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México D.F. Sábado 21 de febrero de 2004
NO CONCESIONAR MEXICO
Nuevamente,
el gobierno presidido por Vicente Fox ha dado muestra de un censurable
alineamiento con las grandes corporaciones trasnacionales y ha reconocido
que estudia la posibilidad de concesionar a la petrolera Chevron-Texaco
una porción de territorio nacional ubicada en el archipiélago
de las islas Coronado, frente a las costas de Baja California y muy cerca
de Tijuana. Que tal región se encuentre en el mar territorial adyacente
a la península bajacaliforniana y no en tierra firme no constituye
atenuante para tal pretensión, pues el artículo 27 constitucional
señala claramente que "son propiedad de la Nación las aguas
de los mares territoriales en la extensión y términos que
fije el Derecho Internacional". Además, la fracción V del
artículo 42 de la Carta Magna indica que el territorio nacional
comprende "la plataforma continental y los zócalos submarinos de
las islas, cayos y arrecifes".
En este contexto, resulta evidente que la eventual concesión
de la aludida región de las islas Coronado para que Chevron-Texaco
construya una planta regasificadora implica una objetable entrega del territorio
nacional a una corporación extranjera para que realice, por añadidura,
actividades de aprovechamiento de hidrocarburos reservadas por ley a Petróleos
Mexicanos. El sigilo con el que se han manejado estas negociaciones también
resulta reprochable, pues cabría esperar de un gobierno que se dice
comprometido con la transparencia y la rendición de cuentas, una
explicación amplia y de cara a la ciudadanía, a fin de que
la sociedad pueda sopesar la pertinencia o la improcedencia de tal concesión,
máxime cuándo ésta se encuentra relacionada con cuestiones
tan sensibles como la soberanía, el dominio sobre el territorio
nacional, la protección del medio ambiente y el aprovechamiento
de recursos energéticos.
Por otro lado, no debe soslayarse que la pretensión
de la multinacional petrolera de construir infraestructura energética
en territorio mexicano implica un severo riesgo para el medio ambiente
y para la salud de los habitantes de las zonas cercanas a las islas Coronado.
Justamente, ese peligro potencial para los ecosistemas y para la población
ha suscitado que Chevron-Texaco haya elegido a México como su base
de operaciones para proveer gas natural a California, entidad estadunidense
donde presumiblemente no se permitiría a esa empresa instalar una
planta similar. ¿Es que se consentirá que México se
convierta en el foco de los residuos y de los procesos industriales nocivos
que no son aceptados en Estados Unidos?
Así las cosas, cabría preguntarse cuáles
serían los beneficios que el país, en general, y Baja California,
en particular, recibirían en caso de autorizarse tal concesión.
Según denuncias de diversos activistas y actores sociales, entregar
una porción de territorio nacional a Chevron-Texaco equivaldría
a autorizar la devastación ecológica de las islas Coronado,
el aprovechamiento abusivo de las leyes ambientales mexicanas, más
laxas que las vigentes en Estados Unidos, y la transformación del
país en una suerte de maquiladora energética para abastecer
el mercado del vecino país del norte. Sólo un gobierno alineado
con los intereses del capital trasnacional y apartado de sus obligaciones
históricas, constitucionales y ciudadanas podría permitir
que México se convierta en tierra de abusos para las compañías
energéticas extranjeras, las cuáles sólo miran por
sus utilidades y han mostrado, en reiteradas ocasiones, un profundo desdén
por el medio ambiente, el desarrollo social y la legalidad de los países
en los que operan.
Por ello, cabe exigir que el gobierno federal niegue a
Chevron-Texaco el aprovechamiento de una parte del archipiélago
de las islas Coronado y revise, de forma expedita y con estricto apego
a derecho y al interés general de la nación, otras autorizaciones
similares, como las concedidas a Shell, Sempra y Marathon. De lo contrario,
a ojos de la ciudadanía, las actuales autoridades del país
serían responsables de un intolerable agravio a la nación
y se sumarían a la lista de gobernantes que han entregado al extranjero
el patrimonio de México.
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