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México D.F. Jueves 1 de abril de 2004
Confesiones hechas bajo amenazas los mantuvieron
en una prisión de alta seguridad
Libres luego de 2 años, cuatro jóvenes
vascos acusados de pertenecer a ETA
El maltrato es posible porque una legislación
del Estado español lo avala: parlamentaria
ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL
Madrid, 31 de marzo. Cuatro jóvenes navarros,
de menos de 35 años y simpatizantes del independentismo vasco, vivieron
los últimos dos años en prisiones españolas de alta
seguridad sometidos a un riguroso régimen carcelario justificado
por las graves imputaciones en su contra: asesinato y pertenencia a banda
armada, en este caso al grupo vasco ETA. Desde el pasado martes fueron
puestos en libertad tras probar que la declaración policial -la
única prueba en que se basó la justicia para mantenerlos
cautivos- se obtuvo mediante torturas y malos tratos.
Ainara
Gorostiaga, Mikel Soto, Aurken Sola y Jorge Txokarro sufrieron en carne
propia la severidad de la legislación antiterrorista española
y la escasa rigurosidad judicial que se ha hecho patente, al menos en ocasiones,
en los procesos relacionados con las actuaciones criminales de la organización
armada ETA. Todos ellos se salvaron de una posible condena de 30 años
de cárcel gracias al hallazgo policial de un documento interno de
ETA, y a que dos presuntos etarras detenidos en Francia confesaron la autoría
del asesinato de José Javier Mujika, edil de Leiza por Unión
del Pueblo Navarro (UPN, derecha), muerto el 14 de julio de 2001 víctima
de la explosión de una bomba lapa colocada en su vehículo.
Su historia se inicia a finales del siguiente febrero,
cuando un presunto etarra detenido en Francia pronunció ante la
policía el nombre de Mikel Soto, lo que suscitó un operativo
de la Guardia Civil española en su casa de Pamplona, que compartía
con Ainara Gorostiaga, su pareja. Los dos permanecieron incomunicados y
sometidos a severos interrogatorios durante cinco días, en virtud
de la ley antiterrorista vigente; Gorostiaga, "desesperada" y "aterrorizada"
por el trato que recibía, decidió firmar una declaración
policial en la que sostenía que ella y los otros tres detenidos
eran los autores del atentado contra el edil de Leiza.
Diez días después de su detención
comparecieron de la mano de su abogada ante el juez de la Audiencia Nacional,
Guillermo Ruz Polanco, para negar la declaración y denunciar que
ésta se había obtenido luego de torturas y malos tratos.
Lejos de investigar los hechos, el magistrado confirmó las imputaciones,
decidió abrirles otro sumario por "pertenencia a banda armada" y
ordenó la prisión incomunicada e incondicional en su contra,
que justificó por la "gravedad de los hechos" y la existencia de
"pruebas suficientes". A pesar de que la única "prueba" que tenía
la justicia española era la declaración policial de Gorostiaga,
el juez ratificó la prisión de los cuatro jóvenes
navarros.
Su liberación sin cargos, firmada por el juez Baltasar
Garzón, sólo fue posible gracias a una comisión rogatoria
procedente de la justicia francesa en la que se informaba que los presuntos
etarras Andoni Otegi y Oscar Celarain, detenidos el 10 de septiembre de
2002, habían confesado su implicación en el atentado contra
el edil. Los jóvenes navarros tampoco fueron liberados cuando se
cumplieron los dos años que fija la ley como plazo máximo
para celebrar juicio o revisar su situación procesal.
Mikel Soto, ya en libertad, señaló ayer
en entrevista a Radio Euskadi que "ahora estamos contentos por vernos de
nuevo en la calle, pero a la vez con una tremenda rabia interior por lo
que han hecho con nosotros en estos dos años desde que nos detuvieron,
torturaron y encarcelaron". Soto lamentó que en todo este tiempo
"muchas personas no creyeron en nuestra inocencia y ahora se rasgan las
vestiduras para decir que, efectivamente, no hemos sido nosotros, ya que
tan inocentes somos ahora como lo éramos hace dos años",
tiempo en el que confesó haberse sentido "como una marioneta".
Amaya Izco, abogada de los cuatro afectados, explicó
a La Jornada que el origen del encarcelamiento de los cuatro navarros
se basó exclusivamente en la declaración policial de Ainara
Gorostiaga, quien "en su desesperación empezó a decir cosas,
algunas que le impuso la policía y otras que ella misma se inventó,
para que le dejaran en paz. Por eso firmó todo lo que quiso la Guardia
Civil y lo que se le ocurrió en esos momentos de desesperación,
pero cuando la llevan ante el juez, sin asistencia legal, ella le dice
que no hay nada de cierto en esa declaración y que ha sido obtenida
contra su voluntad y por medio de la tortura y el maltrato".
La abogada explicó que sus defendidos "sufrieron
de todo; golpes, vejaciones, amenazas, los envolvieron en mantas, les quitaron
la ropa, los mantuvieron descalzos mucho tiempo y les dijeron barbaridades
contra ellos y sus familias". Izco añadió que a pesar de
las denuncias y la fragilidad de las pruebas en su contra, el juez justificó
la prisión ante la supuesta "gravedad de los hechos".
La historia de estos cuatro jóvenes navarros desató
la indignación y las críticas de diversas formaciones políticas
del País Vasco, entre ellas la del propio consejero de Justicia
del gobierno autonómico, Joseba Azkarraga, quien reclamó
la "suspensión cautelar" del juez Garzón por su actuación
en este proceso, al tiempo que pidió al Consejo General del Poder
Judicial (CGPJ) una "investigación a fondo" de este caso.
El consejero vasco calificó al juez Garzón
de ser un "peligro para la credibilidad de la justicia". Jone Goirizelaia,
parlamentaria de la izquierda abertzale y prestigiosa abogada, criticó
la legislación antiterrorista española al considerar que
"no sirve para erradicar este tipo de prácticas de tortura", ya
que se niega "al detenido que se le reconozca el derecho de contar con
un abogado y un médico de confianza". Goirizelaia añadió
que "la tortura es posible porque en el Estado español existe una
legislación que permite que esto suceda".
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