México D.F. Lunes 15 de marzo de 2004
Reconoce errores en la integración de
su equipo y ofrece rectificar
Ni autocomplacencia ni complicidad: Ejecutivo
Quienes urdieron el complot sólo buscan
sembrar desconfianza, acusa
Está en juego la viabilidad de un proyecto de
nación: López Obrador
ANGEL BOLAÑOS Y GABRIELA ROMERO
Con un llamado a los ciudadanos a no claudicar en la esperanza
de sacar adelante con su participación el proyecto de transformaciones
que necesita el país, y la promesa de que nunca jamás los
traicionará, el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés
Manuel López Obrador, concluyó el mensaje que pronunció
ayer en el Zócalo para informar sobre el escándalo político
de corrupción en su administración y rendir su primer informe
trimestral de labores de 2004.
"Estoy
consciente que represento, junto con muchos mexicanos, hombres y mujeres,
un rayo de esperanza; la posibilidad de una sociedad mejor, con menos desigualdad
social y más justicia y dignidad", señaló tras afirmar
que quienes urdieron el complot contra su gobierno sólo buscan demostrar
que no hay alternativa de cambio y sembrar desconfianza para que la gente
no participe.
"Esta en juego -advirtió- ni más ni menos
la viabilidad de un proyecto alternativo de nación".
Corregir errores
El jefe de Gobierno reconoció que puede cometer
errores al nombrar a sus colaboradores, pero aseguró que sabrá
rectificar antes que caer en la autocomplacencia y mucho menos en la complicidad.
"También quiero dejar de manifiesto -acusó-
que quienes armaron este escándalo, me refiero a los autores intelectuales,
no tienen la menor intención de combatir la corrupción, sino
el propósito deliberado de dañarme políticamente".
Y mandó "al diablo" el truco de sus adversarios,
quienes "encarnan la corrupción y se han hecho inmensamente ricos
con el tráfico de influencias y al amparo del poder público"
y pretenden ahora erigirse como los "paladines de la transparencia y la
honestidad".
"Cada vez es más evidente que el complot lo tramaron
funcionarios del gobierno federal, el panista Diego Fernández de
Cevallos, un patiño del PAN, Federico Döring, y muy probablemente
Carlos Salinas de Gortari", señaló.
"¡Al diablo!", gritó un grupo de asistentes
instalados frente al templete al escuchar los nombres de los legisladores
panistas, pero la rechifla fue generalizada y prolongada tras pronunciar
el nombre del ex presidente.
Casi 50 minutos duró el mensaje del jefe de Gobierno,
de los cuales los primeros ocho los dedicó a resumir las acciones
de su gobierno en materia de desarrollo social, obras y servicios, seguridad
pública y administración y finanzas, el resto fue para explicar
y dejar en claro su postura en torno al escándalo político
de corrupción en el que están involucrados ex funcionarios
del GDF y ex dirigentes del PRD con el empresario Carlos Ahumada Kurtz.
De entrada, anunció que siguen inalterables los
programas de apoyo a los adultos mayores, madres solteras, personas con
discapacidad, medicinas y atención médica gratuita a quienes
carecen de seguridad social, entre otros, que en conjunto implican una
inversión este año de 14 mil 500 millones de pesos, 20 por
ciento más que en 2003.
"Nunca en la ciudad las acciones del gobierno habían
beneficiado a tanta gente de manera directa, sobre todo a los más
pobres", indicó.
Avances del gobierno
En materia de obras y servicios destacó los avances
en los trabajos del corredor Paseo de la Reforma-Centro Histórico,
así como en las obras viales, y para la operación de los
sistemas de drenaje y agua. Recordó su objetivo de reducir 15 por
ciento la criminalidad en cuanto a seguridad pública.
Al abordar el tema de administración y finanzas
comenzó a perfilar lo que sería el resto de su discurso,
así como la respuesta de la gente, al informar que el programa de
austeridad republicana y las acciones para prevenir la corrupción
han permitido al GDF ahorros por casi 9 mil millones de pesos, que se han
destinado a obras y desarrollo social.
"¡Duro!, ¡duro!, ¡duro!", comenzó
a corear la gente, pero López Obrador no se detuvo: "vamos al otro
asunto, al escándalo político de corrupción", continuó.
"Quiero que ustedes tengan la visión general y conozcan de manera
directa mi postura y las decisiones que he tomado como jefe de Gobierno",
a lo que la multitud respondió con un "¡No estás solo!
¡No estás solo!"
"Me duele lo que ha venido ocurriendo", expresó
López Obrador al recordar que fue él quien presentó
primero las pruebas y denunció el fraude del Fobaproa, sobre todo
porque "pretenden poner en duda mis principios, mis convicciones y mi integridad".
Se refirió luego a los hechos que detalló
en el informe que dio a conocer la noche del jueves pasado ante los medios
de comunicación, donde reveló que desde su campaña
a la jefatura de Gobierno tuvo conocimiento de Ahumada y su cercanía
con militantes del PRD, pero aclaró que nunca recibió financiamiento
de este empresario ni de ninguno otro, porque "implican favores o algo
a cambio, e inclusive, como lo estamos viendo, pueden dar motivo al chantaje".
Recordó que dio instrucciones a la Contraloría
para que se investigaran los contratos en los que habían participado
empresas de Ahumada, frenó su intención de participar en
la construcción del distribuidor vial San Antonio, canceló
contratos multianuales (por tres años) que tenía en las delegaciones
Tláhuac y Alvaro Obregón, y ordenó una investigación
penal por pagos que recibió en la delegación Gustavo A. Madero
por obras que no se realizaron. La denuncia, aclaró, tenía
más de un mes y ya habían sido detenidos dos de sus socios
cuando el empresario presentó una denuncia contra su gobierno por
extorsión, el 20 de febrero pasado.
Pasó luego a deslindarse de los actos del ex secretario
de Finanzas, Gustavo Ponce, prófugo de la justicia, y de su ex secretario
particular, René Bejarano, punto en el que dejó en claro
que "nunca, ni a él ni a nadie he pedido que en mi nombre se cometan
actos de corrupción", y tampoco "he tenido jamás un operador
político".
"Por todo lo anterior, no tengo ninguna limitación
para actuar con toda energía y aplicar la ley. Absolutamente nadie
es impune. El gobierno que represento ha luchado por erradicar la corrupción
y no caeremos por ningún motivo en contemplaciones, aunque se trate
de gente cercana, incluso amigos o familiares", aseveró; "el mensaje
es muy claro".
Ante su propio asombro, López Obrador confirmó su poder de convocatoria
Cimbró al Zocálo la pejemanía
Protegido por la multitud, el jefe de Gobierno rompió el dispositivo de seguridad
JAIME AVILES
Si algo produjo entre los pobres de la ciudad de México la campaña desestabilizadora, con aroma de pequeño golpe de Estado, encabezada visiblemente por Diego Fernández de Cevallos contra Andrés Manuel López Obrador, fue la detonación de un fenómeno de masas que a partir de ayer puede ser descrito, sin originalidad pero con justicia, como la pejemanía.
Al término del mitin de ayer, cuando nadie se lo esperaba, el peje de Gobierno del Distrito Federal saltó del templete y entró en la multitud que lo había escuchado y aplaudido a lo largo de 50 minutos sosteniendo carteles de cuyo mensaje dará cuenta esta crónica. Todo ocurrió por sorpresa y con una sincronización en la que múltiples factores concurrieron para que se produjera la apoteosis.
Rompiendo el esquema de seguridad que iba a sacarlo del Zócalo en un coche blindado por 5 de Mayo, López Obrador cruzó la plaza caminando protegido por la concurrencia, mientras redoblaban todas las campanas de la catedral llamando a la misa de mediodía. Entró en el Antiguo Palacio del Ayuntamiento cobijado por el chillido y los vítores de sus fanáticos. Trepó corriendo las escaleras hasta el primer piso, llegó a su despacho sin detenerse y, empequeñecido por la fachada inmensa del edificio, salió al balcón para saludar victoriosamente, agitando los brazos, a la alfombra de cabezas humanas, cartulinas y mantas que le gritaba:
--šPre-si-den-te! šPre-si-dente!
Era la culminación de un acto político diseñado a despecho de sus asesores más cercanos, que temían lo peor -esto es, la ausencia del público-, pero después de blofear con aquellas barreras metálicas dispuestas detrás del templete para destantear a sus imaginarios agresores, López Obrador jugó de manera magistral con el tiempo, aprovechando las estentóreas llamadas a misa de los campanarios monumentales y se tardó apenas lo necesario para desencadenar el clímax colectivo saludando así, como un torero, como un astro de la escena teatral, como un héroe cívico arropado por la renovada esperanza de quienes desean, imploran, exigen que empiece con ellos a transitar por la ruta del cambio.
Pero aquella era la ratificación de lo que reiteraban hasta la saciedad las cartulinas y las mantas, comenzando por aquella que atravesaba como una banda blanca en letras negras las ventanas del hotel Majestic: "AMLO: El pueblo se cansa de tanta pinche transa". Y allí estaba el autor de la frase, aclamado, adorado, idolatrado re-pentinamente por aquella marea de pobres que ahora le decían a coro:
-šNo estás solo! šNo estás solo!
Mucha gente lloraba con lágrimas que cerraban la garganta y se quedaban temblando en las púas del contorno de los ojos. Era una emoción excesiva, pero no podía durar más. Así que López Obrador volvió a su despacho y todo sugería que era el final. Pero la muchedumbre que lo había escoltado para protegerlo no se movió de allí. Entonces, con menos enjundia, repetía sin descanso: "šObrador, Obrador, Obrador, Obrador!".
Ante ello, el aludido asomó de nuevo al balcón y el clímax cobró un segundo y trepidante impulso. El más asombrado de esta respuesta era él mismo. Ya no sabía qué hacer. Agitando aún el brazo, cerró la mano y alzó el pulgar: abajo, quienes lo ovacionaban se estremecían de dicha, alternando ahora los tres gritos antes reseñados hasta que el héroe del día desapareció por segunda vez. Pero la plaza continuaba zumbando.
Con el espejito de la polvera, las señoras de la multitud lanzaban reflejos de genuino sol azteca a las puertas de vidrio que sellaban el despacho del jefe del palacio y los cardillos danzaban sobre el muro y los cristales como un enjambre de luciérnagas. "šNo estás solo, no estás solo!", se quedó vibrando el rugido durante un cuarto de hora o más, y nuevos chillidos histéricos y alargados, como de concierto de rock, estremecieron la espina dorsal de los presentes cuando el balcón se abrió por tercera vez.
-šNo estás solo! šPre-si-den-te! šPre-si-dente! šPre-si-dente!
ƑCuándo se había registrado algo similar? Porque, ahora sí, después de aquellos tres telones aclamatorios, las masas se pusieron en movimiento, pero detrás de ellas venían más reclamando el mismo tratamiento: querían despedirse de él. De modo que un nuevo bloque se instaló en la esquina del Zócalo con Veinte de Noviembre y, como si fuera un truco estudiado y aprendido, nuevas señoras del pueblo sacaron nuevos espejitos para arrojarle nuevos destellos de sol y obligarlo a mostrarse por cuarta vez.
Y quince minutos más tarde por quinta.
Y quince minutos después por sexta.
Por séptima...
Por octava...
Mientras tanto, sobre los pilares de los portales, manos afanosas pegaban las cartulinas que habían sostenido para dejárselas de recuerdo. "Andrés, caudillo, EU te quiere en el banquillo." "Andrés, hermano, el pueblo te da la mano." "AMLO: Todo mi apoyo y confianza, sólo te exijo castigo a los corruptos." Y entonces, una pareja de miserables, que empujaba a un ancianito en silla de ruedas rompió a gritar: "šSe ve, se nota, Cevallos fuma mota!"
Nadie mencionó al PRD
Esta crónica comenzó al bajar de un taxi en 20 de Noviembre tras la desembocadura de la calzada de Tlalpan, donde los vendedores ambulantes exhibían cornetas de plástico pintadas de negro y de amarillo. Otro, con la camiseta en jirones, que bien podría haber estado a la puerta de un estadio de futbol, pregonaba: "Póngase el maquillaje del PRD", pero nadie lo tomaba en cuenta. Había infinidad de personas con paliacates del partido que expulsó a Rosario Robles y a René Bejarano, pero nadie invocaba el espíritu de esa organización. Corrían con más suerte los stickers que rezaban: "Yo amo al peje" y "Con el peje hasta la muerte".
En la orilla de la plancha del Zócalo, frente al Palacio Nacional, había seis gordas señoras del barrio bravo de Tepito debatiendo en torno de una cartulina vacía. Tenían dos propuestas. "ƑQué ponemos? ƑLópez Obrador te apoyamos o López Obrador presidente?" Sobre las rejas del atrio de catedral otro ingenioso había colgado este letrero: "En Tulancingo, Hgo., por salud mental vemos poca televisión". Y una señora se paseaba por el centro de la plaza con una cartulina personalizada: "La decimoquinta regidora de Coatepec apoya a López Obrador".
Todos estaban en cuerpo y alma a muerte con él. Cuando principió su discurso y habló de la ayuda social a la tercera edad, estallaron los vítores; cuando mencionó las obras que ha hecho retumbaron los aplausos; cuando se refirió a los demás aspectos de su gestión atronaron las palmas, pero, ojo, cuando aseguró que ha "reducido 15 por ciento la inseguridad", por única vez en la mañana, como un círculo en medio de la superficie de un lago, se abrió un significativo silencio.
Nadie, nunca, aludió al PRD. El único "sol azteca" era el que caía del cielo de Anáhuac y rebotaba en los espejitos de las polveras.
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