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México D.F. Martes 11 de mayo de 2004
PGR-SG: EL DESGOBIERNO
La
orden de aprehensión obsequiada ayer a la Procuraduría General
de la República (PGR) por el juez sexto de distrito, Alejandro Caballero,
en contra del oficial mayor de la Secretaría de Gobernación,
Francisco Suárez Warden, por presuntas irregularidades financieras,
habría podido ser visto en principio como un acto de salud republicana,
expresión de un empeño contra la corrupción y muestra
de procuración no facciosa de la justicia de la dependencia que
encabeza Rafael Macedo de la Concha.
Sin embargo, en la medida en que Santiago Creel, jefe
del inculpado, saltó de inmediato en defensa de su subordinado y
descalificó la acusación de la PGR como un "error injustificado",
el asunto se convirtió en una nueva evidencia del descontrol, la
descoordinación y las pugnas internas en el equipo del presidente
Vicente Fox, quien queda colocado por uno de sus colaboradores -Macedo
de la Concha o Creel Miranda- en la incómoda posición de
descalificar a uno o a otro.
Sería poco responsable, en este momento, especular
sobre cuál de las dos dependencias tiene la razón. Pero el
nuevo encontronazo en el gabinete foxista tiene implicaciones muy graves
para una de ellas y, por extensión, para el conjunto del grupo gobernante.
Si, como dice Creel, la PGR cometió un error, se trataría
de un yerro mayúsculo y de una aterradora manifestación de
ineptitud de la dependencia encargada de la procuración de justicia
en el ámbito federal: si la PGR de Macedo de la Concha es capaz
de lograr, injustificadamente, la orden de aprehensión del oficial
mayor de Gobernación, cabe imaginar el número y la gravedad
de las arbitrariedades contra ciudadanos comunes y anónimos. Si
la procuraduría actúa de esa forma hacia dependencias de
su propio bando, por decirlo de alguna manera, es inevitable sospechar
las argucias y la mala fe empeñadas en otras circunstancias, por
ejemplo en el hostigamiento en curso contra el gobierno capitalino.
No puede descartarse, sin embargo, que la imputación
contra Suárez Warden esté justificada. Si fuera el caso,
resultaría obligado concluir que el secretario de Gobernación
realizó un inaceptable ejercicio de encubrimiento en favor de su
subordinado.
En cualquiera de los dos escenarios, el episodio dejará
una nueva y profunda abolladura en la de por sí maltrecha credibilidad
de las instituciones federales. No puede pasar inadvertido, por cierto,
que las dos oficinas involucradas en este zipizape son, precisamente, las
puntas de lanza del foxismo en su ofensiva contra el jefe de Gobierno capitalino,
Andrés Manuel López Obrador, y que, según los indicios
disponibles, es en ellas donde se ubicarían los todavía anónimos
funcionarios que negociaron con Carlos Ahumada y que tramaron el complot
con la difusión programada de sus videos.
Cuando le faltan más de dos años y medio
para terminar su mandato, el actual titular del Ejecutivo federal tiene
ante sí y en su primer círculo una indeseable y peligrosa
multiplicación de confrontaciones, golpeteos y guerras sucias que
prefiguran una sucesión en un alarmante escenario de ingobernabilidad.
Por su propio bien, y por el del país, el presidente Fox haría
bien en poner alto a los pleitos entre sus colaboradores y a los hostigamientos
desde el gabinete contra protagonistas políticos no panistas.
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