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México D.F. Domingo 25 de abril de 2004

Este sábado se reunieron en el desierto de Sonora, congregados por la música

La voz de los cucapás se resiste a desaparecer

La presentación del cd Aires ribereños, motivo del rencuentro entre miembros de la etnia

ANGEL VARGAS

El rencuentro de los cucapás ocurrió este sábado.

Se trata de uno de los pueblos otrora más numerosos del noroeste de la República, que en la actualidad se halla disminuido y a la deriva.

Los integrantes de la etnia se han mantenido dispersos durante casi dos siglos, por causas geográficas y políticas, en tres puntos: dos en México -Baja California y Sonora- y uno en Estados Unidos, en Yuma, Arizona.

Gracias a la música se reunieron, uno o dos días al menos, lo que dure la fiesta-ceremonia que han preparado los cucapás de Sonora, a la que asistieron miembros de otras comunidades.

El motivo del festejo es la presentación de un disco compacto en el que, por primera vez, se registran los cantos rituales y cotidianos de la comunidad cucapá sonorense, pero que habita en el poblado de Pozas de Arvizu, municipio de San Luis Río Colorado, en pleno desierto.

Aires ribereños es el título del álbum, realizado por la Dirección General de Culturas Populares e Indígenas del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

El material reúne tres aspectos de la música y el canto cucapás.

La primera parte -explica la etnomusicóloga Aurora Oliva- está dedicada a los cantos cotidianos que las mujeres entonan en la intimidad de su hogar y de sus labores.

''Son cantos que las mujeres han aprendido de sus madres y se han trasmitido de generación en generación. Están en lengua cucapá y son de carácter lúdico; hacen referencia a historias de vida y a animales''.

En el segundo apartado se abordan los cantos de tipo ritual, que son interpretados en una lengua desconocida exclusivamente por varones, aunque toda la comunidad participa, pues las mujeres bailan.

''Un aspecto interesante que pasaba en los pueblos del norte -y que desgraciadamente se ha perdido- es que se manejaba una forma de interculturalidad. Es decir, esos pueblos mantenían estrecha relación entre sí, no obstante su nomadismo", explica la investigadora.

''Todos se juntaban y convivían, manejaban una sola fiesta y, lo más importante, un lenguaje común, una lengua franca, independientemente de la suya.''

Ese vínculo tan cercano es muy evidente sobre todo en la música. Por ejemplo, entre los pai-pai, los kiliwas, los k'imia y los cucapás los cantos de maracas y voz son hasta la fecha extraordinariamente semejantes.

Según refiere Aurora Oliva, jefa de Promoción de las Culturas Indígenas de la dirección mencionada, la estructura de estos cantos está determinada por la presencia de un cantante principal y dos coristas, así como de un personaje más al que se denomina ''gritón".

El acompañamiento musical es bastante rudimentario. Consiste en una serie de maracas y tambores, manteniéndose al margen de la presencia o inclusión de cualquier otro instrumento.

''A diferencia de las culturas indígenas del centro y el sur del país, que fueron influidas totalmente por los conquistadores, los cucapás conservan su música tradicional", agrega la etnomusicóloga

''Siguen manteniendo los cantos de los hombres primeros que habitaron la tierra, y sobre todo los usan para comunicarse con sus dioses, Sipá y Komat, quienes les dieron la vida.''

Se trata de una cultura en que la música persiste como cuestión ritual. Incluso podría decirse que es una expresión totalmente prehispánica, casi pura.

''No han hecho la fusión de integrar otros instrumentos, ni ritmos ni géneros ni temáticas. Se mantienen puros de cualquier sincretismo musical en cuanto a ejecutantes, no así como oyentes, pues son ávidos consumidores de todo.''

Es decir, enfatiza, los pueblos del norte mantienen la esencia de los hombres primeros, aunque oyen radio y ven televisión; no están alejados de la realidad.

El tercer y último aspecto que se consigna en Aires ribereños está relacionado con las fábulas, cuentos e historias sobre el origen de los cucapás.

Los integrantes de esa cultura, explica la especialista, tienen conciencia sobre ese origen y siguen creyendo en éste. ''Su nacimiento se dio en el agua y, por tanto, se consideran hombres de agua''.

Un dato relevante es que el sitio en el que se presentará el disco, Pozas de Arvizu, ocupa el lugar donde estuvo el centro ritual; allí se reunían los pueblos indígenas del norte, incluyendo algunos que actualmente habitan en Estados Unidos.

De los cucapás que viven en ese poblado, sólo 51 hablan su lengua, la cual se encuentra en peligro de desaparecer, con menos de 200 hablantes.

En los años recientes, indica Oliva, se ha dado un intenso proceso de mestizaje, por lo que las nuevas generaciones sólo hablan español.

La forma de vida de esos indígenas de Sonora estaba basada en el río; fundamentalmente eran pescadores. Pero ésta cambió cuando se construyó una presa y debieron convertirse en jornaleros agrícolas, cuyos sueldos actualmente oscilan entre 20 y 30 pesos diarios.

La cucapá es una de las culturas más endebles del país. En el siglo XVII se calculaba una población de 22 mil indígenas, mientras en la actualidad se estima que no llegan ni a mil.

La situación de la comunidad que habita en Yuma, Arizona, en tanto, es muy distinta: mucho más holgada y segura.

El rencuentro entre esas tres comunidades ha sido posible gracias al apoyo de los institutos de Cultura de Sonora y Baja California, así como a las autoridades de Arizona.

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