México D.F. Jueves 1 de abril de 2004
Insurgentes, los seguidores de Hussein; terroristas,
los de Al Qaeda: general Kimmit
Evocan a Somalia, los sucesos en Fallujah
En versión truncada y censurada, las imágenes
que vieron en Occidente sobre la matanza
ROBERT FISK THE INDEPENDENT
Bagdad, 31 de marzo. ¿Qué pasó
con la Autoridad Provisional de Coalición (APC), también
conocida como potencia ocupante? Las co-sas se ponen peores, mucho peores
en Irak. Los horrores de hoy lo demostraron. Sin embargo, apenas un día
antes, el general brigadier Mark Kimmit, subdirector estadunidense de operaciones
militares, nos aseguró que había apenas una "leve alza" de
la violencia. No una ola repentina de violencia, no un incremento, ni siquiera
un "repunte", otra de sus expresiones favoritas. Nada de eso: sólo
una minúscula, pequeñísima, inocente "alza". De hecho,
lo dijo así: una "leve alza".
Se
nos engarrotaron los dedos al hacer anotaciones, de tan rápido que
enumeraba Kimmit los incidentes de esa "alza". Un vehículo de la
infantería de marina volado en el camino, cerca de Fallujah, con
un marine muerto; un segundo ataque con fuego de armas ligeras a
ese mismo contingente, un ataque a una estación de reclutamiento
de paramilitares iraquíes en la avenida 14 de Julio, un soldado
muerto cerca de Ramadi, dos británicos heridos en hechos de violencia
en Basora, un ataque suicida contra la casa del jefe de la policía
de Hilla, un iraquí baleado en un retén, soldados estadunidenses
heridos en Mosul. Todo esto apenas 17 horas antes de que civiles de Fallujah
arrastraran los restos achicharrados de varios occidentales por las calles
de su ciudad.
Cuando pasa uno por los embellecidos prados y villas de
la Zona Verde de Bagdad, experimenta una extraña sensación:
es un lugar tan aislado, tan ostentosamente seguro -de seguro no tiene
nada, pues con regularidad disparan morteros hacia ese conjunto-, que no
tiene contacto con el mundo exterior.
Allí vive el procónsul estadunidense, Paul
Bremer, en lo que fue el palacio de Saddam Hussein. Faltan menos de cien
días para la fecha en que entregará la "soberanía"
al nuevo gobierno elegido por Estados Unidos, el cual organizará
elecciones en fecha aún sin determinar. Dentro de los muros de ese
palacio, la potencia ocupante cree en el optimismo, el progreso y el desarrollo
político.
En cuanto a los iraquíes de la provincia de Anbar,
donde hoy perecieron cinco soldados estadunidenses también por un
bombazo y donde por lo menos cuatro extranjeros fueron asesinados, Kimmit
señaló el martes -he aquí una cita que será
perpetuada en los libros de historia- que los marines en Fallujah
"están muy complacidos de la forma en que avanzan progresivamente
hacia adelante".
Cada semana es así. De las ardientes y peligrosas
calles de Bagdad, con sus cortes de energía y el fuego de armas
-y un montón de "alzas" de violencia de las que nunca se informa-
nos desplazamos por palizadas de cilindros de concreto, retenes y puestos
de revisión hacia un vasto centro de conferencias, dotado de aire
acondicionado, cavernoso recinto saddamita construido en 1981 para las
reuniones cumbres del presidente.
Junto a Kimmit siempre se yergue la figura, más
espectral, de Dan Senor, vocero de la APC, quien con sus espejuelos, su
mala catadura y las ocasionales miradas amedrentadoras que lanza al general
cuando éste enfrenta una pregunta espinosa, hace recordar a esos
doctores que carraspean antes de aconsejar en voz baja a sus pacientes
que vayan arreglando sus asuntos pendientes.
Así ocurrió cuando le preguntaron a Senor
si el director del semanario chiíta Al Hawza -cerrado en
fecha reciente por docenas de policías y soldados- había
recibido advertencia previa de lo que podría ocurrir. Conforme a
la ley de la APC, respondió Senor con arrogancia, no era necesario
emitir ad-vertencias a los periódicos. Más de 200 han brotado
desde la "liberación", pero la APC no va a "tolerar" ninguno que
estimule "la violencia contra las fuerzas de la coalición".
Pero se suponía, como de costumbre, que ésta
iba a ser la Semana de las Buenas Noticias. Bremer estaba en pláticas
sobre el presupuesto del Ministerio de Educación para 2005 y había
acudido a una reunión de "cabildo" de niños de escuela iraquíes.
Ese mismo ministerio había llevado a cabo un simposio de 200 líderes
civiles y religiosos del país referente al desarollo del sistema
educativo, y entre Basora y Un Qasr se estaban mejorando 56 kilómetros
de vías férreas.
Entre tanto, en Bagdad, las "fuerzas de la coalición"
-es decir, las de Estados Unidos- habían llevado a cabo 620 patrullajes,
otros 254 en la zona centro-norte, una incursión y el arresto de
ocho "sospechosos de anticoalicionistas (sic)". Las fuerzas de Estados
Unidos -esta parte la dijo el general Kimmit- continuaban "llevando a cabo
operaciones de precisión contra elementos anticoalicionistas y enemigos
del pueblo iraquí".
Esta última frase sonó positivamente so-viética.
¿Acaso el Ejército Rojo no realizaba operaciones contra "elementos
antisocialistas y enemigos del pueblo afgano"?
Pero había un giro interesante -horriblemente irónico
a la vista de la carnicería de hoy- en la narración de Kimmit.
¿Por qué, le pregunté, se refería en unas ocasiones
a "terroristas" y en otras a "insurgentes"? Sin duda, si uno podía
saltar de terrorista a insurgente, en el próximo brinco podría
llegar a ser "luchador por la libertad".
Senor lanzó al general una de sus miradas amedrentadoras.
No necesitaba haberse molestado. Kimmit es un operador mucho más
sutil que su contraparte civil. Hay, explicó el general, "elementos
del régimen anterior, tal vez adiestrados en el ejército
iraquí", que tienen "cierta idea de que pueden regresar". Resultó
que éstos son los "insurgentes", los que atacaron a los soldados
y el cuartel de policía en Fallujah. Luego están los "terroristas",
que cometen "espectaculares ataques suicidas". Entre ellos están
Al Qaeda y Zarqawi -el nuevo espantajo que los estadunidenses agigantaron
el mes pasado para nuestro consumo- y otros grupos que atacan al ejército
iraquí, hoteles, mezquitas, festivales religiosos, Kerbala, Bagdad...
Parece, pues, que ahora coexisten en Irak terroristas
buenos y malos, insurgentes co-munes y terroristas de suprema maldad, como
aquellos contra los que George W. Bush nos lanzó a guerrear cuando
no había ningún terrorista por aquí, aunque sí
los hay ahora.
La cuestión, claro, está en que Kimmit definió
a los hombres armados de Fallujah como meros "insurgentes". Después
que los cuerpos de occidentales fueron arrastrados este miércoles
por las calles de esa ciudad musulmana sunita -se informó que por
lo menos uno era estadunidense-, dudo que vuelva a usar esa palabra.
Y en eso reside el problema. Desde el interior de la Zona
Verde, en las riberas del río Tigris, uno puede creerse cualquier
cosa. Cuando un atacante suicida estrelló por accidente su camión
contra un minibús en Bagdad, hace dos meses -perseguía a
un convoy estadunidense- y mató 20 personas, la potencia ocupante
afirmó que fue un incidente de tránsito. En realidad, soldados
estadunidenses nos dijeron en el lugar de los hechos que el atacante había
detonado sus explosivos con granadas de mano, una de las cuales yacía
aún en la calle.
Crisis de credibilidad
Cuando, hace dos semanas, otro atacante voló el
hotel Jebel Lubnan en Bagdad, y ma-tó a 17 personas, las autoridades
dijeron que sólo siete habían perecido. Para entonces The
Independent había contado 11 cadáveres. Luego resultó
que los poderes constituidos hablaban sólo de las víctimas
en el hotel, no las de edificios adyacentes. ¿Hasta dónde
podrán sostener las potencias ocupantes el impulso de esta guerra
antes que el mundo deje de creer en lo que dicen?
En la Variedad de las Cinco de este miércoles,
dos soldados estadunidenses armados hacían guardia en ambas puertas
-nos observaban a nosotros, no el acceso a las puertas- mientras un telón
de fondo mostraba un enorme escudo con las palabras "Igualdad, Seguridad,
Libertad, Justicia".
Cuando llegamos, unas amplias pantallas brillaron con
una serie de ominosas advertencias: "No tomar fotos del edificio." "La
zona que queda frente al podio está fuera de límites." "Bajo
ninguna circunstancia tomar fotos de los puntos de revisión de la
coalición" (...) "Bienvenidos".
¿Percibí entre mis colegas un apresuramiento
del paso cuando regresamos, por esas miles de toneladas de concreto, al
esmog y al miedo de las calles? Puede que Bagdad sea peligrosa, pero al
menos está en el planeta Tierra. El problema es que el mundo real
en el que viven los iraquíes -y al que nosotros viajamos- es repulsivo,
brutal y potencialmente pequeño.
Cuando lo hacemos notar, nos llaman pesimistas, periodistas
que quieren el fracaso. Y cuando un baño de sangre llega a las pantallas
de televisión, nos piden censurar lo peor de la carnicería.
Por lo tanto, el arrastramiento de los cadáveres mutilados y rostizados
por las calles de Fallujah, este miércoles, no fue mostrado en la
televisión occidental: sólo se transmitió una versión
trunca y fuertemente censurada, porque las imágenes eran "demasiado
grotescas para exhibirlas".
Sin embargo, los iraquíes vieron esas escenas.
Y nosotros también. Parecían de Somalia. Lo más que
pudieron decir las autoridades es que fueron "particularmente brutales".
¿Particularmente? Es un escándalo.
Este miércoles estaba yo afuera de una instalación
occidental de oficinas en Bagdad, observando cómo se erigía
un muro de concreto más alrededor de ella. Había milicianos
iraquíes armados en cada esquina. Si el palacio de Bremer parece
ahora la sede del viejo rajá británico, la oficina que visité
comenzaba a semejar la residencia británica de Lucknow durante el
motín en India.
A eso hemos llegado ahora. Y todavía Bremer y los
hombres y mujeres de la Zona Verde siguen soñando.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya
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