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México D.F. Jueves 11 de marzo de 2004
VIDEOS: DESDE LAS CLOACAS DEL PODER
Se
ha sabido que el senador panista Diego Fernández de Cevallos obtuvo
la primicia como espectador de los videos que muestran al ex coordinador
de la bancada perredista en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal
(ALDF), René Bejarano, y al jefe delegacional en Tlalpan, Carlos
Imaz, recibiendo dinero del empresario Carlos Ahumada Kurtz. Se ha confirmado,
asimismo, que la diligencia en la que éste ratificó una denuncia
contra Bejarano por presunta extorsión no ocurrió en las
oficinas de la Procuraduría General de la República (PGR)
sino en un salón del hotel Presidente rentado por el delegado del
Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) en el Distrito
Federal, José Luis Valles, en un cónclave clandestino en
el que participaron, además, el propio Fernández de Cevallos,
el abogado Juan Collado, el agente del Ministerio Público José
Carlos Villarreal Rosillo y el denunciante. Para colmo, aunque anteayer
la PGR reconoció en un comunicado que la diligencia se llevó
a cabo "en un lugar diferente a las oficinas de la delegación de
la PGR en el Distrito Federal" y alegó que "se realizó con
apego a la ley, como queda manifiesto en el propio contenido de la diligencia",
los asientos documentales de la ratificación afirman, falsamente,
que el trámite tuvo lugar en la agencia 14 de la propia PGR.
Tales revelaciones, aunadas a la información sobre
el sofisticado operativo de espionaje que tuvo que realizarse en
un casino de Las Vegas para videograbar al ex secretario de Finanzas capitalino
-o bien para robar las cintas de video del establecimiento-, operativo
que probablemente requirió de gestiones oficiales, han generado
una suerte de contraescándalo ya no por los presuntos actos ilícitos
de funcionarios del gobierno capitalino y perredistas destacados, sino
por la evidencia de que la difusión de los videos correspondientes
fue orquestada, de manera posiblemente delictiva, mediante un complot desde
las cloacas del poder público.
Ciertamente, lo anterior no reduce en nada la gravedad
de las conductas ilícitas o indebidas que muestran las videograbaciones,
ni atenúa la exigencia de que tales conductas sean investigadas
a fondo y sancionadas, en su caso, conforme a derecho, ni disminuye la
urgencia de una limpieza a fondo en el Gobierno del Distrito Federal y
en el Partido de la Revolución Democrática.
Pero los datos de la reunión en el hotel Presidente
confirman el señalamiento de Andrés Manuel López Obrador
en el sentido de que el Cisen -organismo dependiente de la Secretaría
de Gobernación- participó, quebrantando la ley, en el manoseo
de los videos de marras, y hacen obligatoria una pesquisa legal sobre la
inopinada intromisión de esa entidad en una diligencia penal que,
hasta donde se sabe, escapa a sus atribuciones y a su incumbencia. Por
otra parte, el desaseo del procedimiento obliga a recordar los señalamientos
sobre un posible vínculo personal del procurador Rafael Macedo de
la Concha con Carlos Ahumada, el eficiente corruptor.
Por otra parte, la presencia de Fernández de Cevallos
en el turbio encuentro no es motivo de sorpresa, habida cuenta de los antecedentes
del personaje, pero sí suscita preguntas y sospechas hasta en las
filas de su partido: con sobrada razón el senador Carlos Medina
Plascencia y el secretario general de Acción Nacional, Manuel Espino,
se preguntaron por las razones del litigante para haber ocultado al PAN
la existencia de los videos y señalaron la necesidad de que Fernández
de Cevallos informe a la opinión pública, así sea
con la insolencia y la estridencia que le caracterizan, sobre esta enésima
inmersión suya en los albañales donde confluyen las aguas
negras de la política, los negocios privados y los procesos jurídicos.
En suma, al revelar la pudrición existente en diversas
instancias del gobierno capitalino, los todavía anónimos
productores, guionistas, directores, editores y distribuidores de los videos
han dejado al descubierto, también, irregularidades y acciones facciosas
en la procuración de justicia, así como indicios de la existencia,
en varias instancias del gobierno federal, de una fábrica clandestina
de campañas mediáticas contra políticos rivales. Puede
ser incluso que estos indicios expliquen la rabia incontrolada que manifiestan
algunos informadores -o desinformadores- ante la demanda de investigar,
además de los hechos mostrados en los videos, las intenciones y
las personas tras la factura, manipulación y divulgación
masiva de esas cintas.
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