Margo Glantz

šLa boda!

La boda del príncipe Felipe de Borbón y Grecia y doña Letizia Ortiz (escribo la palabra con z y la computadora la rechaza, corrige: Leticia): el primer enlace celebrado en España desde hace 98 años, un príncipe de sangre con una plebeya y divorciada. Los periódicos dedican sus páginas al acontecimiento: planos, itinerarios, flechas, cuadros sinópticos (recuerdan los publicados después del 11 de marzo para entender los movimientos de los terroristas).

El príncipe de Asturias se casa vestido de uniforme de gala del Ejército de Tierra, collar y orden de Carlos III, instituida en 1771, 41 eslabones de oro, con la cifra de oro del monarca orlada por un laurel, un león vuelto hacia la cifra, un castillo, el toisón de oro del rey don Juan Carlos, una banda celeste rematada con dos franjas blancas y una placa de plata formada por ocho brazos y cuatro esferas.

Para el traje de la novia, del cuál sólo se sabe que será ''de sobria geometría" y ''cola practicable", con mangas estructuradas, un desboque elevado a los hombros con el cuello descubierto y un entalle correctísimo, se han confeccionado en talleres valencianos 100 metros de un tejido de seda lisa. El diseñador, Manuel Pertegaz, gran modisto catalán: en el Museo Reina Sofía de Madrid se exhibe una amplia muestra, sabemos que además de diseñar trajes para la reina madre, doña Sofía, vestía en su tiempo a Carmen Polo, la mujer de Francisco Franco.

En el mismo espacio, una retrospectiva del pintor y escritor José Gutiérrez Solana (1886-1945) intitulada España negra: cuadros funéreos, una plebe miserable con toques valleinclanescos (amigo y mentor del pintor, como Federico García Lorca, José Bergamín y Gómez de la Serna), procesiones de Semana Santa, Cristos sanguinolentos, calaveras (recuerdan los cuadros de nuestros pintores barrocos y los de Agustín Lazo o María Izquierdo), cirqueros, 'prostitutas o maniquíes vestidas de gitanas, plazas de toros, una ejecución de un condenado a garrote vil: la escena vigilada por la Guardia Civil como en la época de Franco.

Un ensayo previo en Copenhague: el enlace de Federico de Dinamarca con la plebeya Mary Donaldson; en esa boda, el príncipe de Asturias va vestido de militar, Letizia, la futura princesa, con un vestido de dos piezas, muy entallado -es muy esbelta- y el pelo recogido en un ''moño'', como corresponde a una futura reina, en la mano un bolso de pedrería colocado coquetamente en la espalda de su futuro consorte.

Tanto ella como él se miran con profundo amor y se casan como príncipes: despliegue de carpas, mesas, vajilla, cristalería y cubertería, iluminación especial, mil 400 invitados repartidos en 130 mesas, la presidencial para 30 personas y las de invitados para 10; asistirán representantes de las múltiples casas reinantes de la Unión Europea -ampliada-, algunos reyes de países árabes, el príncipe heredero de Japón, todos los ministros y el nuevo presidente del Gobierno español, con sus mujeres, naturalmente; los ex presidentes democráticos (šqué nos dirá entonces el bigote de Aznar, de visita con Bush en Estados Unidos). Examinar asimismo y con prudencia las caras de los antiguos ministros (no invitados a la boda y la de sus esposas que ya se habían mandado a hacer los trajes) y los representantes de varios países del mundo.

Las flores que ''inundarán" la catedral de la Almudena serán todas blancas; el almuerzo nupcial correrá a cargo de los famosísimos chefs de Cataluña (pareciera que se favorece muy especialmente a esta comunidad bilingüe) Ferrán Adriá y Juan Mari Arzak (satirizados en una adaptación que el grupo teatral Els Joglars ha hecho de El retablo de las maravillas, de Cervantes) y Paco Roncero, un español Ƒcomún y corriente?; el almuerzo se preparará en el restorán Jockey y el pastel de bodas lo elaborará el repostero alicantino Francisco Torreblanca.

En el brindis ofrecido este 19 de mayo a los príncipes consortes durante una visita oficial a La Moncloa, José Luis Rodríguez Zapatero, acompañado de su esposa, leyó el poema Los justos, de Jorge Luis Borges, para que la felicidad de Letizia y de Felipe fuera la de todos los españoles.

El ''talante" (palabra indispensable, recién incorporada al lenguaje político de España) de los daneses es muy distinto: los militantes antimonárquicos aprovecharon la reciente boda para pedir en nombre de la democracia que se privatice a la familia real.