México D.F. Martes 27 de enero de 2004
José Blanco
šBravo por los senadores!
Una glosa de las decisiones tomadas al tuntún por el Congreso a lo largo del último medio siglo llenaría un número inimaginable de tomos. El frecuente trompicón legislativo está vinculado con la mezcla perversa y subdesarrollada de la demagogia y la desinformación, la ignorancia, la prepotencia del poder, y la irresponsabilidad de tomar decisiones al cinco para las doce. La muy mala fama de los legisladores no es gratuita.
Una de esas decisiones irresponsables, ignorantes y demagógicas, fue tomada por el Senado en 2001, cuando esta honorabilísima institución reformó el artículo tercero de la Constitución, para hacer obligatoria la educación prescolar de tres años en todo el país. Como en abstracto suena muy bonito (y sería realmente un paso extraordinariamente importante que ello fuera posible), los legisladores se colgaron alegremente de la demagogia y šadelante con los faroles, que atrás vienen los cargadores! Con esta decisión la patria nos hará un altar.
La patria, sin embargo, puede estar a punto de darles una rechifla monumental, por tal decisión, que se oirá hasta en los más recónditos rincones de la misma.
Hacer obligatorio el nivel prescolar de tres años significa que toda criatura que no haya acreditado tal nivel no podrá ingresar a la escuela primaria. Esto quiere decir que, a partir del próximo agosto -dentro de siete meses- todos los niños del país, en edad de ingresar a la escuela primaria en septiembre de 2007, tendrán que estar en la condición de alcanzar su certificado en junio-julio de ese mismo año. Como ello será prácticamente imposible de cumplir con alcance universal, los senadores recibirán la rechifla de marras que todos oíremos, acompañada de demandas más que pertinentes de los padres de familia, en gran cantidad de ciudades del país.
ƑSabían los señores senadores cuántos niños tendrán que incorporarse al sistema prescolar en 2004 para tener derecho de ingreso a la primaria en 2007? ƑSabían cuántos niños estaban en 2001 en la posibilidad de cursar tres años de prescolar a partir de 2004? ƑSabían cuántas escuelas del nivel prescolar -y con qué capacidad- existían en aquel momento en el país? ƑSabían cuántas sería necesario abrir e inaugurar perentoriamente para poder cumplir con las fechas establecidas por tan inteligentísima disposición legal?
ƑSabían cuántas escuelas de educadores estaban preparando a cuántos profesores y profesoras para cubrir la entera demanda de prescolar del país? ƑSabían cuál es el costo de montar un sistema universal de prescolar en lapsos urgentes e improrrogables? ƑSabían cuánto debía aumentar el presupuesto educativo, para no afectar al resto de los niveles educativos? ƑSabían de dónde saldrían los recursos, es decir, a qué rubros se los restarían habida cuenta que nadie se quiere hacer cargo de la reforma fiscal? ƑSabían el gran negocio particular que estaban creando? ƑSabían cuáles deberían ser los contenidos educativos de este nivel escolar? ƑSabían cuál es el aparato burocrático que tenían que crear para regular y vigilar el cumplimiento de los contenidos educativos?, mientras en diciembre pasado los legisladores decidieron que con tres subsecretarías por secretaría es suficiente (Ƒtres? Ƒpor qué no dos o una?: así se ahorraría aún más).
ƑSabían -Ƒsaben?- los legisladores si todos los padres de familia del país están ya enterados de tal obligatoriedad? ƑSabían que los más afectados serán los niños de las familias más pobres y, dentro de este amplio segmento social, los peor afectados serán los niños indígenas? ƑSabían que la mayor base estructural de la desigualdad sin nombre de este país está en la inmensa disparidad de oportunidades de acceso a la educación? ƑSabían que con su inteligentísima decisión contribuyeron poderosamente a reforzar esa base estructural de la desigualdad?
La hipótesis más generosa indica que la respuesta a cada una de esas preguntas es: no, no sabían nada. La hipótesis del extremo opuesto -sí, todo lo sabían-, nos haría concluir que quien legisló fue un grupo de criminales actuando con todas las agravantes. Como esto último no es, a las claras, el caso, resulta diáfano que fue un acto legislativo irresponsable fundado en la ignorancia y la inconsciencia. En la demagogia.
Lo mejor que puede ocurrir a la república es que tan distinguidos legisladores desanden el camino que caminaron a oscuras, vuelvan a estudiar el problema en todas sus aristas, reflexionen en todas las implicaciones de sus determinantes decisiones, desfagan los entuertos que cometieron y asuman de una vez por todas que no se puede legislar a trompa talega.
Tendrán que aprender de sus colegas diputados cómo, por ejemplo, un año gravan el salmón y al año siguiente con la cola entre las patas lo desgravan porque no resultó un artículo de lujo, como ellos, en su inmensa sabiduría, creían.
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