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México D.F. Martes 23 de marzo de 2004

Marco Rascón

Deslinde es futuro

No en nuestro nombre. A veces pasan más cosas en 10 días que en 10 años. La velocidad y la crónica de los acontecimientos, en un momento de quiebre histórico, generan hechos para analizar durante décadas.

Hoy, en estos días, la izquierda mexicana recordará estos tiempos como el paradigma de lo que sucede cuando se ha perdido la independencia y la identidad propia en un supuesto avance que carecía de contenido y olvidaba los propósitos originales.

Se podía cargar con todas las represiones y golpes de autoritarismo, pero no con el estigma de corruptos. El viejo Miguel Nazar Haro, desde su celda, cavilaría que con sus salas de tortura y desapariciones generó respuestas que llenaron las calles, sin imaginar que una maniobra como la de un agente disfrazado de empresario, como Carlos Ahumada, daría el gran golpe del diablo: igualar a todos en el pecado y pretender exhibir a la izquierda como parte de la misma corrupción ancestral del país.

Campo fértil para penetrar al Partido de la Revolución Democrática fueron las prácticas ilegales, la condescendencia, la impunidad y la simulación. Los grupos que hicieron su objetivo central controlar el aparato del partido y vivir de sus prerrogativas sirvieron de conducto para que los viejos adversarios invadieran y controlaran las estructuras del PRD.

Mediáticamente, primero los encumbraron; en privado, les festejaron su cambio de vida y discurso. La vieja oligarquía les pidió, a cambio de protección, la desmovilización de su propia base de sustentación y lo hicieron. Internamente se impuso el imperio de la impunidad y la ilegalidad.

El octavo Congreso Democrático, realizado el pasado fin de semana, ha creado las condiciones para liberar no sólo al PRD, sino a la izquierda en su conjunto. Se ha hecho el esfuerzo por convocar nuevamente a todos aquellos que han luchado y a las cuatro generaciones que con su esfuerzo empujaron los cambios y transformaciones políticas y sociales en el país.

La lucha por la democracia y un nuevo rumbo económico ahora tiene sustentación, porque el PRD ha sido recuperado como instrumento de combate. La exhibición de la corrupción en el PRD era parte de la estrategia de la nueva ola privatizadora, al pretender dejar sin ética ni discurso la defensa del petróleo, de la electricidad.

La vieja oligarquía hizo uso de la infiltración y de una nueva forma de guerra sucia para anular toda posibilidad de la izquierda para ser referencia frente a la descomposición que vive el país. El golpe diseñado pretendía dejar el paso libre al Partido Revolucionario Institucional para la restauración, pues para esa vieja oligarquía el PRI sigue siendo el único aparato que le da garantías y ese instituto político sólo puede tener presencia sobre la base de que el país esté en ruinas y otras referencias políticas.

No obstante, fue muy breve el gusto de la vieja oligarquía por acabar con el PRD.

A menos de 20 días de golpe y exhibición de la corrupción que había copado y neutralizado al PRD se realizó el octavo Congreso, que ha definido como su principal tarea reorganizar el partido en todo el país, desde sus comités de base, municipales, estatales y regionales, bajo el criterio de la unidad en torno a la declaración de principios, el programa y la defensa de la legalidad como base de la identidad partidaria.

La oligarquía tiró el golpe sobre un montón de arena en descomposición. Un golpe sobre las ruinas de los grupos que fueron cooptados y que fueron el vehículo para ocupar las siglas del PRD y asilarlo de sus propios objetivos e historia.

El 20 y 21 de marzo, justamente al entrar la primavera, se realizó el octavo Congreso Democrático con asistencia de más de 700 delegados procedentes de 20 estados del país. El acto tuvo un costo de 25 mil pesos, aportados por los propios participantes, y se organizó a partir del manifiesto del 5 de mayo de 2003, donde, previamente a las elecciones federales y a las consecuencias derivadas de una campaña marcada por el derroche, la malversación e infiltración de fondos, la derechización y la demagogia, se convocó a una convención nacional que se llevó a cabo a finales de octubre del año pasado.

Este octavo Congreso Democrático, surgido de las convicciones fundacionales, ha desconocido al Comité Ejecutivo Nacional, al Consejo Nacional y a la Comisión de Garantías y Vigilancia. El entusiasmo, patente en los rostros de decenas de delegados, fue evidente, y este mensaje empezó a correr en todo el país, pues no lograron la destrucción del PRD y ahora los miembros del partido son dueños de nuevo de su tiempo y esfuerzos.

En la elección del nuevo Consejo Nacional se utilizó un novedoso método, el cual anuló la existencia de grupos para combatir a otros grupos y se hizo bajo la idea de reconstruir la fraternidad y la unidad a partir de convicciones y objetivos comunes.

Esta decisión no es un acto de paralelismo, sino el deslinde frente a los que se pusieron al margen del partido e hicieron peligrar su existencia. El PRD ha recuperado su historia.

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