Sergio Zermeño

Por el bien de todos, mejor se serenan

Los mexicanos estamos viviendo un enfrentamiento que parece de broma, pero que podría resultar desastroso. Este primer encontronazo entre Fox y López Obrador presagia tormentas. Uno no se explica cómo el máximo responsable de la paz y la concordia entre los mexicanos, el Presidente, ha tomado la iniciativa de la confrontación. Obviamente López Obrador tiene una popularidad elevadísima, antes y después de los escándalos perredistas, y obviamente la teoría de un complot en contra de su persona, si bien no reúne todas las pruebas, sí va cobrando una audiencia elevada entre la opinión pública.

El videogate no resultó un torpedo en la línea de flotación del obrismo y eso, a no dudarlo, atizó en muchos de sus adversarios el deseo de ir más a fondo. Vino entonces la amplificación de un hecho ridículo, como el supuesto delito de haber dado a la publicidad una investigación policiaca trasnacional, asunto mal planteado una vez más, pues el propio gobierno mexicano había hecho lo mismo con antelación a través de una televisora privada. Por segunda vez parece no lograrse el objetivo de quebrantar la figura del líder y su popularidad, pero también por segunda vez se tensiona la cohesión de los mexicanos, y se nos exige colocarnos en uno u otro lado del conflicto. El asunto no tendría gran importancia de no ser porque quien lo ha encabezado ha sido ni más ni menos que el Presidente de la República. Y algo más: ha sido López Obrador quien ha propuesto un acercamiento al pedir audiencia a Fox, y una vez más el Presidente de la República ha rehusado establecer el diálogo, aplicando otra vuelta de tuerca a las tensiones, acusando a su adversario de quebrantar las buenas relaciones de México con Estados Unidos (palabras mayores).

ƑEn qué argumentos se apoyarán quienes creen que México está exento de una confrontación entre fuerzas apoyadas en las masas populares y fuerzas caceroleras, aferradas al status quo y a la prolongación del modelo indiscriminadamente abierto a la globalización pro empresarial, y que apela a referentes del conservadurismo católico? La exponencial generación de pobres en nuestros países funciona también como un caldo de cultivo maravilloso para la entronización de líderes carismáticos (a la Cárdenas, a la Fox, a la López Obrador). No contamos más con un populismo institucionalizado y hegemónico como fue el priísmo. ƑPor qué pensamos que en nuestro país no puede recrearse un escenario como el que se está viviendo en el chavismo venezolano o el que escenificaron Patria y Libertad contra los allendistas en Chile o el que condujo a la derecha brasileña a rezar "el rosario en familia" para demostrar su repugnancia hacia el populismo de Joao Goulart, que condujo al golpe militar del 1964? En todos los casos los medios de comunicación han sido decisivos.

Me parece que, a más de dos años de la contienda electoral por la Presidencia de nuestro país, las fuerzas deben moderar sus posiciones: del lado del foxismo, del panismo, de la vía empecinadamente neoliberal (que ni a los empresarios mexicanos favorece) y del conservadurismo católico, es obvio que un orden social en alta tensión puede acompañarse de una gran alarma y conducir hacia el "voto del miedo", como sucedió en las elecciones de 1994, pero los costos de semejante derivada serían altísimos en lo económico (ahora que la competencia por atraer capitales se ha agudizado), y en lo político, pues podría conducir al derrumbe de nuestro endeble andamiaje institucional y del cacareado tránsito a la democracia.

Pero también de su lado, el obrismo debe intentar corregir el rumbo: salir seis veces al balcón, aclamado por unas masas convocadas por él mismo, es un expediente al que no se puede recurrir sistemáticamente; colocar tanta distancia hacia su partido al extremo de casi volverse extranjero a él es despreciar igualmente las mediaciones de la política (por más que quiera deslindarse de la videocorrupción); dejar que corra el tiempo y no legislar sobre la participación ciudadana, poniendo en peligro las elecciones de comités vecinales previstas para agosto, y querer sustituirlos por asambleas de barrio bajo control de los agentes de gobierno, denota el mismo vicio verticalista, despreciativo hacia la institucionalidad y hacia cualquier empoderamiento de la ciudadanía. Así que mejor se serenan los dos y todos los demás.