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México D.F. Jueves 18 de marzo de 2004

Recibe constantes llamadas telefónicas de amenaza

La policía de Bagdad, en tensa espera de Al Qaeda

Enfrentamos a delincuentes sin recursos, dice un coronel

ROBERT FISK THE INDEPENDENT

Bagdad, 17 de marzo. El sol resplandece sobre la muralla protectora de tubos de concreto -cientos y cientos de ellos- y el mayor Saad aguarda de pie en el estacionamiento de la Unidad Policiaca contra el Crimen Organizado con un relato que contar. Detrás de él está el cascarón del automóvil de un atacante suicida. "Yo recibí la llamada de Al Qaeda", informa.

"Era un joven de acento iraquí y reconoció que la primera vez fallaron en el intento de matarnos. Pero luego dijo: 'Allá vamos'."

El mayor Saad lleva pistola al cinto -como la mayoría de sus colegas, era policía en el régimen de Saddam Hussein- y sus ojos de mirada inteligente esperan atentos que el reportero haga la pregunta que desea oír.

Así pues, le pregunto qué le dijo al hombre de Al Qaeda que telefoneó. El mayor suspira con alivio.

-Le dije: "¡Vengan, los estamos esperando!"

Tipo rudo este mayor Saad, junto con el coronel Feisel y todos los demás policías de la Unidad contra el Crimen Organizado que persiguen al cada vez mayor ejército de secuestradores iraquíes mientras esperan el regreso de los chicos de Osama. "Tal vez vengan, tal vez no", dice con resignación.

"Pero que vengan", añade. Lo que salvó a la policía en el ataque anterior de este año no fue la palizada de cilindros de concreto, pues fue construida después de esa incursión. En el atentado participaron dos autos, uno para abrir paso lanzándose contra la puerta principal y el otro era el que llevaba la bomba. Pero el segundo también dio en la puerta, con bastante fuerza para tirar de los cables de la batería que detonaban el artefacto.

"Eran 250 kilos de explosivos y cuatro torpedos", señala el mayor Saad. ¿Torpedos? Irak jamás tuvo un solo submarino. Sí, insiste el mayor: cuatro torpedos grandes y brillantes, con aletas en la parte posterior. En tono amable, otro policía nos informa que los torpedos venían de la armada iraní.

Los dos atacantes fueron muertos a tiros por la policía. "Uno llevaba un trozo de papel, lo que podría indicar que era yemenita, aunque ninguno fue identificado oficialmente." De hecho, ni un atacante suicida ha sido jamás formalmente identificado como no iraquí, pese a las reiteradas afirmaciones del gobierno de Bush de que "combatientes extranjeros" están detrás de las agresiones a la policía del país ocupado. Más de 600 policías han sido asesinados en los cuatro meses pasados. Un oficial de la policía y su hermano fueron los últimos en caer a balazos en Bagdad esta semana.

Los policías de Ameriya corrieron con suerte. Después del primer asalto construyeron sus murallas de tubos de concreto. Pero entonces empezaron las llamadas telefónicas.

"El sujeto llamaba más o menos cada semana, pedía que lo pasaran a la Unidad contra el Crimen Organizado y pedía el nombre del oficial que lo atendía", relata el mayor Saad. "Así, la siguiente vez que llamaba preguntaba por nosotros. A mí me llamó dos veces por mi nombre; en las dos ocasiones estaba yo en la guardia nocturna. Sonaba de lo más normal, sólo decía: 'Allá vamos'. No había ninguna prédica religiosa. Sólo decía que éramos 'colaboracionistas' y que nos castigarían por ello.

"No, no era extranjero. Tenía acento iraquí. Era iraquí."

La policía de Irak cree que los grupos sunitas wahabitas de la zona de Fallujah y Ramadi, constituidos en un principio como organizaciones religiosas por Saddam Hussein cuando quiso permitir que los fundamentalistas sunitas tuvieran una salida a sus demandas espirituales, simplemente han adoptado la teología y la causa de Al Qaeda, si bien el mayor Saad insiste en que Osama Bin Laden no tiene causa "porque asesina a inocentes, como en Madrid".

Por desgracia para los policías, millones de árabes creen que Bin Laden sí tiene una causa, y la insurrección que empezó en Fallujah y Ramadi se ha extendido ahora a Baquba, Samara, Mosul, Kirkurk, Kerbala y otras ciudades.

¿Podrá entonces la "nueva" policía iraquí -que tiene un sospechoso parecido con la vieja, puesto que todos los que encuentro fueron también policías de Saddam- proporcionar en verdad los costales de arena humanos que protejan al ejército estadunidense cuando se retire hacia sus cuarteles en Irak, a finales de junio?

El coronel Feisel, que pasa buena parte de su tiempo persiguiendo bandas de secuestradores de Bagdad, es un correoso hombrecillo que mira tanto a sus enemigos hampones como a sus protectores estadunidenses con el cinismo del policía. Dice que hay "una especie de anarquía" entre la fuerza de policía y los estadunidenses porque éstos cambiaron las leyes. "Derogaron las ejecuciones en la horca y por eso los criminales ya no tienen miedo", señala. "Van a los tribunales, allí el juez se encarga de conseguirles un buen abogado y ya no los condenan a la pena capital. ¿Qué podemos hacer? Deberían restaurar la horca mediante un decreto de emergencia y después, cuando hayamos acabado con el crimen, pueden abolirla de nuevo."

Le hago notar que es costumbre que los decretos de emergencia jamás se deroguen, y el mayor Saad interviene para señalar una triste verdad: "Sobre todo en Medio Oriente", y todos asentimos con vigor.

"Además", agrega el coronel, "necesito 30 oficiales de policía, 60 expertos y 100 policías de a pie, y por lo menos 20 vehículos. Y con lo que contamos para toda Bagdad son dos autos y un total de 40 policías. A menudo, cuando nos enfrentamos a bandas criminales, ellos tienen más vehículos y armas que nosotros."

El coronel, quien insiste de manera terminante en que jamás recurrió a la violencia en tiempos de Hussein y que siempre aplicó técnicas "científicas" de investigación -espero que se refiera a huellas dactilares, no a electrodos-, sostiene que las bandas de secuestradores de Bagdad están ahora combatiendo entre sí. Una banda secuestra al cabecilla de otra y advierte al padre de éste que debe pagar miles de dólares para recuperarlo. Son delincuentes que cometen delitos contra otros delincuentes. Luego hay otros que plagian a comerciantes ricos y exigen el rescate a sus padres o familiares.

El viernes de la semana pasada los hombres del coronel Feisel capturaron una banda que había raptado a una adolescente de 14 o 15 años en la zona de Qadamiya y exigió rescate a sus padres. "La encontramos viva", señala otro policía, el mayor Sofian. "Se llamaba Imán. Me temo que fue violada por los secuestradores, pero la rescatamos y los atrapamos."

Me pregunto cuál habrá sido el destino de Imán cuando fue devuelta a su familia en esta sociedad tribal, obsesionada con el honor. Para no hablar del destino del mayor Saad y sus hombres después del 30 de junio.

El mayor está seguro de una cosa. "El tipo de Al Qaeda llama de diferentes números, a veces de teléfonos móviles, a veces de alguna línea local cercana. Volverá a llamar."

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

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