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México D.F. Domingo 25 de abril de 2004

Guillermo Almeyra

Las tres opciones

Como uno de los resultados de la mundialización, que ha vaciado de contenido las instituciones y debilitado los estados-nación, los partidos están cada vez más desprestigiados e integrados en el aparato estatal y viven una crisis interna y de credibilidad. La política se hace entonces en los hechos cotidianos que modifican las relaciones de fuerzas entre las clases y grupos y el pensamiento de los actores, no se hace en las instituciones ni para las instituciones. Lo esencial, para modificar la situación de un país, son los movimientos sociales, no las urnas. Aquéllos tienen sus ritmos y su propio curso, que no coincide con el de las elecciones. Pero ambos ritmos tienen momentos en que se cruzan, sobre todo en México, donde el PRI cuando era gobierno instauró un sistema perfecto para medirle constantemente el agua a los camotes, con elecciones municipales, estatales y federales que se sucedían unas a otras y que permitían, de paso, cooptar a grupos de poder locales, mediar en los conflictos sociales y ascender o liquidar a los cardenales y obispos de esa iglesia laica y tricolor. De modo que los que todo esperan de los movimientos y de su lucha autónoma también están obligados a contar con las elecciones, porque no votar es simplemente votar por el que está en el poder, es perpetuarlo, y dar un "voto útil" es optar por el que parece menos peor, pero no es más que otra cara del establishment, o sea, equivale a renunciar a una salida propia e independiente para los oprimidos y explotados. Entonces el que no quiera resignarse a ser súbdito, o una mera hojita llevada por los vientos políticos, debe pensar no sólo en cómo cambiar el país sino también sobre las posibles opciones electorales, ya que en México desde hace rato estamos en la campaña para el 2006, y el 2005, particularmente, será también un año de lucha prelectoral.

Veamos las opciones. La primera es la panpriísta, una derecha técnico-burocrática al servicio del gran capital internacional y que mantenga la continuidad de la línea neoliberal De la Madrid-Salinas-Zedillo-Fox. Aunque tiene contradicciones internas, tanto en el PAN, donde hay una vieja derecha seria y principista, como en la oposición de sectores nacionalistas del PRI, esta línea es bien vista por el Departamento de Estado y, si los demócratas le ganan al "amigocho" Bush, por el establishment estadunidense en su conjunto. Es la opción que lleva a México a transformarse en Texas del Sur. La misma está disputando el control de los sectores capitalistas que cuentan y tiene su eje, por supuesto, en el capital financiero. Quiere instaurar un bipartidismo a la gringa (el mismo perro con diferente collar) y evitar toda alternativa. Para eso levanta polvaredas con la corrupción de los "poquiteros" del PRD para que no se hable del Fobaproa, de la cesión de la energía, de Pemex, de la desocupación y la destrucción del campo, del sometimiento diplomático al imperialismo y de la aberración de una política económica que se basa en exportar sangre humana (emigrantes formados por el país) porque ha destruido las bases productivas nacionales. Esta opción de la derecha bicéfala se enfrenta a otras dos opciones que la primera desea matar en el huevo, antes de su eclosión misma.

Una es la populista, severa, dura y de orden, ligada al gran capital "nacional", con base popular obtenida mediante concesiones, dádivas, prebendas, pero evitando a toda costa la autonomía de los movimientos y la autorganización de los beneficiarios del nuevo clientelismo político. Busca concentrar poderes tolerando la corrupción de camarillas de serviles y, aunque habla del "pueblo", trabaja en la práctica para los negocios de los empresarios. Es nacionalista-posibilista, y no tiene proyectos de nación, sino proyectos para el mero control del aparato. No da seguridad al imperialismo, que preferiría sin embargo que no existiera y le tiende trampas, pero que podría discutir con ella porque es una opción institucional, que se basa en la utilización política de aparatos del Estado.

La otra, la opción alternativa, la menos visible hoy, es la que más corresponde a la historia mexicana, que no pasó por los partidos sino que, en todo caso, como con los liberales, los utilizó y partió. Es la de un movimiento popular masivo, amplio, con un proyecto de nación democrático, libertario, social y justiciero. La de un movimiento que sea conjunción y suma de movimientos (campesino, indígena, estudiantil, en defensa de la electricidad, del agua, de Pemex, de un proyecto de desarrollo, antimperialista, pacifista). Un movimiento de movimientos de ese tipo podría sacar de su mudez y su sopor a los zapatistas, para que propongan un proyecto de nación donde quepan todos, y podría arrancar de su institucionalismo al ala neocardenista, que está empezando a comprender que el PRD está irremisiblemente podrido, pero que no pasa lo mismo con cientos de miles de personas que por él lucharon y en él nada cuentan. Si el movimiento social no dependiese de líderes ni aparatos sino que los arrastrase, podría incluso darse el lujo de crear, como los indios ecuatorianos o bolivianos, un partido ad hoc para presentarse como alternativa también en el 2006. Esta opción es la que temen, como la peste, los que están en el poder, los que aspiran a compartirlo y, sobre todo, los "amigochos" texanos o no del gran capital. Por eso habría que convocar los estados generales del pueblo mexicano, para organizarla.

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