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México D.F. Martes 23 de marzo de 2004

Teresa del Conde

El cenáculo de Leonardo restaurado

En mayo de 1999 concluyó la más reciente restauración -duró más de 20 años- de La última cena, de Da Vinci, en el complejo dominico de Santa Maria delle Grazie en Milán. Vasari en sus Vidas refiere que la pintura ya se había deteriorado, debido a que Leonardo eligió pintarla ''al seco" y no al fresco. ƑPor qué lo hizo así? Hay miles de interpretaciones, el caso es que eligió una técnica propia para las pinturas sobre tabla.

Al realizarla por encargo de Ludovico el Moro, sus métodos experimentales de carácter científico lo conminaban a la consecución de una obra ''perfecta" desde el ángulo de la composición, que implicaba el uso exacto de la perspectiva central, misma que converge en el ojo derecho de Cristo y resulta fácil comprobarlo hasta por medio de una tarjeta postal. La idea de que la presencia allí de Jesús con los apóstoles prolongara la de los frailes allí reunidos, rigió la composición. La pared en la que fue pintada La última cena da al norte y colindaba entonces con la cocina del convento; además de este inconveniente mayúsculo, el sitio era muy húmedo.

Hay registrado un sinnúmero de restauros desde 1726 en adelante, pero inclusive en vida de Leonardo los hubo y en 1517 se dijo que el muro era ''guasto" (arruinado). Ya en el siglo XX se intentó estraparla, pero el diagnóstico de entonces lo desaconsejó y todavía pueden verse las calas que dieron origen al intento.

Entre el 13 y el 16 de agosto de 1943 dos bombas cayeron en ese lugar. La primera involucró sólo a la iglesia; la segunda, de dos toneladas, derrumbó la biblioteca y algunos muros del refectorio. La Soprintendenza junto con los frailes habían protegido sólo ese muro, mediante unas estructuras tubulares dobles, en las que colocaron con sumo orden sacos de arena que fungieron como elementos de contención y de aislamiento. Las medidas hubieran resultado inútiles de caer la bomba sobre ese muro, en cuyo caso no existiría vestigio de la pintura, pero no sucedió así y ''la instalación" (eso parece en foto) fue muy eficaz contra derrumbes adyacentes.

Este es el preámbulo para el espectador antes de ingresar al refectorio, que admite 25 visitantes durante 15 minutos. Las filas que se forman, llueva o truene, para ver el cenáculo son impresionantes y se debe reservar boleto con meses de antelación. Sin esa providencia pude ingresar sin pagar boleto. No importaba mi condición de storica dell'arte ni de periodista, sino que soy mexicana y así me identifiqué.

En el discreto vestíbulo que sirve de sala de espera se pueden ver fotografías de las medidas protectoras y de los resultados del bombardeo. Despues de éste, el muro fue cubierto, casi inmediatamente, con un grueso manto impermeable que el superior dominico consiguió en Piacenza. Las fotos, todas fechadas, dan cuenta del deplorable estado de la basílica, con un hoyo inmenso en el crucero y las zonas vecinas convertidas en escombros.

Yo había estado allí, hace unos 30 años. Se podía visitar el refectorio, muy mal iluminado. La idea de la composicion leonardesca con sus principales lineamientos era perceptible, gracias al restauro de 1953. No es más nítida ahora que entonces, pero es mucho menos oscura, inclusive irradia luz (está estupendamente iluminada, pero el mecanismo queda oculto) y hay partes que no habían sido victimizadas mediante invenciones restauratorias.

Este último trabajo fue realizado a costa del gobierno de Milán y una mujer, Pinin Brambilla, fue quien encabezó el equipo que lo desarrolló. En mayo de 1999 empezaron las filas incontenibles de visitantes con ingreso reservado que al pagar su billete mucho han hecho para acarrear beneficios a la Sobreintendencia.

La última cena y sus vicisitudes han sido objeto de centenares de volúmenes. Pero las críticas al reciente restauro empezaron de inmediato partiendo de expertos de las universidades de Oxford y Columbia.

Como sea, la sensación de estar allí, ante una obra de siglos, que con su padecimiento congénito ha logrado resurgir como la pieza artística quizá más venerada en el mundo, produce una emoción capaz de sacar lágrimas.

Ocurre que después de tantos años de invisibilidad, la pintura, que al parecer fue originalmente pintada al temple, no al óleo como se ha creído, aparece ante los ojos como una resurrección. No hubo intención de rellenar las faltantes y eso es un acierto, digan lo que quieran quienes han alzado la voz contra Brambilla.

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