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México D.F. Martes 13 de abril de 2004
LA CFE, SANA Y VIABLE
Según
un amplio análisis realizado por la Auditoría Superior de
la Federación (ASF), órgano fiscalizador perteneciente a
la Cámara de Diputados, la Comisión Federal de Electricidad
(CFE) es una empresa pública sana y financieramente viable que se
encuentra plenamente capacitada para efectuar las importantes inversiones
relativas a la ampliación y dinamización de su infraestructura,
así como al incremento de su capacidad de generación y distribución
de energía eléctrica.
El contenido de ese informe refuta de manera tajante los
alegatos que, tanto durante la administración de Ernesto Zedillo
como en la actual de Vicente Fox, han pretendido presentar ante la sociedad
una CFE ineficaz en lo financiero, incapacitada para asumir por sí
misma sus necesidades de inversión y en virtual desamparo por un
Estado supuestamente imposibilitado para cubrir con recursos públicos
su necesario crecimiento.
Tal discurso, evidentemente falaz, al menos en lo relativo
a la CFE, tiene como motivación principal operar como fundamento
de la apertura del sector eléctrico del país al capital trasnacional
-lo que ya ha comenzado a tener lugar mediante las figuras de cogeneradores
y productores independientes- y, a la larga, legitimar la entrega total
de este crucial ámbito del patrimonio nacional al extranjero.
En este contexto, exhibir una CFE inoperante y gravosa
sería el primer paso para forzar su privatización o, al menos,
para abandonarla en una situación de deterioro y obsolescencia tan
grave que las empresas trasnacionales no ten-drían problemas para
desplazarla por completo del mercado.
Empero, lo que la ASF ha revelado en su análisis
es, ni más ni menos, lo contrario a lo que se ha querido hacer creer
al país en los últimos sexenios: la CFE podría, de
dotársele de un marco jurídico propicio, afrontar su necesario
crecimiento y modernización con sus propias capacidades, ya sea
mediante la reinversión de sus utilidades o mediante la suscripción
de créditos. En cualquiera de los casos, la salud financiera de
la CFE le permitiría afrontar tales obligaciones sin riesgos, sin
ser un lastre para las finanzas públicas y con grandes expectativas
de desarrollo en beneficio del progreso general del país.
Sin embargo, los mayores intentos de socavar la imagen
de la CFE y los principales frenos a los proyectos legales para modernizarla
dentro del marco del patrimonio de la nación han provenido del propio
gobierno federal y de las fuerzas políticas afines al modelo neoliberal.
¿Por qué, por ejemplo, la Secretaría
de Hacienda no permite a la CFE reinvertir sus propios recursos con el
objetivo de convertirse en una empresa pública plenamente competitiva
y comprometida con las necesidades energéticas nacionales? ¿Por
qué, en lo general, los proyectos oficiales de reformas legales
en esta materia se han concentrado en la idea de un mercado energético
abierto al capital privado y extranjero y han pretendido aislar a la CFE?
¿Por qué, como pasa también en el caso de Pemex, se
mantiene a las empresas energéticas nacionales atadas de manos mientras
se exprimen sus utilidades para financiar el gasto gubernamental, el cual,
por añadidura, resulta con frecuencia derrochador, excesivo en partidas
suntuarias, desapegado de las necesidades sociales y hasta festín
de bancos rescatados y luego vendidos a corporaciones extranjeras?
Así las cosas, el informe elaborado por la ASF
debe servir de base para que los legisladores, los partidos políticos
y el propio gobierno federal emprendan las necesarias reformas legales
del sector eléctrico nacional con base en datos objetivos y análisis
reales, no mediante afirmaciones sesgadas o con terceras intenciones. Cierto,
el país requiere actualizar su marco regulatorio para permitir la
modernización y el crecimiento de las empresas públicas del
sector eléctrico, pero tal modificación normativa no debe
atentar contra el patrimonio de todos los mexicanos ni fundarse en afirmaciones
malintencionadas o inspiradas en el dogmatismo neoliberal.
La CFE tiene plena capacidad para desarrollarse y mantenerse
como la entidad rectora y operadora del sector eléctrico de México.
Así lo confirman las auditorías realizadas a su gestión
por el Poder Legislativo. Por ende, la participación de capitales
privados -locales o extranjeros- en la industria eléctrica nacional
no sólo resulta una medida de dudosa legalidad y evidentes riesgos
para la soberanía del país: también es, a juzgar por
el diagnóstico de la ASF, por completo innecesaria.
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