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México D.F. Lunes 15 de marzo de 2004
Raquíticos resultados de la undécima
temporada grande de espaldas al público
Entre 38 "matadores", la revelación fue el tlaxcalteca
José Luis Angelino
En 20 tardes se "lidiaron" 132 toros y se dieron 332
orejas, muchas pueblerinas
LEONARDO PAEZ
En la undécima temporada grande organizada por
el autorregulado de Mixcoac y patrocinadores que lo acompañan se
comprobó, de nueva cuenta, la discreta capacidad del "empresario"
para armar carteles que con criterio taurino combinen ganado y toreros,
siquiera para intentar recuperar la cada día más mermada
lealtad del público que, salvo la mitotera fecha de aniversario
del coso, registró las peores entradas en estos 11 años de
ensayo y error.
Como las diez anteriores, la temporada 2003-2004 en la
Plaza México también se caracterizó por la pobre oferta
de espectáculo, el poco interés por los diestros anunciados,
la miopía del promotor para ver toreros y repetir a los que interesaron
en carteles más atractivos, y por el bochornoso desfile de "afamadas"
ganaderías que ni remotamente respondieron a estándares mínimos
de bravura y trapío, pero cuyos dueños son amigos del empresario.
Salvo confirmadoras excepciones -el encastado aunque débil
encierro de Rancho Seco lidiado en la novena corrida o el claro y repetidor
de Los Ebanos, hasta la decimonovena-, abundaron las reses descastadas,
sosas, faltas de raza y de tauridad, es decir, de características
para dar un espectáculo basado en la emoción, más
que en la dócil repetición.
Promotor encadenado
A
finales de octubre de 2003 el autorregulado de Mixcoac difundió
la peregrina versión de que los toreros españoles no vendrían
a la temporada "en apoyo a Enrique Ponce", por lo que se quiso nacionalista
al anunciar a puros toreros mexicanos, un venezolano y al rejoneador Hermoso,
lo que sus paniaguados aplaudieron como focas.
Pero incongruente como siempre, en la corrida inaugural
el "empresario" anunció al primer español inesperado, Fermín
Bohórquez; en la cuarta, a David Fandila El Fandi -torero de puertos
y fronteras, generosamente premiado con dos orejas por el juez Balderas-;
en la quinta, a Manuel Caballero -con pundonor y técnica pero sin
sello-; en la sexta al veterano José Ortega Cano, en ociosa corrida
de despedida; en la séptima a Javier Conde, torero de inspirados
detalles, y en la corrida-guateque de aniversario, con un encierro de pobre
presencia y menos bravura de Julio Delgado, a Enrique Ponce, milagrosamente
autorizado para actuar antes del 23 de abril, que con dos boyancones toreó
de salón y se llevó tres orejas. Seis diestros españoles
no anunciados, pero de los que a la postre no pudo prescindir el nacionalista
por un día, quitando de paso oportunidades a jóvenes mexicanos
con merecimientos.
Los de acá
El autorregulado volvió a echar mano de una baraja
taurina nacional no por arrugada menos predecible: Mariano Ramos, muy bien
con los de Rancho Seco; Miguel Espinosa y Jorge Gutiérrez, como
siempre, al igual que Manolo Mejía y Guillermo Capetillo. El
Zotoluco, mal matando, cortó cinco orejas en seis tardes. A
la postre el triunfador del serial resultó Rafael Ortega, que por
fin se pudo colar a la corrida del 5 de febrero, obteniendo en tres actuaciones
seis orejas.
Fermín Spínola, tres y otros tantos apéndices,
reafirmando su evolución; José María Luévano,
con menos conexión que el año pasado, tres y dos; Jerónimo,
Leopoldo Casasola y Humberto Flores, dos y un apéndice, y el venezolano
Leonardo Benítez, una y una. Torearon una vez, Uriel Moreno, Ignacio
Garibay, Antonio Bricio, Alfredo Gutiérrez, Federico Pizarro, Oscar
San Román, Mario del Olmo, Alfredo Lomelí y Marcial Herce,
así como los rejoneadores Rodrigo Santos, Gerardo Trueba y Octavio
Sánchez.
Confirmaron su alternativa el valeroso Alberto Huerta,
que ya no volvió; Fabián Barba, con cualidades pero nervioso;
e Israel Téllez, cuyo enorme potencial valía otra oportunidad.
Mención especial merece el recomendado y alcahueteado por la prensa
especializada, Alejandro Amaya, que en tres tardes evidenció no
sólo su verdor sino su confusión entre torear bonito y torear
bien. La revelación de la temporada fue el joven de Apizaco José
Luis Angelino (3 y 1), con hambre de ser, con sello y con celo, pero además
con un sentido del espectáculo, del temple y del mando que pueden
llevarlo muy lejos... si no se deja marear por los taurinos. ¿Sabrán
los atenidos promotores de los estados aprovechar las cualidades de éste
y de otros jóvenes?
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