México D.F. Lunes 19 de abril de 2004
Fracasó la feria de Ocesa
Dos orejas y rabo a Hilda Tenorio, ante un utrero de Xajay
LUMBRERA CHICO
Con un sonado fracaso en materia de taquilla y de logros artísticos finalizó el sábado la primera incursión de Ocesa en el negocio del submundo taurino. Pese a que tenía el apoyo de Telmex y de Televisa, el consorcio especialista en la organización de espectáculos masivos no logró que el público se tomara en serio las tres corridas y una novillada que montó en la plaza de trancas La Ronda, dentro de la Feria de la Ciudad de México. El colmo ocurrió el sábado pasado.
Aun cuando estaban anunciados seis novillos de Manuel Martínez, ganadería fundada por el célebre diestro de Nuevo León que Rafael Herrerías administra como una especie de albacea desde la muerte de éste, por motivos que se desconocen el encierro fue sustituido por una becerrada del hierro de Xajay. ƑFalta de seriedad? šNo me digan!
Conmovedores, por su escasa presencia, los rumiantes salieron noblotes, lo que en un arrebato de furor pueblerino animó al juez a premiar con el arrastre lento a los que fueron lidiados en primero, tercero y cuarto lugares. Con el tercero, precisamente, la niña Hilda Tenorio enloqueció a los escasos 500 espectadores que había en las gradas. Confirmando su clase excepcional, la pupila de José San Martín desmayó los brazos al torear a la verónica, cubrió el tercio de banderillas con lucimiento y realizó una estupenda faena de muleta.
Después de brindar a la raquítica concurrencia, la niña se dobló con el utrero llevándoselo a los medios. Ahí lo templó corriendo la mano en dos series de derechazos, derrochando serenidad y buenas maneras en los tres tiempos de la suerte. Y entonces cogió el palillo con la izquierda y se recreó en largos y hondos pases naturales por abajo. Después de adornarse para cuadrar a su enemigo, se fue con todo el cuerpo tras la mano que empuñaba el estoque, hundiéndolo hasta la empuñadura, aunque no por cierto en el hoyo de las agujas, pero tampoco dejando un bajonazo.
Al sentirse herido de muerte, el cuadrúpedo atropelló a la torerita y se la echó a los lomos, por suerte sin lastimarla. Ese fue el momento climático. Cuando el pequeño burel dobló las manos, la gente sacó los pañuelos y el juez concedió las dos orejas, pero como la petición no cesaba, otorgó también el rabo, que la niña paseó triunfalmente bajo una lluvia de sombreros y chamarras. Y eso fue todo. Con el resto del ganado, la mexicana Marbella Romero y la española Raquel Sánchez pasaron apuros en sus turnos y escucharon avisos y abucheos, tanto para ellas como para los animales de sus respectivos lotes.
A pesar de su proclamado interés por entrar de lleno en el negocio taurino, Ocesa realizó este experimento con más pena que gloria, pero si algo bueno pudo aprender a lo largo de estas cuatro pachangas es que, para renovar la fiesta y el interés del gran público, lo primero que un empresario sensato debe hacer es no aliarse con Herrerías, porque todo lo que toca la mano del cacique de Mixcoac invariablemente se pudre. Mejores socios para la próxima.
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