México D.F. Jueves 1 de abril de 2004
Mueren cinco soldados estadunidenses en atentado
con bomba de la resistencia iraquí
Cuatro contratistas occidentales, mutilados, apedreados
y quemados
En Fallujah, después de la matanza colgaron los
cadáveres de un puente; decapitado, uno de ellos
Casi a diario, los ataques contra extranjeros, pese
a las declaraciones optimistas del ejército de EU
ROBERT FISK THE INDEPENDENT
Bagdad, 31 de marzo. "Los cuerpos colgaban cabeza
abajo a cada lado del puente. No tenían manos, ni pies y uno estaba
decapitado". Mi viejo amigo iraquí conducía por la entrada
a Fallujah justo después de ocurrida la matanza. Temblaba cuando
me contó lo que vio.
Agregó: "Colgaban de cabeza so-bre la carretera,
de ese puente en el que solían circular los trenes y que ahora es
para el tráfico automovilístico. La gente pasaba sobre el
puente en sus autos, como si no sucediera nada, sin reparar en los cuerpos".
Ese
viejo puente de ferrocarril está en el lado oeste de la ciudad sunita,
en los suburbios que se extienden a lo largo del río Eufrates, y
los cadáveres colgaban del puente, construido por los británicos,
a 1.80 metros del pavimento.
"Cuando nos fuimos no había helicópteros,
no habían llegado la policía ni los soldados. Todo parecía
normal, excepto por los cuerpos. Estaban calcinados. No se sa-bía
si eran hombres o mujeres".
De hecho, cuatro occidentales fueron masacrados el miércoles
en Fallujah; todos eran contratistas de los estadunidense y aparentemente
estaban armados cuando fueron sa-cados de los autos en que circulaban por
el centro de la ciudad; mutilados, apedreados, quemados y golpeados con
tubos de hierro.
Uno de ellos fue decapitado y después arrastrado
por las calles, atado a un automóvil. Lo que más tarde fue
descrito por las autoridades angloestadunidense como "un crimen particularmente
brutal" -un comentario demasiado moderado ante tal barbaridad- se veía
muy real en la cinta de video que grabaron camarógrafos iraquíes
en Fa-llujah, pero cuyas imágenes no fueron transmitidas por estaciones
televisivas occidentales.
Miércoles especialmente terrible
Otro habitante de Fallujah dio una espeluznante descripción
de cómo los hombres rogaban por sus vidas después de haber
sido sacados con violencia de sus automóviles. "Los empaparon con
gasolina y les prendieron fuego", dijo.
Fue un día especialmente terrible en Irak. Cinco
marines estadunidenses también fueron asesinados a sólo
32 kilómetros de Fallujah al estallar una bomba a un lado de la
carretera, y 15 iraquíes resultaron heridos por un coche bomba en
la ciudad de Baaquba, que fue colocado para que estallara al paso de un
convoy policial iraquí.
Como de costumbre, los muertos iraquíes no fueron
contabilizados por los poderes de la ocupación. Pero la matanza
de los contratistas quedó consignada en las cintas que serán
recordadas por todos los que las vieron, y por los árabes que fueron
capaces de verlas en su totalidad y sin censura, en sus propios canales
televisivos.
Dichas cintas mostraban dos ve-hículos quemándose
y dos hombres tirados a un lado. Uno de ellos, claramente occidental, yacía
sobre su espalda, con pantalón café y con la camisa abierta
que dejaba su pecho al descubierto.
Una marea de combustible ar-diente envolvía el
cadáver, cuyas manos se encontraban tiesas y en-cogidas como garras
sobre su pe-cho. La multitud gritaba. Muchos civiles corean Allah Akhbar;
"Dios es grande", o "Fallujah será libre".
Luego, alguien usó un gancho de metal para sacar
otro cadáver en llamas de debajo del segundo vehículo. Jóvenes
hacen la V de la victoria hacia la cámara de video, al tiempo que
un hombre recogía un tubo de hierro y con él golpeaba repetidamente
los restos carbonizados. Otro hombre se adelanta y patea la cabeza del
cadáver hasta que ésta se separa completamente del cuerpo.
Debacle estadunidense
Fueron los horrores de Irak del miércoles; imágenes
que habrían recordado al mundo la debacle es-tadunidense, de haberse
difundido fuera de Medio Oriente, porque después la multitud ató
uno de los cuerpos con cinta adhesiva amarilla a la defensa trasera de
un auto.
El cuerpo arrastrado rebotaba sobre la calle principal
de Fallujah en dirección al puente sobre el Eufrates. La gente seguía
al vehículo saltando y riendo.
Automovilistas y camioneros hi-cieron sonar las bocinas,
impacientes por rebasar al obsceno cortejo, como si estos horrores ocurrieran
todos los días en Irak. Que no llegue a ser así, fue por
lo que muchos occidentales rezaron esta noche aquí.
Uno de los hombres asesinados -quien en palabras de un
iraquí fue "sacrificado como una oveja"- al parecer llevaba al cuello
la placa metálica de identificación propia de los militares.
Un pasaporte estadunidense estaba junto a otro de los
cadáveres. Un civil del lugar dijo que los mu-jaidines -los
combatientes san-tos-- arrojaron una granada dentro de cada uno
de los autos antes de sacar de ellos a sus ocupantes.
En las últimas semanas los ataques contra extranjeros
han ocurrido casi a diario: dos finlandeses fueron ultimados junto con
un contratista británico y otro canadiense; dos trabajadores humanitarios
estadunidenses, uno de ellos mujer, además de dos misioneros de
la misma nacionalidad, uno de ellos mujer. Hacía dos meses que no
había esta cantidad de estadunidenses muertos.
Apenas el martes, el general Mark Kimmit, subdirector
estadunidense de operaciones militares en Irak, alardeaba de que los marines
de su país en Fallujah ya tenían menos problemas de seguridad
y que estaban "muy satisfechos por la forma en que se está progresando".
Aún más irónico fue el hecho de que en una conferencia
que ofreció este mismo día, de manera sorprendente hizo una
distinción entre "terroristas" e "insurgentes".
Aseguró, horas antes de la pe-queña masacre
de este miércoles, que la violencia en Fallujah es obra de los "insurgentes".
Explicó que éstos son "antiguos miembros del régimen
derrocado y tal vez entrenados por el ejército iraquí", quienes
atacan a soldados y estaciones policiales en Fallujah.
Según él, los terroristas, en cambio, perpetran
"ataques suicidas espectaculares" contra barracas del ejército iraquí,
hoteles, mezquitas y festivales religiosos en Kerbala y Bagdad. Kimmit
insistió en que estos grupos incluyen a Al Qaeda, Zarqawi -el último
"coco" al que le han hecho publicidad los estadunidenses- y otros grupos.
La verdad es que la mayoría de las unidades estadunidenses
no han reportado la presencia de algún "combatiente extranjero";
y pese a lo que Kimmit afirma, el ejército estima que el creciente
número de ataques está siendo perpetrado por organizaciones
guerrilleras locales.
Es el mismo viejo problema que los estadunidenses han
enfrentado desde el principio: explicar por qué quieren asesinar
los iraquíes a quienes supuestamente vinieron a "liberar" el país
árabe.
El palacio del procónsul estadunidense, Paul Bremer,
está ahora rodeado de inmensas barreras de concreto y acero, puestos
de control hechos con sacos de arena, rejas de hierro y escuadrones estadunidenses
fuertemente armados. Aun así, los terrenos de esa propiedad son
blanco del fuego de morteros casi todas las noches. ¿Qué
extranjero o, para el caso, iraquí está seguro ahora?
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca
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