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México D.F. Martes 23 de marzo de 2004

José Blanco

Amasijo y confusión

Temerosos o irritados, escépticos o perplejos, los ciudadanos han llegado a esos estados de ánimo como resultado de la conducta inefable de tantos políticos y de sus partidos. La situación política y social se deteriora por días, pero las lábiles instituciones no funcionan y los políticos no se reconocen como los autores de este grave y peligroso estado de cosas.

La política mexicana se ha desenvuelto siempre bajo la lógica amigo-enemigo. Aunque López Obrador, con sus habituales tomaduras de pelo, exprese a la tonta ciudadanía que él no tiene enemigos, sino adversarios. Sabe, sin embargo, que tiene enemigos acérrimos aun en casa y que conforme pasen las semanas los tendrá más y más enconados dentro y fuera del que ya no es tan claro que sea su partido.

Lo mismo ocurre en toda la esfera política. La lógica amigo-enemigo es una escalera en cuyo primer peldaño están las diferencias -ideológicas o de intereses- susceptibles de ser natural y mutuamente reconocidas, y en las que ceder y, por tanto, acordar es posible. Pero conforme se suben escalones, todo acuerdo se va volviendo imposible. La parálisis se apodera de la situación y más arriba -la historia nos lo ha mostrado mil veces- este escalonado continuus remata en la guerra civil o en golpes de Estado, o en la constitución de regímenes dictatoriales, o al menos en sofocantes autoritarismos.

Quienes escribimos, observamos y expresamos lo que vemos. En estas semanas ha habido ríos de artículos periodísticos que señalan y reflexionan sobre el ascenso de la temperatura y la intemperancia en la esfera política, al tiempo que vemos a los políticos cavar sus trincheras (o tumbas), pero no buscan medios para enfriar el caldero político. Reducir el crispamiento creciente no pueden hacerlo los ciudadanos, incluidos aquellos que tenemos el privilegio de poder expresarnos públicamente. Sólo los protagonistas de este juego turbio, que parece querer llegar a las puñaladas.

El crispamiento va en aumento. Y se traduce en vesania aberrante, como el affaire Murat (cualquiera que sea su origen, más aún si se trata de una abominable simulación) o el ominoso reforzamiento del búnker Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, para proteger a su flamante y políticamente troglodita presidenta. La enseñanza de los niños está en manos de una mafia nauseabunda, a la que no existe poder humano que pueda higienizar. Ya se sabe: en una gran cantidad de sindicatos reina un hampa primitiva y rugiente, pero legisladores y partidos no hacen sino expresar su "respeto" a la autonomía y a la vida interna de éstos. Aunque la índole de su autonomía sea una vida mafiosa que gravita sobre la sociedad y le causa daños brutalmente perversos, como lo que ocurre en la esfera educativa o en la generación del fluido eléctrico o en la producción petrolera.

El Congreso de la Unión no es el espacio para alcanzar consensos, sino un lugar más para obscenas batallas campales interpartidistas. Los partidos son eso mismo. Y nadie toma la iniciativa para llegar a acuerdos de trato civilizado. Un ejemplo reciente: Fox envía una iniciativa de ley sobre campañas políticas, precampañas y financiamiento, y recibe, ipso facto, un baño de agua puerca de los senadores Manuel Camacho Solís y Manuel Barttlet Díaz, con un trato despectivo y arrogante. La respuesta no es el compromiso de examinar sus contenidos y constatar si son o no útiles para la vida de la República, sino el señalamiento apriorístico de una falta: no negociaron la iniciativa conmigo.

El corre corre de políticos crispados, los políticos que se arman y atrincheran, la ciudadanía impotente y el gobierno, que ha sido desaparecido por un hado siniestro, definen el momento de la República. En tanto, las normas electorales aprobadas por esos partidos, que acaban de ser reforzadas por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, establecen unos mínimos que, en el contexto de los procedimientos de esas disposiciones, difícilmente pueden abrir cauce a formas de renovación de la clase política.

Optimistas, algunos analistas opinan que todo eso es natural, que la nuestra es una "joven democracia": aún debemos aprender. ƑUsted cree que la clase política, formada bajo los valores infinitamente pervertidos del priísmo (PRI, PVEM, PRD, Convergencia, PT) o de un panismo católico increíblemente distante de las mayorías de este país -especialmente de la mayorías pobres-, puede ser vehículo de la modernización y la civilización de la política mexicana?

Se dirá que es una exagerada generalización, que hay excepciones notables en cualquier partido. Lo excepcionalmente notable es que los notables excepcionales nunca ganan, siempre pierden y están hundidos en el fondo del mar de los truculentos, a quienes hoy por hoy no importan ni el futuro ni el presente de la sociedad, sino alzarse con el poder a cualquier precio.

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