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México D.F. Sábado 15 de mayo de 2004

Gonzalo Martínez Corbalá

El alto costo de la guerra de Irak

En todo el mundo se observan con asombro y repugnancia las fotografías y los videos que muestran a los prisioneros de guerra iraquíes sometidos a vejaciones verdaderamente humillantes e inadmisibles bajo cualquier condición para un ser humano, así sea un adversario en un conflicto bélico, por parte de soldados estadunidenses -en este caso destaca la participación de una joven mujer-, y consumados por cierto en una guerra no declarada, en contra de guerrilleros que se oponen a la invasión por parte de las tropas de la coalición.

Por otra parte, no hay que perder de vista que la guerra originalmente fue lanzada en contra de Saddam Hussein, y que uno de los objetivos supuestamente establecidos como una de las causas principales para la "guerra preventiva" fue la liberación de Irak del régimen tiránico que padecía ese pueblo tan sacrificado, primero por su propio gobierno, y luego por las fuerzas de ocupación. Se presentó ante los congresistas responsables de presupuestos y gastos en Washington una solicitud para la autorización de 25 mil millones de dólares adicionales a los 400 mil que fueron ya gastados en todo el mundo en actividades militares, y que supuestamente, según declaraciones del propio presidente George W. Bush, habrían de ser suficientes para cubrir los gastos de la guerra en Irak durante todo este año.

No se puede soslayar el hecho de que ya en los principios de abril, la administración Bush estaba bajo el fuego de las suspicacias de la Comisión del 11 de Septiembre, en la que se investigaba bajo juramento a la asesora de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, y posteriormente al propio presidente Bush, quien compareció acompañado del vicepresidente Dick Cheney, aunque no juramentados, respecto a la posibilidad de que la administración hubiera estado en falta de ejecutar ciertas acciones que hubieran podido evitar el ataque del 11 de septiembre a las Torres Gemelas. Todo ello bajo el supuesto de que habrían dispuesto de información de la que se podía concluir que los seguidores de Bin Laden estaban ya organizando el ataque con explosivos dentro del territorio de Estados Unidos, además de secuestrar algunos aviones comerciales.

Se dice en Washington que el requerimiento de los 25 mil millones de dólares a las comisiones del Congreso no fue precisamente una sorpresa para los legisladores, en Capitol Hill, como tampoco lo es ya el que el Pentágono mantendrá por lo menos 135 mil soldados en Irak durante todo el año entrante, aunque se había asegurado -el año pasado- que para estas fechas ya debería haber en dicho territorio solamente 115 mil soldados.

En un boletín de la Casa Blanca, del 6 de mayo, relacionado con la visita que hizo a Washington el rey de Jordania, George W. Bush dijo que "la caída de Saddam Hussein removió una fuente de inestabilidad e intimidación del corazón del Medio Oriente. Todos los vecinos de Irak, incluida Jordania, están más seguros ahora. Y la emergencia de un pacífico, próspero y libre Irak contribuirá a la seguridad de Jordania y a su prosperidad".

Nada más lejos de las declaraciones de Rachar el Asad, nuevo presidente de Siria, del 11 de mayo (El País), en las que dice: "Estados Unidos se ha convertido por primera vez en una fuente de inestabilidad" en la zona, asegurando que las guerras en Irak y en Afganistán han desatado contra esa gran potencia un odio profundo que ha generado a su vez el brutal terrorismo que se padece en la región, para luego preguntarse, ante el plan estadunidense para democratizar el Medio Oriente: "ƑEsa democracia sería al estilo de Abu Ghraib?", en una referencia expresa a las torturas y tratos inhumanos que recibieron los prisioneros iraquíes en esa cárcel, tan tristemente célebre en todo el mundo en la actualidad, lo cual ha recibido unánimemente la repulsa universal, incluyendo a los propios ciudadanos estadunidenses, que junto con los senadores, tanto demócratas como republicanos, han repudiado con vergüenza que semejantes actos hubieran sido cometidos por soldados y oficiales de tropas estadunidenses.

El propio secretario de la Defensa, Donald Rumsfeld, se ha visto obligado a aceptar públicamente la falta, y a ofrecer disculpas por el abuso. El general Antonio Taguba, en comparecencia ante el Senado estadunidense para exponer las conclusiones de su investigación sobre las torturas y tratos inhumanos cometidos en la cárcel de Abu Ghraib, atribuyó toda esta conducta aberrante a un "fracaso de liderazgo" y a la "falta de disciplina y preparación de los soldados" destacados en Irak.

En seguida se iniciaron actos de represión y venganza por parte de quienes supuestamente son seguidores de Bin Laden, tan brutales como las torturas o más -si es que cupiera en estos casos la cuantificación de la falta- y un grupo de encapuchados degolló a un joven estadunidense de Filadelfia, ante las cámaras de video, en un alarde de brutalidad inimaginable.

A la fecha, el balance de los resultados de las guerras en Afganistán y en Irak no podría ser más costoso para la humanidad en el principio del siglo XXI, pero una de las cargas más pesadas para todos los habitantes de este planeta es la pérdida de la noción de la imposibilidad de prescindir de ciertos valores que hacia el final del siglo pasado parecían consolidarse, como lo es el derecho de la humanidad a vivir en paz, y de acuerdo con su propio sistema de valores establecido a lo largo de la historia de cada pueblo y de cada país, sin imposiciones externas ni injerencias provenientes de otras naciones, las que en último análisis resultan extrañas y contraproducentes. Parece que la única manera de expresarlo es de este modo: la paz no se puede conseguir por medio de la guerra. Lo cual, aunque demasiado evidente, es a la luz de los sucesos actuales muy difícil que lo acepten las megapotencias bélico-industriales.

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