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México D.F. Sábado 17 de abril de 2004

Juan Arturo Brennan

Voces, voces, voces

Durante la Semana Santa, mientras algunos se dedicaban a crucificar cristos por doquier y otros se aglomeraban en las contaminadas playas de nuestros balnearios, me di tiempo para asomarme a algunos de los conciertos del festival internacional de coros América Cantat IV, que resultaron muy interesantes, y musicalmente más satisfactorios de lo que mi escepticismo inicial hubiera permitido suponer.

Parte de ese escepticismo tenía que ver con el anuncio de una multitudinaria programación, tanto de conciertos como de talleres y otras actividades, que bien podía haber presagiado el apretar poco por abarcar mucho, la dispersión a cambio de la calidad. Por fortuna no fue así y más allá de los desfases logísticos propios de un acto de esta magnitud, la música fue de buena calidad en general.

El primero de estos conciertos corales que tuve oportunidad de presenciar se inició con el Coro de Cámara de la Universidad Autónoma de Colima (UAC), que quizá resultó de lo menos satisfactorio entre lo escuchado. No es un mal coro, pero se sintió deslucido ante la competencia. Probablemente, su selección de repertorio influyó en la impresión general: Ƒqué caso tiene ofrecer arreglos anodinos de Cielito lindo y de México lindo y querido frente al repertorio mucho más interesante de los otros coros participantes? Sólo al final de su participación el Coro de Cámara de la UAC propuso un repertorio un poco más atractivo, interpretado correctamente, sin más.

Después se presentó el coro femenino venezolano Canticum Merú, que resultó una sabrosa revelación. De entrada, šqué diferencia de repertorio! Trozos sacros en latín, música ritual nigeriana, cantos indígenas venezolanos, cuecas y calipsos, cantados con una musicalidad a la vez precisa y flexible, y con una notable presencia escénica.

Entre otros muchos aciertos de la actuación de Canticum Merú, destaco por ejemplo su cuidado estilístico en la pronunciación del inglés criollo típico de los calipsos del Callao. Sin duda, este grupo es un digno representante de la sólida tradición coral venezolana, anclada en el trabajo pionero y riguroso de músicos como Alberto Grau y María Guinand.

Enseguida, una nueva participación mexicana a cargo del Sexteto Vocal Mexicalia, que me dejó impresiones contradictorias. Se trata de un grupo con evidentes tablas y con una técnica de muy buen nivel, sobre todo en lo que se refiere a la producción vocal de efectos instrumentales.

Sin embargo, el repertorio presentado esa noche por Mexicalia hizo demasiadas concesiones al gusto popular, rayando incluso en lo comercial, y con cierta tendencia ''retro" en algunos de sus arreglos. La redención llegó, sin embargo, con su interpretación en estreno mundial de la pieza Para la libertad, de Guillermo Alvarez Navarro, sin duda lo más atractivo y coherente de lo cantado por el sexteto Mexicalia en este concierto.

Para concluir, la soberbia presencia de la Schola Cantorum Coralina de Cuba (único grupo de la noche, por cierto, en respetar el programa anunciado), que dio testimonio amplio del alto nivel de la educación y la práctica musicales en la isla.

De manera análoga al grupo venezolano, este coro mixto cubano dio muestra de una notable amplitud de repertorio, iniciando con pulcras e intensas versiones a música sacra de Alén y Cayabyab, y concluyendo con una complejísima y contagiosa rumba onomatopéyica de Guido López Gavilán. En medio, impecables muestras de trova cubana (nueva y vieja), aires de tango y el espíritu del gospel, interpretadas con gran atención al estilo y con una técnica de primer nivel.

Este atractivo concierto de América Cantat IV se desarrolló en el auditorio Blas Galindo, que estuvo casi lleno a pesar de la ausencia de público. Me explico: esa noche, 90 por ciento de la asistencia estuvo formado por miembros de los demás coros participantes y de los asistentes a los talleres.

De público efectivo, éramos un puñado y eso me hace pensar que buena parte del admirable esfuerzo de organizar el festival se diluyó ante la asistencia magra a los conciertos, ofrecidos durante una temporada vacacional en la que la convocatoria cultural se hace más difícil que de costumbre.

Así, por una parte, queda la impresión de que estos conciertos, por su calidad musical y sobre todo por la variedad de grupos y repertorios, mereció mayor atención del público extra-festival y, por otra, que la hipotética presencia de ese público hubiera permitido calibrar mejor el verdadero éxito de América Cantat IV.

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