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México D.F. Martes 27 de enero de 2004

Luis Hernández Navarro

Mumbai

Parece estar de moda entre algunos académicos criticar las cumbres del altermundismo. Señalan que se trata de un proceso agotado que no genera consecuencias sociales y que es incapaz de elaborar alternativas.

El Foro Social Mundial (FSM) de Mumbai no fue una estación de paso más en la ruta del turismo revolucionario. Tampoco fue una especie de Woodstock político de nuestro tiempo. En Mumbai se dieron cita actores colectivos claves en la construcción de los sujetos históricos capaces de enfrentar la globalización neoliberal. Los portadores sociales del cambio se forman en el proceso mismo de la transformación política. La cuarta edición del FSM fue un momento clave en la gestación de un movimiento trasnacional de los globalizados.

No es correcto juzgar al Foro por lo que no es y no se ha propuesto ser. El FSM no es una organización, sino un espacio; no es el lugar para elaborar un programa alternativo al neoliberalismo, sino un terreno de conocimiento, encuentro, debate y reflexión entre fuerzas distintas que luchan contra él; no es la instancia para coordinar luchas o movilizaciones, sino el punto de convergencia para que quienes asisten lo hagan. No emite resoluciones ni proclamas ni acuerda planes de acción. Hay quien ve en ello una enorme carencia. Sin embargo, aunque se lo propusiera no está muy claro que pudiera hacerlo. La centralización política e ideológica de la resistencia es tan imposible como inconveniente. La enorme diversidad de sus integrantes, el desconocimiento real entre ellos, la falta de un liderazgo reconocido por el conjunto hacen que su funcionamiento descentralizado sea una necesidad.

Por supuesto, todo está claro para quienes han propuesto al movimiento contra la globalización neoliberal adoptar como consigna central de acción el de "una solución: revolución". Pero para quienes consideran que se trata de reinventar la política y formular preguntas, para las que aún no hay respuestas, las cosas no son tan sencillas. Ello no implica "echar en saco roto" los señalamientos que muestran la incongruencia entre proclamar que "otro mundo es posible" y no tomar medidas para hacer realidad esa factibilidad.

La escritora Arundhati Roy señaló esta limitación durante su discurso en la sesión inaugural. Después de reconocer el enorme valor del intercambio de ideas dijo: "si todas nuestras energías son desviadas hacia ese proceso a costa de una acción política real, entonces el FSM, que ha jugado un papel tan crucial en el Movimiento por la Justicia Global, corre el riesgo de convertirse en un activo para nuestros enemigos. Necesitamos urgentemente discutir las estrategias de resistencia. Necesitamos enfocarnos en blancos reales, librar batallas reales e infligir un daño real."

Los Desobedientes italianos en el Foro Social Europeo y la analista Naomi Klein han expresado opiniones similares. El mismo Ignacio Ramonet, quien ha desempeñado un importante papel en el FSM, manifestó en un artículo reciente cierto desencanto con la dinámica que ha seguido.

El que el Foro no llegue a conclusiones no significa que no desate procesos útiles en la articulación de los sujetos capaces de enfrentar la globalización neoliberal. Entre otros muchos tópicos hay tres que en Mumbai resultaron importantes para la constitución de una izquierda planetaria laica: el papel de la secularización en la política, la importancia de la causa de las mujeres, y la lucha por la dignidad en entornos multiculturales.

En plena expansión del fundamentalismo religioso y el patriotismo chauvinista en el orbe, los asistentes reivindicaron la necesidad de secularizar la política. Aunque la preceda, el fundamentalismo religioso y el nacionalismo intolerante se han exacerbado con la globalización. Esta ha sumido a comunidades enteras en la inestabilidad económica y ha erosionado su identidad, provocando que muchos sectores de desposeídos se aferren a una identidad religiosa politizada y a un nacionalismo estrecho como vía para adquirir seguridad. Lejos de hacer una apología de esta reacción cultural mu-chos conferencistas insistieron en la necesidad de enfrentar esta tendencia y reivindicar la laicidad de la política.

De la premio Nobel de la Paz iraní Shirin Ebadi a Arundhati Roy, pasando por la abogada Irene Khan y la dirigente indígena ecuatoriana Blanca Chancoso, la gran mayoría de las personalidades relevantes que asistieron al Foro de Mumbai fueron mujeres. Lo mismo sucedió con los miles de voluntarios que, sin recibir pago alguno, hicieron posible la marcha del evento, atendiendo a la prensa, resolviendo problemas logísticos o traduciendo; las mujeres eran abrumadora mayoría en sus filas. La problemática de género fue, además, ampliamente discutida en mesas de trabajo y conferencias. Esta masiva participación femenina y la importancia dada a la causa de las mujeres en la agenda del encuentro muestran los avances alcanzados por el feminismo dentro de las filas del altermundismo.

En Mumbai los pobres hablaron a los pobres como no lo habían hecho en otros encuentros previos. Y el lenguaje que utilizaron fue el de la dignidad y los derechos. La globalización neoliberal es incompatible con la globalización de los derechos humanos, dijeron de muchas formas. La masiva presencia de dalits, los intocables, en el acto, evidenció su reivindicación de reconocimiento de una nueva identidad y un nuevo estatus, basada en la destrucción total de las estructuras sociales tradicionales hindúes.

Más allá de sus limitaciones, Mumbai fue un momento clave en la revuelta de los globalizados.

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