.. |
México D.F. Jueves 29 de abril de 2004
Marcos Roitman Rosenmann
España: revés al unilateralismo
Cumplir promesas electorales constituye un acto loable y de responsabilidad ética. El ahora jefe de gobierno de la monarquía borbónica y miembro del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), José Luis Rodríguez Zapatero, con su decisión de retirar las tropas españolas de Irak abre un debate que cuestiona el diseño de estrategias globales construido por Estados Unidos durante los años 90.
Tras declarar clausurada la guerra fría, la lucha contra el comunismo internacional, fabricada en el Pentágono, los servicios de inteligencia y el Consejo de Seguridad Nacional, pierde fuerza en el dibujo de la política exterior de Estados Unidos. En apenas 15 años, 1989-2004, lo que va de la caída del Muro de Berlín a la invasión de Irak, se producen acontecimientos cuya relevancia muestra el papel que la elite política estadunidense se asigna en la distribución del poder mundial. La guerra por controlar los recursos estratégicos se muestra vital en su diseño político. Se trata de las zonas calientes donde Estados Unidos se juega en el mediano y largo plazos para mantener su liderazgo económico y militar. El golfo Pérsico, Asia central y el mar de China meridional son los ejes que mueven la política exterior estadunidense.
Si durante la guerra fría la presencia de tropas soviéticas en Afganistán desembocó en la doctrina Carter ("Todo intento de con-trolar la región del golfo Pérsico por parte de cualquier potencia extranjera será considerado como ataque a los intereses vitales de Estados Unidos de América y repelido mediante el empleo de todos los me-dios necesarios sin exceptuar la fuerza de las armas"), tras la desarticulación del bloque soviético siguió vigente. Durante los gobiernos de Bush padre, Bill Clinton y Bush hijo ha sido esgrimida continuamente. La Operación Tormenta del Desierto contra Irak, después de la invasión de Kuwait, marca el cenit de su desarrollo. Como doctrina permite el comienzo de una estrategia cuyo fin consiste en adueñarse de las fuentes y las reservas de petróleo y gas natural en todo el mundo. No resulta extraño que en 1998 el Congreso de Estados Unidos dijese en la audiencia de la comisión sobre Asia Central y el Pacífico: "las políticas de Estados Unidos con relación a los recursos energéticos de esta re-gión abarcan el apoyo a la independencia de los estados y a estrechar vínculos con Occidente; romper el monopolio de Rusia en las rutas del transporte de petróleo y gas, asegurar el abasto de energéticos en Occidente con diversos proveedores, promover la construcción de oleo y gaseoductos hacia el oeste que no pasen por Irán, y negarle a ese país la posibilidad de convertirse en una amenaza para las economías del Asia central, que ofrece importantes oportunidades de inversión para diversas compañías estadunidenses, las cuales, a su vez, servirán de estímulo invaluable al de-sarrollo económico de la región. Japón, Turquía, Irán, Europa occidental y China buscan oportunidades de desarrollo económico y no están de acuerdo con el predominio ruso en la región. Es esencial que Estados Unidos comprenda el riesgo que involucra a Asia central, ya que nuestra intención es elaborar una política que sirva a los intereses de Estados Unidos y de las empresas estadunidenses".
La agenda secreta de la política exterior estadunidense no pasa por Huntington y su choque de civilizaciones. Construida como "carnaza" para ingenuos e intelectuales de moda, distrae la atención y aleja el debate de su punto cardinal. Como bien señala el analista canadiense Michel Chossudovsky en Guerra y globalización, "a la política exterior estadunidense no le interesa detener la ola de fundamentalismo islámico; de hecho, más bien lo contrario. El notorio resurgimiento del islamismo radical en Medio Oriente y Asia central es congruente con la agenda secreta de Washington. Esta consiste en apoyar, más que combatir, el terrorismo internacional, con miras a desestabilizar las sociedades e impedir la articulación de genuinos movimientos opuestos al imperio estadunidense. En este sentido, Washington continúa apoyando -por medio de las operaciones secretas de la CIA- el crecimiento del fundamentalismo islámico".
Asimismo Michael Klare, en su obra Guerra por los recursos, ratifica: "La tesis del choque mundial de civilizaciones presupone que los estados desarrollarán sus políticas de seguridad basándose en la lealtad a una determinada comunidad religiosa o de 'civilización': el Occidente cristiano, el bloque ortodoxo eslavo, el mundo islámico y así sucesivamente (...) pero vale la pena observar el ferviente afán con que se persigue el abastecimiento de recursos despreciando todo género de lealtades de civilización. En la región del Caspio, por ejemplo, Estados Unidos se ha alineado con tres estados musulmanes, Azerbaiyán, Turquía y Turkmenistán, frente a otros de mayoría cristiana, armenia y rusa. Pautas similares se observan en otras regiones donde el interés por los recursos prevalece sobre las afiliaciones étnicas y religiosas".
En estas guerras por los recursos, la doctrina Truman debe ser puesta al día, abandonarse o ser sustituida. El ex gigante so-viético ya no representa un peligro militar, su poder se neutraliza y con ello se disipan las visiones de un holocausto nuclear. El Pacto de Varsovia se disuelve y algunos de sus ex países miembros solicitan el ingreso formal a la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Ello se traduce en ma-yor presencia militar estadunidense en Eu-ropa. Estados Unidos tiene planes para la vieja Europa y su entorno geopolítico. Una nueva política internacional se dibuja en las mentes de la derecha estadunidense. El unilateralismo comienza su andadura. Mu-chos son los dirigentes europeos que acatan y asumen sus postulados. Mientras tanto, en América Latina Jorge G. Castañeda es su más claro divulgador. Baste recordar sus palabras: "algunos tal vez hubieran pretendido que el sistema internacional del siglo XXI, tras el fin de la guerra fría, se estableciera sobre la base de esos principios: los de la no intervención, la igualdad jurídica de los estados y el rechazo al uso de la fuerza. Pero la realidad es que aquél no descansa en ellos; para bien o para mal, el hecho es que las reglas que se tienden a construir son injerencistas, más que antintervencionistas".
José María Aznar asumió sin reservas las directrices de Estados Unidos desoyendo todas las voces que apelaban a un mayor grado de soberanía en el proceso de toma de decisiones internacionales. Constituido en paladín de la política estadunidense, su discurso no dejó pie a otra opción. Pero el triunfo electoral del PSOE demuestra, en los hechos, que otra política es posible y ello no supone en absoluto caer en el aislamiento internacional. La decisión de retirar las tropas españolas de Irak es un revés a los intereses estadunidenses de imponer su omnímodo poder. El unilateralismo nunca ha sido una dirección obligada, ahora me-nos que antes.
|