Financiada con capital estadunidense y británico, dirigida por el brasileño Walter Salles, hablada en español y protagonizada por un actor mexicano y otro argentino, la producción multinacional se sitúa en 1952 para describir la travesía emprendida por un joven estudiante de medicina de Buenos Aires llamado Ernesto Guevara de la Serna (Gael García Bernal, hablando con acento argen-mex) y su amigo Alberto Granado (un simpático Rodrigo de la Serna), hacia el norte de Sudamérica, cruzando por Chile y Perú hasta llegar a Venezuela. A lo largo del camino, primero en motocicleta y luego a pie, ambos comprobarán la marginación y desamparo de la mayoría de la gente, sembrando en teoría las semillas del espíritu revolucionario de quien, años más tarde, será conocido como Che Guevara.

Esta es la idea de compromiso político que debe tener un gringo liberal como Robert Redford, quien funge como productor ejecutivo. Transitando entre la road movie y la película de aventuras, Diarios de motocicleta se queda en la superficie de su tema, como un bonito travelogue con conciencia social. En la secuencia final, cuando una comunidad de leprosos despide con sentimiento a sus dos humanitarios visitantes, la película peca no sólo de ingenuidad, sino hasta de condescendencia.

Aún así, ha sido la concursante más redonda hasta el momento. A menos que 2046, de Wong Kar-Wei, traiga el as en la manga, uno pondría todas sus fichas para apostar en el triunfo de la realización de Salles. Si es que 2046 llega a exhibirse. El retraso en la terminación de la cinta hongkonesa ha obligado a la organización a cancelar sus funciones de prensa del jueves y retrasar su conferencia para el día siguiente. Nunca dado a terminar sus películas a tiempo, esta vez Wong se ha excedido en su vacilación.

El director chino que sí estuvo a tiempo para ofrecer, fuera de concurso, un vistoso entretenimiento fue Zhang Yimou. En Shimian maifu (La casa de las dagas voladoras, que no es su título original), ensaya por segunda vez el género de las artes marciales, llevándolo a un nivel de mayor complejidad visual que su previo Héroe. Dividida en una serie de coreografías impresionantes, en las que se conjugan la acción, la música, la destreza física y los efectos digitales, la película se vuelve tan delirante que, al final, hasta coquetea con la cursilería. Zhang se ha vuelto un maestro de la estilización formal aunque ha perdido la complejidad dramática de sus inicios.

El otro título satisfactorio del día ha sido Whisky, segundo largometraje de los uruguayos Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll, presentado en Una Cierta Mirada. Por suerte, los autores han salido de la influencia de Jim Jarmusch que nutría su anterior esfuerzo, 25 Watts, y han logrado una parca comedia de subyacente melancolía. Con la mexicana Temporada de patos en la Semana de la Crítica, la méxico-ecuatoriana Crónicas en Una Cierta Mirada, la argentina La niña santa en competencia y, ahora, el efecto doble de Diarios de motocicleta y Whisky, no cabe duda que Latinoamérica ha hecho una aportación significativa al festival de Cannes, bastante mayor que la de otras regiones con cinematografías mucho más prósperas.