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México D.F. Domingo 15 de febrero de 2004
Angeles González Gamio
La nueva cara del Palacio de Iturbide
Uno de los edificios virreinales más bellos de nuestro país, del que hemos hablado en varias ocasiones, es el conocido como Palacio de Iturbide, llamado así por Agustín de Iturbide, quien lo habitó un corto tiempo, saliendo de ahí hacia la Catedral para ser coronado emperador de México. Años más tarde se adaptó para funcionar como hotel, con el apelativo de Iturbide, mismo que se le quedó cuando lo adquirió el Banco Nacional de México, que instaló ahí el Fomento Cultural Banamex, organismo sin fines de lucro que desde hace 32 años ha venido integrando una extraordinaria colección de arte, que incluye pintura, mobiliario, gráfica y arte popular. El recinto ha funcionado por temporadas como sala de exposiciones, mostrando parte de sus ricas colecciones, que compiten en hermosura con el edificio que las alberga.
Tras varios meses cerrado, durante los cuales fue objeto de un proceso de rehabilitación, adecuación, limpieza y restauración de la fachada y del interior, a partir de enero fue reabierto al público, aunque ahora bautizado como Palacio de Cultura Banamex, nombre que, como sucede con la plaza cuyo nombre oficial es 23 de Abril y la voz popular la sigue llamando Plaza de Santo Domingo, o la de la Constitución, que todos conocemos como el Zócalo, confiamos que continúe siendo conocido como Palacio de Iturbide.
Quitando este detalle, el proyecto es maravilloso, ya que ahora, de forma permanente, va a estar abierto gratuitamente al público, y aparte de mostrar arte, va a funcionar como centro cultural, para lo que se han adaptado dos aulas para talleres, una sala multimedia, una de consulta y otra de video, además de un espacio que tendrá la función de foro para conferencias y mesas redondas; también se reabrieron la biblioteca y la tienda, con todo lo cual el majestuoso recinto va a tener una actividad cultural constante y consistente.
Actualmente se puede admirar una muestra representativa de la colección de arte del siglo XX. Esa centuria fue fundamental, ya que marcó en más de un sentido las tendencias del arte moderno mexicano. La exposición nos lleva a un viaje por las principales corrientes mediante obras representativas; así podemos apreciar la respuesta pictórica a los ideales modernistas, en la obra de Roberto Montenegro, Angel Zárraga, Julio Ruelas y Alfredo Ramos Martínez, quien encabezó un movimiento en contra de la enseñanza tradicional, que llevó a que en 1910 se fundaran las Escuelas al Aire Libre, que él dirigía desde la Academia de San Carlos. Otro promotor del cambio fue el Doctor Atl, que revolucionó la forma de hacer paisajes. Todo ello abrió el camino a las nuevas tendencias que venían de Europa: el impresionismo, practicado de manera sobresaliente por Joaquín Clausell y en un principio por el propio Doctor Atl y por Rufino Tamayo. No faltaron los que durante un tiempo se adhirieron al puntillismo, el postimpresionismo y el fauvismo.
Sin duda, la mayor aportación artística mexicana del siglo XX fue la pintura mural. Su contenido ideológico, clara conciencia social y función didáctica, fueron un factor de importancia en la difusión de los ideales nacionalistas que generó el movimiento revolucionario. Los grandes representantes de esta corriente fueron José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros
Al mismo tiempo, otros artistas buscaban sus caminos de creación artística en lo vernáculo, lo popular y lo ingenuo, sin dejar por ello de buscar nuevos lenguajes artísticos. Durante varias décadas estas vanguardias se caracterizaron por utilizar temas mexicanos, confundiéndolos con la pintura mexicana en general. Varios pintores comenzaron a alejarse de ellos dando surgimiento al movimiento de los Contemporáneos, que abrieron el camino, a partir de los años 50, a una nueva generación de pintores que siguieron los movimientos internacionales. De todo esto tenemos ejemplos en magníficas pinturas que nos deleitan, emocionan e instruyen. Es fascinante ver la evolución que ha tenido la pintura mexicana a partir del siglo XX y admirar de paso la bella arquitectura del Palacio de Iturbide.
Como siempre, el paseo tiene que incluir el disfrute gastronómico. Hace unos meses inauguraron en los altos del Pasaje América, a unos pasos del recinto cultural, en la misma señorial avenida Madero, un restaurante Angus, que ofrece además de sus ya famosas carnes de gran calidad: porter house, prime rib, rib eye y demás, un Boston clam chowder que se puede calificar como el puchero de los bostonianos, verdaderamente sabroso, potaje especial para los días fríos. [email protected]
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