México D.F. Viernes 6 de febrero de 2004
Adán y Eva, obra del artista,
figura como pieza del mes en el Museo Soumaya
Rindieron homenaje a un Juan Soriano on ''la memoria
llena de invenciones''
Es el mejor pintor mexicano vivo, definió la
periodista Elena Poniatowska Se exhibió el documental de Ripstein
sobre su vida y durante una charla expresó nuevos secretos
ERICKA MONTAÑO GARFIAS
''Cuando una persona octogenaria llega a ser oída
por tanta gente joven se siente uno muy contento, dan ganas hasta de rascarse
el ombligo", expresó el pintor Juan Soriano y provocó las
risas de quienes asistieron a escucharlo la noche de este miércoles
en el Museo Soumaya, que expone una de sus obras, Adán y Eva,
como pieza del mes.
La periodista y escritora Elena Poniatowska lo definió
como el mejor pintor mexicano vivo, mientras que el cineasta Arturo Ripstein
ofreció un documental de 90 minutos en el que Soriano es la estrella.
Allí el artista platica de sus amigos, de su pintura,
de su vida, camina entre sus libros y sus muebles, pronuncia el nombre
de sus cuadros y esculturas, se le ve en reuniones y ceremonias y, sobre
todo, deja ver a un hombre reflexivo y con gran sentido del humor.
Parecía que tras el documental ya no había
nada más que saber de Soriano, pero poco a poco, con la charla y
las preguntas del público, se develaron nuevas cosas: prefería
el trueque a vender sus pinturas; que ha tenido todas las enfermedades
del mundo; entre sus obras no tiene ninguna favorita; no escribe su autobiografía,
porque todo en su memoria son invenciones, y dice que de no haber sido
pintor habría sido novelista.
''Alguna gente me pregunta ¿cuál es tu futuro?
Y yo le digo: la muerte, no tengo más futuro que ése. Tengo
83 años, así que el último resbalón es para
la tumba. Estoy encantado porque resulta muy cansado ser pintor, todo el
día huele uno a aguarrás", expresó sin melancolía,
y añadió: ''La gente quiere comprar a uno las cosas como
si uno fuera un mercachifle. Nunca hice un cuadro para vender y se han
vendido naturalmente, porque todo eso se ha hecho comercial y aunque uno
luche y no quiera, esto se vende".
Cada uno de sus comentarios mueven a la sonrisa y la reflexión.
La pintura es un negocio, reconoció durante su
homenaje. En París, ''por venderte un cuadro una galería
te cobra 70 por ciento, aquí 33.33 por ciento. La gente sólo
ve la pintura diciendo 'tu cuadro es muy caro', 'lo vimos en una subasta',
'¿a quién mandaste a la subasta con tu cuadro?' Yo no lo
mandé, yo tenía ese cuadro y lo cambié por una camiseta.
''No se me ocurría vender, me gustaba el trueque,
pero ponerle precio a las cosas que hacía, que eran casi secretas,
era algo que no se me ocurría. Me parecía una bellaquería.
Nunca fui comerciante."
Creatividad a partir de las vivencias
Juan Soriano pinta porque la parte bonita de la vida es
algo que no se puede platicar. ''En una conversación normal uno
dice muchas cosas muy bonitas y muy inteligentes, y en la pintura también
es lo único en que las cosas salen espontáneamente, todas
las otras artes o modos de comunicarse con los demás son más
complejas".
Ninguna de sus creaciones, expresó, se ha convertido
en su favorita y nunca se enamoró de tener las obras en su casa.
''No sabría por qué una obra sería
favorita sobre las otras. Todo lo veo como un trabajo que es aparentemente
medio mecánico, pero que me impone una manera de ser fisiológica,
que yo juzgo la vida por las imágenes que puedo reproducir de lo
que he vivido".
Su autobiografía sería una novela ''porque
todo lo que tengo en mi memoria son puras invenciones". El público
escuchó y rio con él, y las anécdotas contadas por
Poniatowska lo hicieron más humano.
La periodista y el homenajeado se conocieron en 1953,
cuando Soriano pintó un cuadro de su tía Pita Amor, desnuda
de la cintura para arriba.
Coincidieron en muchas reuniones donde, aseguró,
nunca hizo cosas malas,
pero no por ello dejó de contar la ocasión
en la que ella no estaba presente y él se subió a una mesa
''y se hizo pipí". De las cantinas, recordó la autora de
Tinísima, lo barrían junto con el aserrín.
En el documental de Ripstein, Soriano señala que
dejó la bebida porque advirtió que si se tiraba al alcohol
no habría tiempo para nada más.
Para el video Soriano, el realizador grabó
unas 30 horas; estaba planeado para una serie sobre maestros eméritos,
encargada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y debía
durar 22 minutos.
Sin embargo, con el tiempo y la revisión de las
imágenes se extendió. Parecía que Soriano lo había
dicho todo en la cinta, que ya no había nada por descubrir. No es
así
.
El pintor Juan Soriano, el cineasta Arturo Ripstein (en
imagen de archivo) y la escritora y periodista Elena Poniatowska, quienes
participaron en el homenaje rendido al artista en el Museo Soumaya, donde
el maestro compartió reflexiones y su buen sentido del humor FOTOS
LUIS HUMBERTO GONZALEZ
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