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México D.F. Sábado 15 de mayo de 2004

Momentos de convivencia, luego del partido, que ganaron 7-5 las locales

El fut unió a internas y visitantes en el reclusorio

AGUSTIN SALGADO

En el reclusorio el dolor corporal no existe. Por lo menos así lo asegura Karina, con voz ronca y vestida de beige, a La Gato, durante un encuentro de futbol entre una selección de internas y el equipo Asturias.

La afirmación la hizo Karina, quien anteayer fue condenada a cuatro años y nueve meses de prisión por robo agravado, cuando La Gato, de 18 años, ojos verdes, pantaloncillo negro, jersey anaranjado y acusada de participar en el robo a una camioneta transportadora de valores, recibe un balonazo a poca distancia de una de sus rivales.

Al final el marcador fue 7-5 a favor de las internas, y la cancha del Reclusorio Femenil Oriente se convirtió en lugar de convivio entre las jugadoras de ambos equipos.

Las porterías no rebasan el metro y medio de altura; los muros de dos de los cinco dormitorios, que albergan a 615 presas, sirven para rebotar el balón y, a falta de tribunas, las espectadoras se congregan en un angosto pasillo.

Además de La Gato, quien después reconoce llamarse Erika, otra interna destaca por su manera de jugar.

A falta de apodo, sus compañeras la llaman por su nombre de pila. Esbelta, de tez morena clara, con cabello hasta la cintura, Claudia, juega con el número 9 en la espalda.

Entre ambas consiguieron cinco de las siete anotaciones de las reclusas. Cada escuadra compitió con cuatro jugadoras de campo además de la portera, y el partido se dividió en cuartos de 13 minutos cada uno.

Al árbitro, que llegó con un uniforme rosa y negro, le gritaban, luego de cometer una que otra pifia arbitral, que se vistiera con el color reglamentario de los reos. Entre las decisiones erróneas estuvo la anulación de un gol legítimo a favor del equipo local.

La Panda, con menos técnica pero más enjundia y un cuerpo macizo, que utiliza para cubrir el balón, es sustituida en el segundo cuarto: "estoy aquí por robo; cuando llegué no jugaba futbol. La única vez que no he jugado fue cuando me trasladaron a Tepepan para que me aliviara. Mi hijo esta aquí conmigo, va a cumplir ocho meses".

Durante el descanso una de las custodias le pide a La Panda que cumpla con el requisito, establecido por la directora del penal para que pudiera charlar con los reporteros, "un escrito, redactado por las propias internas, en el que autoricen la realización de la entrevista". Sólo que hay un problema: la número 7 del equipo no sabe escribir, circunstancia que se soluciona cuando otra interna redacta la especie de oficio informal.

El grito de Karina es claro: "el dolor físico no existe, el dolor es mental", dice al tiempo que le promete unas wiskas a La Gato por aguantar el impacto. Después, con el triunfo consumado, se acercó al juez de la contienda para reclamarle: "nunca nos dijeron que la porra no podía meterse a la cancha para festejar los goles".

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