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México D.F. Sábado 6 de marzo de 2004
LA MUESTRA
Carlos Bonfil
Las invasiones bárbaras
La decadencia del imperio americano, veinte años
después
Ganó este año el Oscar como mejor película
extranjera
EN 1986, EL realizador francocanadiense Denys Arcand
propone en La decadencia del imperio americano (Le declin de
l'empire américain) una reflexión muy perspicaz sobre
la manera en que un grupo de amigos y colegas universitarios de 30 años
viven y piensan la sexualidad, sus discursos en torno de los riesgos, placeres
y frustraciones del ejercicio erótico en tiempos del sida (la epidemia
tenía entonces un lustro de existencia), todo con un escepticismo
que es ya primera constatación del colapso del ideal de la liberación
sexual. Otro éxito suyo, nueva radiografía social y estudio
de comportamientos límite, Amor y restos humanos, 12 años
más tarde.
LAS
INVASIONES BARBARAS (Les invasions barbares) retoma de modo
muy sugerente las preocupaciones de La decadencia..., casi 20 años
después, el tiempo de una generación, cuando los mismos protagonistas
siguen interpretados por los mismos actores, todos ellos rondando los 50
años, todos ellos preguntándose, a la manera del cantante
Charles Trénet, "¿Qué queda hoy de nuestros amores?"
O de los entusiasmos juveniles, compromisos políticos, posturas
radicales, puritanismo moral y tantos otros "ismos" que jocosamente enumeran
en una de las mejores secuencias de la cinta: marxismo, independentismo,
construccionismo, maoísmo, estructuralismo y un comprometidísimo
largo etcétera. "¿Recuerdan a Godard, a McLuhan, a Marcuse?",
añora un personaje.
REUNIDOS EN TORNO del lecho del amigo enfermo,
Rémy, viejo seductor impenitente, condenado a una muerte inminente
por cáncer, todos hacen el balance de sus propias vidas, del significado
del amor y la amistad, de la muerte y de la pérdida, no menor, de
muchas otras ilusiones. El cuerpo físico, el de Rémy, o el
de sus compañeros que sin morir se sienten envejecer, es a la par
del cuerpo social decadente, el objeto de lo que un historiador en la película
denomina las "invasiones bárbaras". Y tal vez, sugiere él,
los atentados del 11 de septiembre marcaron el inicio formal, ya irrefrenable,
de esas invasiones. Musulmanes bárbaros, fundamentalistas católicos
bárbaros, bárbaras metástasis que destruyen el organismo,
invasiones virales, sida, ébola, neumonía atípica.
A esta visión apocalíptica la matizan, pese a todo, la generosidad
sentimental de los amigos, la melancólica evocación de tiempos
mejores y, sobre todo, el humor y la ironía que con vitalidad sorprendente
animan a toda la película.
LAS INVASIONES BARBARAS es tan discursiva, tan
llena de trazos gruesos y caricaturas como La decadencia... El hospital
donde se interna Rémy es una imagen negra de lo que puede ser la
seguridad pública y gratuita, con un sindicato de militantes analfabetas
y un caos en el que apenas se alcanzan a registrar burocráticamente
los decesos. Hay una crítica divertida del engañoso bienestar
social de un país desarrollado, y algo más, la sátira
del cincuentón irascible, el propio Rémy, quien considera
nuevas barbaries el desinterés cultural de los jóvenes, la
manía del teléfono celular, o el pragmatismo insensible de
su hijo, un corredor de la bolsa tan absorto en la religión empresarial,
como él mismo, años atrás, en la satisfacción
sensual inmediata. Arcand maneja con destreza estos contrastes generacionales
y el choque cultural entre el entusiasmo veterano, acaso ya inservible,
y una indolencia juvenil cargada de arrogancia.
EL ACIERTO CENTRAL de la cinta, sin embargo, es
su aproximación al tema de la muerte, punto final de estas vanidades
humanas. En muy pocas cintas se logra tal armonía entre el dolor
de la pérdida inevitable y el goce en
el recuento colectivo de la experiencia compartida. El
director ofrece una gran variedad de registros, de la comicidad al melodrama,
sin caer en formulaciones simplistas. La muerte es aquí un misterio
insondable, como la amistad y su poder de permanencia, o el amor y su vanidad,
o la lealtad a los ideales, o la complicidad afectiva de una junkie
y un enfermo terminal, o la última lección hedonista de un
padre a su hijo en un lecho de muerte.
LUEGO DE POSTULACIONES infructuosas al Oscar por
La decadencia... y por Jesús de Montreal, Denys Arcand
obtuvo finalmente este año el premio a la mejor película
extranjera por Las invasiones bárbaras.
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