México D.F. Jueves 20 de mayo de 2004
Martí Batres
Estado policiaco versus Estado democrático
También a los estudiantes del 68 les encontraron delitos. También frente a ellos el Ministerio Público Federal esbozó minuciosamente cada uno de los puntos por los cuales se procedió en su contra. También entonces hubo un Poder Judicial de la Federación que resolvió en contra de los estudiantes en el marco de su autonomía. También entonces se invocó el estado de derecho, el imperio de la ley. También entonces hubo una Secretaría de Gobernación que justificó lo injustificable. También el discurso oficial de aquella época hablaba de los peligros de la inestabilidad. También se confundían en una sola voz las posturas públicas de los funcionarios del gobierno, de aquellos encargados de la procuración de justicia, de los integrantes del Poder Judicial y del partido en el gobierno. También esos hechos fueron dos años antes de la sucesión presidencial. También los estudiantes del 68 pedían diálogo y cada vez que lo pedían les respondían con amenazas y averiguaciones previas.
La diferencia es que ahora la persecución no es en contra de los estudiantes sino en contra de un gobierno, es decir, que la persecución es al interior del Estado mismo.
Es el mismo esquema de los tiempos de Díaz Ordaz. Es el mismo discurso, el de la mano tendida, el del diálogo que se ofrece y no se concreta, es la misma utilización forzada de los aparatos del Estado contra sus opositores, es la misma campaña macartista y la misma mentira repetida mil veces. No estamos disfrutando la época de un Estado democrático, sufrimos el renacimiento de un Estado con tintes policiacos.
Detrás de lo que está pasando subyace una pretensión radicalmente autoritaria. Se trata de enviar el mensaje de que en este sistema la izquierda no tiene derecho a ser mayoría y a ganar. Como en 1988 y en los años 90 contra el ingeniero Cárdenas, ahora se dirigen los instrumentos del poder contra López Obrador.
Para los hombres del poder la izquierda puede existir mientras no tenga la posibilidad de ganar, puede tener voz mientras no se constituya en mayoría, puede ser respetada mientras sea una minoría que no dispute el poder. Lo que en estos días está sucediendo es precisamente esa vieja idea de que desde el poder se debe decidir no sólo quién es el candidato a la presidencia del partido en el poder sino quienes son los candidatos de las fuerzas opositoras. Quieren ahora incluso decirle a la izquierda mexicana quién no debe ser su candidato.
La policía política (Cisen, PGR) está adueñada de la situación nacional, es la que decide qué es importante y qué no, cuál es la agenda nacional, qué aparece en los medios, qué es delito y qué no lo es, quién es candidato y quién no lo es. Hoy en día los instrumentos favoritos del gobierno no son las grandes iniciativas que conciten el apoyo, el consenso, el acuerdo, el respaldo social; hoy en día los instrumentos favoritos del gobierno son: el espionaje y la averiguación previa.
La persecución desatada en contra de López Obrador exhibe la gran debilidad del gobierno mexicano, incapaz de lograr la fuerza por medio del apoyo de la sociedad, incapaz de derrotar al adversario con su razón y su palabra, inseguro de reproducirse en el poder presidencial con el voto libre, desde el poder se intenta fraguar una especie de fraude electoral anticipado. Aquí no hay nada que tenga que ver con el derecho, nada que tenga que ver con la ley, lo que está ocurriendo es terriblemente ominoso para una democracia, simple y sencillamente se trata de que cada vez que exista un liderazgo que desde la izquierda pueda concitar el apoyo social, la adhesión, la conformación de una mayoría, se impida su victoria.
Si no pueden ganar en las urnas entonces buscarán ganar con las averiguaciones previas. Eso no sólo es éticamente inadmisible, no sólo es legalmente chueco, no sólo es una afrenta contra quienes militamos en las filas de la izquierda. Es además tremendamente irresponsable. Prácticamente es un llamado a desconfiar de las instituciones, en los hechos es una convocatoria a dirimir los conflictos fuera de la ley y una abierta provocación para que el poder no se dispute en las urnas. El mensaje que envían es precisamente como el de los años 60: no luches por las vías democráticas porque no funcionan, porque no servirán, porque por ahí nunca ganarás.
El asunto es de gran trascendencia, porque si esto le hacen a un político con gran respaldo social, la pregunta es qué no podrán hacerle a cualquier otro ciudadano, pero también aun cuando la embestida va dirigida a políticos y personalidades perredistas mañana será contra priístas o contra cualquier otro, pues el objetivo de quienes promueven esta ofensiva no es denostar a una persona o a un grupo, sino mantenerse en el gobierno a costa de cualquier trampa.
Si la elección del gobernante es la regla reina de la democracia estamos ante el riesgo de que sucumba el incipiente asomo democrático que los mexicanos hemos construido en las décadas pasadas. Los mexicanos tenemos derecho a decidir quién nos gobierna, y nadie por el contrario puede hablar del derecho para impedir que el pueblo mexicano decida quién lo debe gobernar.
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