México D.F. Jueves 29 de abril de 2004
''¿Aquí hay restorán?''
Lo abuchean reos en su ingreso al Reclusorio Norte
JAIME AVILES
"¿Aquí
hay restorán?", preguntó anoche Carlos Ahumada al llegar
a la unidad médica del Reclusorio Norte, después de su larga
peripecia a través de todos los episodios del día. La directora
general del centro de detención, Marcela Briseño, le respondió
que no.
"¿Cuáles son los días de visita?",
volvió a inquirir el flamante interno. "Sábados y domingos",
le informó en broma otra de las personas que se encontraban en la
antesala del consultorio donde iba a ser revisado por el personal sanitario
de la institución.
Muy informado, por lo visto, un Ahumada absolutamente
pálido, con un derrame en el ojo izquierdo y en apariencia un poco
más delgado, reviró a quien había tratado de tomarle
el pelo: "¿Y a poco los martes y los jueves ya no?"
"Claro que sí", le confirmó la directora
Briseño.
Ahumada se desnudó en punto de las 10 de la noche
con cinco minutos, para exhibir su estado físico, en cuyo aspecto
sobresalían los costillares y una trusa de algodón de color
blanco que al parecer le quedaba un poco holgada.
Tres minutos después empezó a ponerse los
pantalones y la camisola color beige del uniforme de los internos, pero
su nuevo traje resultó ser dos tallas más grande, de manera
que la costura del hombro le quedaba a la altura de los bíceps,
mientras los pantalones tenían las valencianas descosidas, lo que
le daba un toque de miserable, contrastante con su siempre atildada presencia
a la última moda de las casas de costura más caras del mundo.
En contraste con esta vestimenta, conservó unos mocasines de color
negro y de corte italiano que deben valer lo que 100 uniformes juntos.
Supuesta arritmia
A las 11 de la noche con cinco minutos llegaron a la aduana
del reclusorio los abogados Antonio y Juan Collado, que son también
representantes legales de Raúl Salinas de Gortari. Vestidos ambos
con traje claro, corbata de seda, y mirando a todas partes con ojos azules
y apacibles, sostuvieron una conversación de 20 minutos con el doctor
Héctor Ibarrola, cardiólogo personal de Ahumada; ahí,
al parecer, se pusieron de acuerdo.
Porque 15 minutos después, al llegar a la unidad
médica del reclusorio, donde Ahumada estaba siendo examinado por
el doctor Medero, jefe de los servicios médicos de todos los reclusorios
de la ciudad, quien le había practicado un electrocardiograma para
confirmar o desmentir los supuestos problemas que, según la Procuraduría
General de la República, aquejaban el corazón del famoso
rompecorazones.
En la antesala del consultorio se encontraban José
Luis Sánchez, director de seguridad y resguardo de todos los reclusorios
capitalinos, y otros doctores. Minutos después, cuando el doctor
Ibarrola pudo reunirse con su paciente, las opiniones iniciales de quienes
ya lo habían revisado eran que tenía una ligera arritmia.
Sin embargo, cuando el doctor Ibarrola salió de la revisión,
informó a la directora del reclusorio y al jefe de seguridad de
todos los reclusorios que Ahumada "presenta una arritmia muy preocupante,
que puede ser el antecedente de un infarto", por lo cual recomendó
que "sería mejor llevarlo a un hospital donde se le puedan brindar
todos los cuidados y atenciones que necesita, para no poner en riesgo su
vida".
A pesar de esta opinión, que no dejaba de oler
a chicana leguleya, habida cuenta del team back que los abogados
Collado acababan de sostener con el doctor Ibarrola, el jefe del servicio
médico de los reclusorios descartó por absurda la suposición
del peligro de muerte y dijo que, en todo caso, el detenido pase la noche
encamado en la propia unidad médica.
A las 11:50 de la noche, Ahumada salió del consultorio
con una palidez realmente cadavérica, enfundado en su ridículo
traje de presidiario y con una botella de agua en la mano izquierda y un
vasito de plástico en la derecha, pero el descuidado aspecto de
su barba, crecida a la sombra de una cárcel cubana, le confería
una apariencia remotamente similar a la de Charles Manson, el asesino de
Sharon Tate.
De camino al juzgado número 11, donde lo esperaba
una multitud de periodistas y fotógrafos, así como el juez
para tomarle su declaración inicial, el jefe de seguridad de todos
los reclusorios le preguntó cómo lo habían tratado
en Cuba, a lo que Ahumada textualmente -este reportero iba detrás
de él- contestó:
"Me trataron muy bien, me pusieron un ventilador en mi
celda, cosa que no hacen con los demás reos, y me dieron de comer
ensalada y verduritas, que yo pedí, porque a mí no me gusta
mucho comer carne".
Y de esta forma se dirigió a los juzgados por el
mismo camino por donde al llegar a las 10 de la noche había recibido
un sonoro abucheo de los internos del Reclusorio Norte que en esos momentos
seguían por la televisión el espectáculo de su llegada
al lugar que nunca imaginó que llegaría a pisar jamás.
La directora del recusorio, por último, anticipó
que durante su proceso Ahumada permanecerá en el dormitorio número
cuatro, considerado como área de máxima seguridad, en la
que residen los narcotraficantes más peligrosos, y que cuenta con
un sistema de cámaras de circuito cerrado que operan las 24 horas
del día.
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