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México D.F. Jueves 20 de mayo de 2004
FUSILERIAS
Alfredo C. Villeda
Kadaré y Kosovo
"CAMPO DE MIRLOS'' es el inocente significado de
la palabra Kosovo, territorio de continua tragedia, cíclica, escenario
de un singular hecho ocurrido más de seis siglos atrás, el
28 de junio de 1389, cuando una coalición balcánico-cristiana
integrada por serbios, bosnios, albaneses y romanos fue aplastada por el
ejército otomano del sultán Mourad. Esta batalla no duró
más de 10 horas, pero los vencidos, de entonces a la fecha, no han
dejado de llevar el duelo.
CON
ESE HECHO fatal los nacionalistas han lucrado históricamente,
y justo cuando se cumplió la sexta centuria, el 28 de junio de 1989,
el dirigente serbio Sloboban Milosevic lanzó el enésimo llamado
a masacrar Kosovo, esta vez contra la población albanesa, lo que
marcó un nuevo punto de implosión en la región y revivió
la barbarie que la voz eufemística llama ''limpieza étnica".
El tirano enfrenta ahora juicio por crímenes de lesa humanidad en
La Haya.
ESTA HISTORIA Y estos escenarios son lo que dan
materia al novelista albanés Ismaíl Kadaré, quien
intenta dejar testimonio de la nobleza perdida de esa civilización
y hacerla renacer en una obra que arranca durante la segunda mitad del
siglo XX.
EL AUTOR, CUYAS obras fueron censuradas por el
régimen totalitario de Enver Hodja (1945-1985), salió de
su país en 1990 para exiliarse en Francia y ha sido más de
una vez candidato al Nobel. Admirador de Shakespeare -''el más grande,
el más completo, más visionario que los autores de la antigüedad"-
y de Esquilo -''sus tragedias son modernas en el siglo XX"-, Kadaré
rechaza también ser etiquetado como ''escritor de realismo mágico
al estilo de los latinoamericanos", porque considera que ese rasgo no es
propio de una región ni de una época.
UNO DE SUS libros más recomendables, Tres
cantos fúnebres por Kosovo, contiene el relato ''Una gran dama".
Dos rapsodas de los Balcanes, venidos directo de la histórica guerra
citada, son invitados a interpretar sus melodías ante una mesa en
la que departen varios extranjeros y una anciana. Las estrofas de esas
piezas sorprenden a los oyentes, despiertan furia, pero una anciana pide
respeto a los cantores: las letras aludían a espadas, levantamientos
y furia.
ENTONCES LES REPROCHAN no saber otra cosa que odiarse
y les desean la muerte. La mujer les propone relatar sus historias, que
resultan crueles, terribles. extrañas, bañadas de melancolía.
''Ahora canten lo que expresaron", les sugieren. Pero los fugitivos de
la batalla se oponen: ''Jamás. Somos rapsodas militares, guerreros
del Campo de mirlos".
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