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México D.F. Miércoles 21 de abril de 2004

Alejandro Nadal

De Fallujah a la recomposición mundial

Las consecuencias de esta fase de la guerra en Irak se dejarán sentir por décadas. El reacomodo que comienza a delinearse en el rompecabezas de la economía mundial estará marcado por el desenlace en Irak y, cualquiera que sea el escenario resultante, lo más probable es que Estados Unidos saldrá perdedor en muchos terrenos.

La virulencia y el despertar de la resistencia iraquí invitan a compararla con la ofensiva del Tet en Vietnam, en 1968. La noche del 29 de enero unas 70 mil tropas del Vietnam del norte y sus aliados del Vietcong (que rompieron el cese al fuego decretado para las celebraciones del nuevo año lunar) lanzaron ataques que sorprendieron a las fuerzas estadunidenses en Saigon, Danang, Hue, Pleiku y muchos otros frentes. En Saigon, el complejo de edificios en donde estaba la embajada de Estados Unidos fue infiltrado, mostrando la vulnerabilidad de las fuerzas estadunidenses. Dos meses después, éstas y sus aliados vietnamitas habían perdido 6 mil soldados y, aunque las tropas de Vietnam del norte habían sufrido 50 mil bajas, la ofensiva tuvo un impacto decisivo en la opinión pública y quebrantó el ánimo de la clase político-militar en Estados Unidos. Todavía pasarían cinco años antes de la caída de Saigon, pero en enero de 1968 quedó claro que Estados Unidos no ganaría esa guerra.

Para cuando se retiraron las últimas tropas, la guerra de Vietnam ya había dejado una profunda cicatriz en la economía estadunidense. Lyndon Johnson se negó a incrementar los impuestos y su ambicioso programa social y el esfuerzo de la guerra condujeron a una posición de déficit estructural del que ya nunca pudo salir la economía yanqui. Los desarreglos que vinieron después en la esfera de las finanzas mundiales condujeron a Nixon en agosto de 1971 a instruir a su secretario del Tesoro para dejar de comprar y vender oro, abandonando el compromiso de mantener el precio del metal en 35 dólares la onza. Dos años después las principales economías del mundo habían dejado atrás el sistema de tipos de cambio fijo y comenzaron a desencadenarse las fuerzas que llevaron a la liberalización financiera.

La evolución de la economía estadunidense estuvo marcada desde entonces por su relación complicada con Europa y Japón. Los tres centros económicos enfrentaron el problema crónico de un exceso de capacidad instalada y una presión a la baja en las tasas de rentabilidad. Pero Estados Unidos mantuvo una ventaja porque su moneda es el medio de pago internacional; eso (y su garantía nuclear) le permitieron imponer arreglos que lo beneficiaron mucho. Un ejemplo notable es el Acuerdo de 1985 que provocó la sobrevaluación del yen y del marco, trasladando el peso de un ajuste a las economías de Japón y Alemania.

Lo que se buscaba era resolver el problema del exceso de capacidad productiva en Estados Unidos. Pero el efecto positivo para su economía no duró porque se redujo la capacidad de Japón y Alemania para absorber sus exportaciones. El rudo efecto de ese arreglo fue una recesión en los dos países y los efectos negativos persistieron en Japón durante más de 10 años. Por eso, en medio de la recuperación de 1990-1997, Estados Unidos permitió la apreciación del dólar frente al yen para ayudar a la débil economía japonesa. No obstante, el nuevo arreglo no tuvo el efecto deseado. Una posible explicación es que para entonces los problemas se habían trasladado a los bancos, y la fuga de empleos a países asiáticos con menores costos salariales ya era un patrón consolidado en la estrategia de las corporaciones japonesas.

En síntesis, las interdependencias de los sistemas industriales no han permitido que los "arreglos" monetarios puedan resolver los graves problemas de capacidad industrial excedente estadunidense y su expresión a nivel mundial. Y la sucesión de crisis financieras y el papel de la especulación financiera son otra expresión de su fracaso.

Hoy, la ofensiva de la resistencia iraquí coincide con una situación macroeconómica no muy distinta de la de 1985, cuando los "déficit gemelos" de Estados Unidos eran objeto de preocupación. Pero esta vez le será muy difícil recurrir al mismo expediente, por ejemplo, forzando una apreciación de la moneda china.

Por una parte, la salida de Irak no es fácil. Y su permanencia como potencia de ocupación entraña un costo (político, económico y militar) muy elevado. En ambos casos, su capacidad para imponer arreglos se verá limitada. En el caso de China, Estados Unidos no podrá conseguir la apreciación de su moneda porque ese país mantiene una estrategia de crecimiento basada en las exportaciones. Al igual que la guerra de Vietnam, la de Irak tendrá repercusiones muy graves sobre Estados Unidos y las economías que, como la mexicana, se han convertido en simple apéndice.

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