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México D.F. Viernes 19 de marzo de 2004
LA MUESTRA
Carlos Bonfil
Buenos días, noche
Crónica fílmica del secuestro y muerte de Aldo Moro
HACE 26 AÑOS, el 16 de marzo de 1978, Aldo Moro, primer ministro de Italia y líder moral del partido Democracia Cristiana, fue secuestrado por un comando de la organización terrorista Brigadas Rojas. A cambio de su vida el grupo exigía la liberación de presos políticos, sin reclamar ni aceptar retribución monetaria alguna, ni siquiera la avanzada por el Vaticano, que intercedía con una oferta de 150 mil millones de liras. El deseo manifiesto de la organización terrorista era crear con un acto de tal magnitud un enorme impacto político y generar la crisis institucional que condujera a una revuelta general. Aldo Moro permaneció en cautiverio 55 días, la negociación no prosperó, y el resultado fatal es ya una página en la historia italiana que no ha perdido un ápice de actualidad.
BUENOS DIAS, NOCHE, de Marco Bellocchio, de quien la Muestra pasada exhibió La hora de religión, está basada en la novela El prisionero, de Anna Braghetti, antiguo miembro de Brigadas Rojas, quien refiere en primera persona los días que pasó al lado del hombre político. El filme retoma el punto de vista de ese relato y concentra su interés en el conflicto moral que paulatinamente se apodera de la militante Chiara (Maya Sansa), única compañía femenina en el departamento que utilizan como guarida los tres terroristas. Bellocchio, autor también del guión, organiza la narración con precisión de relojería, desde la renta del departamento, con la simulación de identidades nuevas (Chiara aparenta ser la esposa de uno de sus compañeros), y el seguimiento del atentado y sus efectos mediáticos, hasta las secuencias casi cómicas de la llegada del cuerpo y su resguardo detrás de muros falsos. Un clima de paranoia se instala y crece a partir de la presencia de una vecina inoportuna, un bebé testigo mudo, y la jocosa visita de un cura y su monaguillo, quienes logran bendecir el interior de la casa, refugio de terroristas, pese a todo, muy católicos. Es notable la caracterización del propio Aldo Moro a cargo de Roberto Herlitzka, quien mantiene una sobriedad y comportamiento digno que pone aún más de relieve la irracionalidad romántica y criminal de los exaltados. Los cuatro terroristas aparecen en esta crónica fílmica desligados de su propia organización, más poderosa entonces que la banda de Baader/Meinhoff en Alemania.
A UNA VISION más general y compleja del impacto social del secuestro, el realizador de Los puños en el bolsillo (1965) prefiere la rápida caracterización moral de los terroristas como delirantes e ingenuos, intransigentes y anacrónicos. Se deja ver la portada de un libro de Marx-Engels, La sagrada familia, y se les escucha decir frases incendiarias e incoherentes, todo como si se observara a un grupo de adolescentes acelerados. A manera de contraste, se muestra a un grupo de veteranos de la resistencia antifascista, reunidos bajo el sol en un día de campo, entonando viejos cantos revolucionarios.
ES EVIDENTE LA intención de manejar oposiciones simbólicas entre idealismo e irracionalidad, y mostrar a una generación con legítimos combates frente a otra (la de sus propios hijos) empantanada en una lucha estéril. El título mismo de la cinta, Buenos días, noche, establece otro contraste, el de la luminosidad de un idealismo genuino y respetable versus lo tenebroso de inconfesables intereses terroristas. Uno de los mayores aciertos de Bellocchio es presentar su alegato filosófico en términos estrictamente morales, con lo que el personaje de Chiara alcanza una definición estupenda, pero esto mismo señala en la cinta un maniqueísmo evidente. El antiguo niño terrible del cine italiano no vacila en presentar a la generación del 68 una factura amarga de sus quiebras y resistencias morales, de sus colapsos ideológicos, aunque, fiel a su primera vocación de artista, lo hace con lenguaje muy sobrio y a través de una mirada tan perspicaz como desencantada. [email protected]
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