México D.F. Viernes 30 de enero de 2004
El vicepresidente sale de su gobierno de
sombra para asegurar su continuidad en la administración
Cheney podría dañar el futuro político
de Bush, señalan en EU
Según sus críticos, se ha vuelto "la cara
más pública de la posible corrupción del gobierno"
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington y Nueva York, 29 de enero. El vicepresidente
Dick Cheney, considerado por muchos el arquitecto de la guerra en
Irak, y el poder real detrás de la silla presidencial, ha sido obligado
a salir de las sombras para defenderse de acusaciones de que exageró
la amenaza que representaba Saddam Hussein y que utilizó su puesto
para enriquecer a la empresa de la que un día fue director.
Aunque
hasta la fecha sólo un columnista nacional se ha atrevido a pedir
la renuncia de Cheney, el vicepresidente se ha encontrado en el centro
de varios escándalos mayores que están afectando al gobierno
de George W. Bush.
Cheney fue el promotor más agresivo de la ahora
ampliamente reprobada tesis de que Irak representaba una amenaza inminente
para Estados Unidos antes de la guerra. Además, señalan críticos,
se ha vuelto la cara más pública de la posible corrupción
de este gobierno, ya que continúa recibiendo un salario de Halliburton
Company, la empresa que anteriormente encabezaba, y que además recibe
miles de millones de dólares en contratos del gobierno para la reconstrucción
del país petrolero, entre otros proyectos.
Dos íntimos socios del ex presidente George Bush,
padre del actual mandatario, el ex secretario de Estado James Baker y el
ex asesor de Seguridad Nacional Brent Scowcroft, han lanzado -según
varias versiones- un esfuerzo detrás del escenario para sacar a
Cheney de la fórmula presidencial en la campaña de relección,
ya que consideran que el vicepresidente podría dañar el futuro
político de George W. Bush.
Baker, quien ha sido un abierto crítico de la política
unilateral de esta presidencia -supuestamente guiada por Cheney- fue reclutado
recientemente para intentar convencer a otros países de cancelar
la deuda de Irak, y su éxito en este esfuerzo ha fortalecido la
postura de los que se oponen a Cheney.
Por otro lado, una encuesta del New York Times
reveló este mes que son mayoría las personas que tienen una
impresión "desfavorable" del vicepresidente. Además, por
lo menos un medio conservador ha publicado artículos que cuestionan
el papel de Cheney en este gobierno.
Al parecer, Cheney empieza a sentir el calor de la hoguera.
Después de mantener un perfil casi invisible ante los medios durante
sus primeros tres años en su puesto, el vicepresidente ha ofrecido
de repente ocho entrevistas a medios nacionales el mes pasado, y acaba
de realizar una gira por Europa de cinco días, su segundo viaje
internacional desde que llegó al cargo.
Vale recordar que durante un largo periodo después
del 11 de septiembre, Cheney residía en un búnker
secreto, donde se decía encabezaba un gobierno de sombra para asegurar
la continuidad de la administración en caso de otro atentado. Ahora,
al parecer, ha salido del búnker para asegurar su continuidad.
Pero la nueva ofensiva política de Cheney no está
diseñada para convencer a sus opositores, sino para convocar a las
bases neoconservadoras a su defensa. De hecho, Cheney no sólo rehúsa
ofrecer disculpas por su acusación de que Irak estaba amenazando
a este país con armas de destrucción masiva, sino que a pesar
de las dudas que día a día crecen, ha insistido en reafirmar
esta posición. Lo repitió el mismo día en que David
Kay, ex jefe del equipo estadunidense de inspectores de armas de destrucción
masiva en Irak, declaraba públicamente que era "impreciso" decir
que Hussein contaba con ese tipo de armas.
De hecho, esta semana, Bush rehusó repetir sus
afirmaciones del pasado de que Irak contaba con armas de destrucción
masiva cuando comenzó la invasión de ese país. El
vocero de la Casa Blanca Scot McClellan negó esta semana que el
gobierno hubiera calificado a Irak como una amenaza "inminente", y aclaró:
"esas no fueron las palabras que empleamos". Una revisión de las
transcripciones oficiales de declaraciones de la Casa Blanca revela que
el 10 de febrero del año pasado el propio McClellan declaró:
"esto se trata de una amenaza inminente", al referirse a la necesidad de
emprender acciones contra Irak.
Mientras muchos funcionarios del gobierno de Bush intentan
matizar, en el mejor de los casos, sus anteriores afirmaciones sobre Irak,
Cheney insiste en que tenía razón. En una entrevista con
la Radio Pública Nacional, afirmó que dos camiones encontrados
en Irak después de la guerra representaban "pruebas concluyentes"
de que Hussein tenía armas de destrucción masiva.
Sin embargo, hasta los servicios de inteligencia de Estados
Unidos han concluido que esos camiones estaban diseñados para producir
hidrógeno, o combustible para cohetes, y no armas biológicas,
según el inspector Kay. "La miopía del vicepresidente sugiere
una falta de voluntad asombrosa para aceptar una realidad que está
en conflicto con las nociones preconcebidas del gobierno", escribió
el New York Times en un editorial esta semana. "Este tipo de pensamiento
rígido ayudó a llevarnos a una invasión sin amplio
apoyo internacional, y si Cheney es tan influyente como muchos dicen, podría
llevarnos a otras desventuras más adelante".
De hecho, se dice que Cheney es el vicepresidente más
influyente en por lo menos medio siglo. El ex secretario de Tesoro Paul
O'Neill, quien renunció a su puesto en este gobierno, caracterizó
recientemente al vicepresidente como un tipo de "guardia pretoriana" alrededor
de Bush, que lo protege de críticos y tiene enorme influencia sobre
él.
Un nuevo libro sobre el primer ministro Tony Blair escrito
por un reconocido periodista del Financial Times, cita a un asesor
de Blair que se quejaba de que Cheney había "llevado a cabo una
guerra de guerrillas" contra los esfuerzos británicos de conseguir
el respaldo de la Organización de Naciones Unidas para la guerra
contra Irak.
Críticos como el escritor y ensayista Gore Vidal
consideran a Cheney como el poder real detrás del trono en la Casa
Blanca, el subtítulo de uno de sus libros más recientes es
La junta Cheney-Bush.
Pero no es sólo en torno a la política exterior
donde Cheney se encuentra bajo ataque. El vicepresidente es sujeto de por
lo menos una demanda legal que busca obtener documentación oficial
secreta sobre los trabajos de una comisión de política energética
que Cheney encabezó en los primeros días de este gobierno,
y que diseñó políticas federales en este rubro con
la íntima cooperación de empresas del mismo sector, y que
se supone las beneficiaría.
Las ganancias de Halliburton
Durante sus tres años en el puesto, Cheney ha recibido
cientos de miles de dólares en "ganancias diferidas" de la empresa
Halliburton de Texas, de la cual fue presidente a finales de los años
90. Estos pagos se realizaban durante el mismo periodo en que Halliburton
recibía miles de millones de dólares en contratos no concursados
del gobierno federal para proyectos en Irak.
Funcionarios de la Casa Blanca insisten en que no hay
nada inapropiado en estos pagos, pero a la vez es cierto que la empresa
que antes encabezaba Cheney ha ganado más dinero en contratos federales
que casi cualquier otra empresa durante este gobierno.
"El (Cheney) representa el ejemplo más descarado
y obvio de cómo este gobierno ha distorsionado la inteligencia y
ha actuado como cómplice de los intereses empresariales", comentó
David Sirota, director de comunicaciones del liberal Centro para el Progreso
Americano, al Washington Post.
Pero a Cheney no le molesta esta imagen. Cuando el periódico
USA Today le preguntó sobre su imagen, respondió:
"¿Qué tiene de malo mi imagen? ¿Soy el genio maligno
en la esquina que nadie jamás ve salir de su hoyo? De hecho, es
una buena manera de operar".
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