.. |
México D.F. Sábado 28 de febrero de 2004
EXPLOTACION INFANTIL, VERGÜENZA UNIVERSAL
Datos
de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y de la Universidad
Nacional Autónoma de México revelan que el siglo XXI se vislumbra
desolador para millones de niños del mundo. El organismo multilateral,
en voz de su consultora en México, Yuriria Alvarez Madrid, denunció
que 211 millones de infantes de entre cinco y 14 años de edad se
encuentran sujetos a alguna clase de actividad laboral y son frecuentemente
empleados en trabajos extremadamente peligrosos, sin protección
legal o sanitaria alguna, son explotados sexualmente o se ven forzados
a sumarse a grupos delictivos o fuerzas militares.
En muchos casos, los niños trabajadores se ven
obligados a ingresar al mercado laboral como una forma de paliar la miseria
en la que sobreviven ellos y sus familias, situación que comprueba
con dolorosa contundencia el fracaso del modelo económico vigente
en materia de empleo, desarrollo social y combate a la pobreza. Además,
con exasperante frecuencia, los menores son objeto de formas de explotación
que van más allá: son vendidos como esclavos sexuales para
el perverso goce de adultos ricos provenientes de las naciones desarrolladas,
se convierten en carne de cañón de numerosas guerras y conflictos,
se suman a organizaciones criminales que los utilizan como ladrones o traficantes
de drogas o, simplemente, se condenan a vivir en las calles de las grandes
urbes en condiciones infrahumanas. Inclusive, como se ha denunciado insistentemente,
muchas de las mayores empresas del mundo capitalista han fincado sus exorbitantes
ganancias sobre la infamia del trabajo infantil, particularmente en naciones
en desarrollo. Todos estos abusos y violaciones a los derechos humanos
cometidos contra millones de niños se cobran cada año la
vida de miles de pequeños. Sólo en accidentes laborales fallecen
anualmente 22 mil menores de edad.
Frente a este desolador panorama -que, ha de señalarse,
implica torcer el futuro de las nuevas generaciones en numerosos países
y es el embrión de conflictos sociales y padecimientos a escala
global- los gobiernos del mundo parecen estar cruzados de brazos. Declaraciones,
promesas e inclusive programas oficiales en defensa de la niñez
se evidencian, ante estas trágicas cifras, absolutamente ineficaces
y vacíos. Aunque esfuerzos notables para erradicar (o al menos reducir)
la explotación infantil, como los que desarrollan el Fondo de las
Naciones Unidas para la Infancia o la OIT, resultan meritorios y marcan
las rutas a seguir en la defensa de la infancia del orbe, es evidente que
sin un compromiso decidido de los gobiernos del mundo, en especial los
de las naciones desarrolladas, poco será lo que se avanzará
en este tema y continuará el sufrimiento de millones de niños
y niñas en el planeta.
De igual modo, sólo revirtiendo el actual modelo
económico depredador e instalando un sistema económico socialmente
justo e incluyente, podrán cortarse de raíz algunas de las
causas centrales de la explotación infantil: la miseria, la desesperanza
y la falta de oportunidades que ponen a niños y padres de familia
en manos de crueles explotadores. Sancionar severamente a quienes lucran
con el trabajo de los menores es también un imperativo que no admite
dilación ni displicencia.
Un mundo con una niñez en crisis carece de futuro
y tiene un infierno como presente. ¿Es que las naciones del siglo
XXI, que presumen de su compromiso democrático y de su defensa de
los derechos humanos, seguirán tolerando la oprobiosa tiranía
y la barbarie que pesan sobre el segmento más débil de su
población?
|