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México D.F. Domingo 25 de abril de 2004
AGRO: PROPUESTAS PLAUSIBLES
Ayer,
en el contexto de la séptima asamblea nacional ordinaria de la Confederación
Nacional de Productores Agrícolas de Maíz de la Confederación
Nacional Campesina (CNC), realizada en Pachuca, Hidalgo, el titular de
esa organización, Efraín Bello García, propuso que
10 entidades del país sean declaradas por el gobierno zonas de reserva
de maíces criollos y pidió a las autoridades que se imponga
un arancel a las variedades transgénicas de ese cereal que se importan
desde Estados Unidos y Canadá. En el mismo encuentro, Heladio Ramírez
López, presidente de la CNC, demandó al gobierno federal
que postergue la liberación de impuestos a las importaciones de
maíz, estipulada por el Tratado de Libre Comercio de América
del Norte para 2008, toda vez que ello, dijo, "causaría un daño
irreparable a los productores".
Los propósitos referidos, particularmente la propuesta
de establecer reservas para las variedades de maíces criollos en
10 estados, son iniciativas que merecen ser escuchadas y llevadas a la
práctica. Los abundantes señalamientos acerca de los peligros
que podría conllevar el uso irrestricto de variedades transgénicas
de maíz, y de otras especies de cereales, frutas y verduras, no
sólo destacan los riesgos de la biotecnología industrial
para la biodiversidad del mundo sino también para el tejido social
agrario que aún no ha sido destruido por el neoliberalismo, el libre
comercio y el desdén burocrático hacia comuneros, ejidatarios
y pequeños productores del campo que ha caracterizado a los últimos
cuatro gobiernos federales, incluido el que encabeza Vicente Fox.
Debe considerarse que las doctrinas gubernamentales hacia
el campo extraídas del consenso de Washington privilegian a las
agroindustrias orientadas al cultivo de productos de exportación
y a las empresas agrícolas de alta tecnología, para las cuales
los transgénicos resultan rentables, en detrimento de quienes realizan
siembras de autoconsumo y de subsistencia, entorno este último en
el cual las variedades genéticamente modificadas pueden tener consecuencias
de desastre humano, agrícola y ecológico.
La idea planteada por Bello García no sólo
abre una perspectiva de seguridad para los campesinos pobres sino que ofrece
un marco de preservación a un cultivo milenario que va mucho más
allá del universo agrícola. El maíz criollo es, en
efecto, un factor irrenunciable de cultura, de identidad y hasta de soberanía
nacional. El buscar su sobrevivencia y su conservación resulta,
por ello, fundamental para el país y sus habitantes.
Pero ayer se dieron a conocer otras iniciativas interesantes
y plausibles para el campo mexicano. Aparte de la reunión de Pachuca,
en el Distrito Federal se constituyó la Alianza Nacional de Producto-
res Agropecuarios y Pesqueros, en la que confluyen grupos regionales de
pescadores del Pacífico, productores de maíz, frijol, hortalizas,
café, cacao, aguacate y citricultores, así como ganaderos,
porcicultores y apicultores. En el encuentro constitutivo, el presidente
de la nueva organización, Alfonso Ramírez Cuéllar,
la definió como "un nuevo movimiento social de acción política",
no partidista, para "resistir la mortandad productiva" y revertir el estancamiento
económico en que las políticas oficiales han sumido al agro
nacional. Ramírez Cuéllar destacó la inoperancia del
Acuerdo Nacional para el Campo, firmado hace un año, y convertido
en letra muerta por "un Ejecutivo que parece inexistente y una clase política
irracionalmente confrontada que no convoca a nada ni a nadie".
A lo que puede verse, las organizaciones campesinas independientes
están vivas, actuantes, y formulan iniciativas viables y atendibles.
Enhorabuena. Cabe esperar que, así sea por una ocasión, el
grupo gobernante y la clase política en su conjunto sean capaces
de escuchar las voces del campo.
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