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México D.F. Sábado 6 de marzo de 2004
¿LUCHA CONTRA LA CORRUPCION O POR EL PODER?
Los
casos de corrupción revelados recientemente mediante videos difundidos
por algunos canales de televisión del país constituyen lacras
intolerables que agravian la conciencia nacional, cuyos responsables deben
ser sancionados conforme a derecho de forma clara y expedita. Las averiguaciones
judiciales iniciadas contra varios de los implicados en los recientes escándalos,
y las diversas denuncias que comienzan a prefigurar los alcances y los
promotores de tales prácticas perniciosas, son datos positivos en
este sentido.
Pero al margen del necesario combate contra la corrupción
-que debe llegar hasta sus últimas consecuencias- resulta patente
que la lucha por el poder en México ha comenzado a salirse de los
cauces institucionales y democráticos que le corresponden, para
situarse en un peligroso escenario en el que el espionaje, la extorsión
y el chantaje se utilizan sin miramientos como armas para golpear a rivales
políticos, sean éstos internos o externos, sin importar que
con ello se esté, también, vulnerando la ética y la
legalidad. En ese enfrentamiento, las instituciones republicanas y partidarias
e, incluso, la misma democracia, se encuentran bajo el grave riesgo de
verse erosionadas y deslegitimadas ante los ciudadanos y maniatadas por
una cadena perversa de intereses espurios y complicidades inconfesables.
En este sentido, cabe deplorar el hecho de que las denuncias
de presuntos actos de corrupción -como las que exhibieron televisivamente
a Jorge Emilio González Martínez, René Bejarano, Gustavo
Ponce y Carlos Ahumada Kurtz- hayan tenido lugar mediante el recurso del
espionaje, del secretismo sobre el origen de las evidencias presentadas
y, eventualmente, con la mira puesta mucho más en la venganza política
y en la debacle del adversario que en el freno a la violación de
la ley. Toda evidencia de corrupción debe ser presentada, a fin
de hacer valer el estado de derecho, pero el respeto a la normatividad,
a la transparencia y a la civilidad del país imponía que
tales denuncias hubiesen, al menos, seguido los cauces formales paralelamente
a su exhibición pública. Por añadidura, de comprobarse
que estamentos gubernamentales se encuentran implicados en la presente
cadena de filtraciones, el país se hallaría en una situación
de quiebra moral y desarticulación institucional de impredecibles
dimensiones y consecuencias.
Por otro lado, los presentes escándalos no deben,
con toda su gravedad, operar como cortina de humo de otras aberraciones
que permanecen vigentes e impunes. La ley debe ser aplicada sin cortapisas
y, por ello, resulta indispensable para recomponer la credibilidad y la
legitimidad de las instituciones de la República que se investigue
y se llegue al fondo de otros casos no menos graves. Las oscuras operaciones
de Vamos México, el Pemexgate, el financiamiento irregular de Amigos
de Fox, la violación de la Constitución implícita
en los contratos de servicios múltiples en materia energética
y el fraudulento rescate bancario, por sólo poner unos ejemplos,
deben ser enfrentados de forma enérgica y definitiva a fin de deslindar
responsabilidades y aplicar, en su caso, los castigos correspondientes.
La institucionalidad republicana, el estado de derecho y la salud de la
nación se encuentran en juego, y en ello no caben dobles raseros,
pactos pragmáticos, privilegios, ocultaciones ni connivencias.
México no puede tolerar más la corrupción
y el aprovechamiento de las posiciones de poder para el lucro y la depredación
política. Tampoco puede consentirse que la lucha contra las lacras
que han azotado al país sea torcida como instrumento de lucha partidaria
o de revancha personal, ni que los valiosos y legítimos esfuerzos
en contra de la impunidad y de los intereses mafiosos realizados en los
últimos años sean socavados en aras de erosionar la credibilidad
y la imagen pública de individuos, partidos o instituciones. El
combate al delito es un imperativo moral, jurídico y democrático
en el que no caben mediaciones ni manipulaciones de signo personal, económico
o partidario.
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