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México D.F. Sábado 10 de abril de 2004

Acudieron a dos unidades médicas penitenciarias

Tras casi 15 años, Cuba permite visita de periodistas extranjeros a cárceles

GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL

La Habana, 9 de abril. Aunque organismos humanitarios han realizado visitas a cárceles cubanas, el ingreso de periodistas extranjeros a dos unidades médicas penitenciarias en La Habana, la semana pasada, fue la primera de su tipo desde hace unos 15 años.

En el tercer día de trabajos del primer Congreso Cubano de Medicina Penitenciaria, realizado por el Ministerio del Interior y abierto a la prensa extranjera acreditada en Cuba, los delegados visitaron el Hospital Nacional de Reclusos (HNR) en el Combinado del Este, un centro carcelario en el extremo oriental de la capital, y la unidad médica de la Prisión de Occidente para Mujeres, en el municipio de La Lisa, zona semirrural del suroeste de la capital.

Periodistas veteranos de la plaza recordaron que entre 1989 y 1990 algunos reporteros extranjeros pudieron visitar presos políticos en sus celdas, pero nada parecido había ocurrido desde entonces.

Esta vez la apertura de las secciones médicas y el acceso al congreso del Ministerio del Interior coinciden con la polémica sobre Cuba, que emerge anualmente desde hace más de una década en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

La caravana de autobuses con delegados y periodistas se internó en el acceso al Combinado del Este, una vereda que serpentea entre la tupida vegetación tropical que se levanta como muralla natural.

Después de los retenes de rigor y una doble cerca con alambre de púas, a la izquierda se observaba un campo deportivo, donde decenas de presos jugaban beisbol y futbol y algunos entrenaban caminata; al fondo están los bloques de celdas y a la derecha una sección más, detrás del cual está el HNR.

Julio Angarita, un negro que vestía camiseta roja, quien tiene una sentencia de 20 años por robo con violencia, dio la bienvenida al grupo.

"La sociedad nos espera sanos, cultos, preparados", expresó el recluso ante un micrófono. "Eres grande, Fidel (en alusión al presidente Castro), porque nos diste a todos reforma agraria, educación, bienestar y gallardía".

El hospital olía esa mañana a pintura fresca e insecticida. Su director, el doctor Aurelio González Saldívar, informó que la unidad acaba de ser remozada.

Es un hospital con laboratorios, atención dental, guardia y unidad de urgencias, terapia y cirugía, con tres salas de operaciones, que ofrece también atención de especialistas a los recluidos en la zona occidental del país.

El médico teniente coronel Carlos Alberto Espinosa, especialista en ortopedia y traumatología y jefe de urgencias, explicó que, con 15 a 20 casos diarios, entre pacientes de la capital y de provincia, las principales demandas de su servicio son las crisis de asma bronquial y de hipertensión. "Han bajado mucho las agresiones y la violencia", subrayó.

En el extremo opuesto de la ciudad, la penitenciaría femenil también está rodeada de palmeras y platanales, pero con más claros. Dentro del penal hay una zona de cultivo, que atienden las reclusas.

Los reporteros fueron admitidos en un edificio de oficinas de dos plantas y luego en un primer bloque de reclusión, donde están las zonas de atención médica y materno-infantil.

Yamira Martínez, una joven de cabello rubio y ondulado, de 25 años de edad, de bata blanca, estaba en su puesto de asistente de rayos X. Afirmó que, bajo la tutela del radiólogo Pedro Ojeda, está aprendiendo la especialidad.

Antes empleada en una tienda que opera en dólares, Yamira agregó que está detenida sin juicio desde septiembre pasado y espera la acusación formal y el proceso por robo.

La unidad materno-infantil es un corredor con celdas que estaban adornadas con motivos infantiles y juguetes. El año pasado hubo ahí 37 nacimientos y 48 embarazadas, informó el director médico del penal, Orestes González, de 28 años de edad y con un año en el cargo. Ahora tienen 13 bebés y nueve embarazadas.

Los niños pueden estar hasta cumplir un año de edad con la madre, que pasa el lapso en esa unidad, con vigilancia médica y dieta reforzada. Si ella debe seguir en prisión, el menor queda en custodia del padre, de otro familiar o en centros oficiales para niños huérfanos o abandonados.

Ahí estaba Sara Hernández Valdés, una gruesa abogada de piel negra y 36 años de edad, instructora en el programa audiovisual carcelario, sentenciada a 12 años de prisión por falsificación de documento público, pero que espera salir en pocas semanas gracias a una rebaja por buena conducta.

Saldrá con su hijo Pablo Rafael, de siete meses, cuyo padre, Ronald Reynolds, está en el Combinado con una sentencia de seis años. Ambos se conocieron en prisión, a través de un mecanismo de correspondencia entre internos que buscan pareja.

Cerca está la biblioteca, donde una de las encargadas dijo que los libros más solicitados son las novelas. De todas, la más popular es de Gabriel García Márquez: El amor en los tiempos del cólera.

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