México D.F. Jueves 11 de marzo de 2004
Comienzan funciones del montaje dirigido por
Sergio Vela, en Bellas Artes
La valquiria: de lo espectacular y poético
a largos periodos de oscuridad
Segunda entrega de la tetratología de Wagner
que forma parte del Festival de México en el Centro Histórico
Se busca inscribirla en los hitos operísticos de América
Latina
ANGEL VARGAS
Al terminar la noche de este martes el ensayo general
de La valquiria, segunda parte de la tetralogía de Richard
Wagner que se estrena esta noche en Bellas Artes, el público invitado
le puso palabras a su asombro: espectacular, sorprendente, poético,
estremecedor.
También:
largos periodos de oscuridad extrema, pasajes asfixiantes, densidad que
en los asistentes por esnobismo seguramente se convertirá en bostezos,
ironizaron.
Más de cinco horas de duración hacen de
La
valquiria una ópera difícil inclusive para el público
más pasional o disciplinado. Si a ello se le suma la densidad de
su metafórica trama y de su música, la complejidad se incrementa.
El montaje que el director escénico Sergio Vela
hace de esta obra, segunda entrega de la tetralogía El anillo
del Nibelungo, se erige en un planteamiento sorprendente y espectacular,
poético y estremecedor en varios de sus momentos, según comentaron
algunos conocedores.
Hay también pasajes que resultan pesados y asfixiantes,
sobre todo durante los dos primeros actos de los tres que integran esta
obra que Richard Wagner escribió basado en la mitología germánica.
Tal densidad es intrínseca a la estructura y esencia de la propia
creación, que basa su columna vertebral más en los aspectos
discursivo y de dramatismo íntimo que en escenas de acción.
Danza aérea
La propuesta de Vela está definida por el manejo
abstracto e intemporal de la historia, así como por su apego a las
formas clásicas de la tragedia griega, entre otros elementos, con
el uso de coro, representado por la orquesta y el empleo de máscaras
por parte de todo el reparto.
Esto, en realidad, no resulta algo novedoso, pues el director
escénico es coherente con el proyecto general que él y su
equipo determinaron para la puesta en escena de los cuatro títulos
que integran El anillo del Nibelungo, que se presentan a razón
de uno por año.
Así, mucho de lo visto en ese ensayo general de
La valquiria y que podrá ser apreciado durante las cuatro
funciones que se ofrecerán a partir de este jueves en el Palacio
de Bellas Artes, ya había causado impacto en 2003 con el primer
episodio de aquella saga, El oro del Rhin.
En La valquiria se continúa con el atrevido
empleo de elementos, recursos y herramientas contemporáneos, como
el video, imágenes creadas por computadora y un juego de luces concebido
por Víctor Zapatero, para resaltar las características de
cada uno de los personajes y crear atmósferas en apariencia espectrales
o salidas de algún cuento de hadas.
De
igual forma se mantiene en esencia la impactante escenografía desarrollada
por Jorge Ballina, que tiene como eje una pantalla circular de más
de 10 metros de diámetro, en cuyo interior ocurren las acciones,
además de plataformas móviles que conforman los diferentes
paisajes y vistas.
El vestuario, confeccionado por Violeta Rojas, refrenda
el carácter conceptual de la puesta en escena, con trajes, pelucas,
motivos y maquillaje que no acaban por ser futuristas o de ciencia ficción.
Otro de los elementos contemporáneos retomados
por Vela es la inclusión de una coreografía de danza área,
recurso utilizado en el El oro del Rhin para simular que las acciones
se realizaban debajo de las aguas, y que ahora se emplea en el tercer acto,
para hacer surcar por el cielo a tres de las valquirias sobre sus corceles.
La selección del elenco en esta ocasión
concuerda con lo que indirectamente se pretende de esta obra, inscribirla
dentro de los hitos operísticos no sólo del país,
sino de Latinoamérica.
Debido a la complejidad de la puesta en escena, que recurre
al uso de rampas hidráulicas que ascienden, descienden y se inclinan,
uno de los intérpretes principales, James Johnson, quien encarna
a Wotan, sufrió un esguince de tobillo, por lo que durante el ensayo
general tuvo que cantar, sentado, a un costado del escenario, mientras
que un actor representaba al personaje Wotan cerca del proscenio.
La voz de Johnson es uno de los elementos más valiosos
de este montaje. Nitidez, fraseo impecable, potencia devastadora. La imaginería
de la iluminación es otro gran acierto. Reflejadas contra los tonos
dorados en los vestuarios, crean una atmósfera alucinante, propia
del mito wagneriano. Propia del Vellocino de oro.
Adrienne Dugger, en el papel de Brünhilde, destaca
por la belleza, calidez y profundidad de voz, así como por su capacidad
histriónica.
Lo mismo puede decirse de Dinah Bryant y Andrea Silvestrelli,
en sus respectivos papeles como los mellizos-amantes Sieglinde y Siegmund.
Sobresale también el bajo italiano Andrea Silvestrelli quien, como
Hunding, dio muestras de potente vozarrón.
La parte musical está más que a la altura
de la propuesta escénica, merced al impecable y minucioso trabajo
del director italiano Guido Maria Guida al frente de la Orquesta del Teatro
del Palacio de Bellas Artes, como lo hizo también el año
pasado con El oro del Rhin.
Las funciones forman parte de la versión 20 Festival
de México en el Centro Histórico y serán los días
11, 16 y 18 de marzo, a las 18 horas, y el 14 a las 17 horas, en el Palacio
de Bellas Artes.
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