México D.F. Miércoles 21 de enero de 2004
Pobreza y alcoholismo hunden a Metlatónoc
En el municipio guerrerense, enfermarse puede ser mortal
ante la escasa ayuda médica
ALONSO URRUTIA Y JESUS SAAVEDRA ENVIADO Y CORRESPONSAL
Metlatonoc, Gro. En la plaza del pueblo de Cochoapa
un puñado de mujeres comienza a reunirse. Tímidas, pero resueltas
a detener el inagotable consumo de cerveza entre los hombres, cuya embriaguez
se vuelve, con frecuencia, preludio de golpizas en su contra.
Poco a poco se agrupan más. Aguardan la respuesta
de la procuraduría estatal a su petición de regular la distribución
de Corona, pues piensan que así los hombres serán menos violentos
en esta comunidad mixteca.
Carmen Flores, quien asegura que su prima perdió
al marido por culpa de la cerveza que provocó un airado pleito marital,
dice lacónica: "si no hay más alcohol, no habrá más
palizas". Así, nada más.
Lentamente surgen otras voces. Marcelina Contreras
no oculta su hartazgo porque buena parte de los hombres van por las calles
"enseñando sus partes"; Hilaria Martínez aún espera
justicia, ya que la discusión que tuvo con su pareja terminó
llevándola al hospital 15 días; una más tiene años
con un tumor ?dice ella? que le originó una patada en el
vientre, y otras relatan que de plano han optado por esconderse en casas
ajenas hasta que se esfumen los efectos del alcohol en sus cónyuges.
Aún tienen el recuerdo del desdichado fin
de Porfiria González, muerta de un balazo hace un año por
el arrebato que provocó en su marido que no se apurara a servirle
la cena.
La discusión entre las mujeres no se reduce
sólo al destino que finalmente tendrá su pedimento, sino
también negocian quién será la encargada de encabezarlas.
La mayoría prefiere a Aleida García, una mujer identificada
con el perredismo, aunque Angélica Flores ?a quien ubican como una
priísta que no se ha detenido en medrar con su trabajo, en hacerles
perdedizos los huipiles o las carpetas que le dieron a vender? es favorecida
por la autoridad.
La partidización de la vida en la región
no es menor. No pasarán muchos días antes de que Cochoapa,
la segunda comunidad en importancia de Metlatónoc, se convierta
en municipio. Es la salida que se encontró al añejo pleito
entre el priísmo, atrincherado en Cochoapa, y el perredismo asentado
en la cabecera municipal.
Se mitigará la tensión política,
pero no la miseria que domina la zona, pues no habrá más
dinero para distribuir, sino los mismos 40 millones de pesos partidos por
la mitad.
Sombras en Metlatónoc
Tras cuatro horas de andar dando tumbos por los caminos
que cruzan la Montaña guerrerense, desde Tlapa hasta el confín
del estado, se llega a Ahueshopa, la primera comunidad de Metlatónoc.
A la distancia se alcanza a ver en una de las primeras
viviendas a una joven sentada en el suelo que devora una tortilla. No hay
nadie en su casa y ella se desliza por el polvoso camino arrastrando sus
piernas inertes. No hay familiar que dé razón de ella, pero
los vecinos dicen que sencillamente así nació. Nunca la atendieron.
Ella tampoco da respuesta, apenas una sonrisa. Por
añadidura, refieren quienes la conocen de años, "siempre
ha andado mal de la cabeza". No se le mira triste por su desventura
como a tantos y tantos otros rostros en Metlatónoc.
Algunas casas adelante, recostada en un petate,
Cecilia González trata de consumir un día más en su
vida tolerando el peso de sus dolencias acumuladas. Hace 15 años
que la sobrecogen ataques epilépticos; hará un par de años
que le afligen problemas en el útero y recientemente han comenzado
a dolerle los ojos debido a las cataratas.
Demasiado para que su esposo pudiera soportar llevar una
vida al lado de ella. Abandonada, hoy vive en la casa de su madre, que
a falta de médicos que atiendan la complejidad de sus enfermedades
ha gastado un dineral en mandar traer receros que eleven plegarias
para atenuar su dolor.
Aquí, en Metlatónoc, no hay derecho más
que a enfermarse de gripes y diarreas. Los pocos médicos que hay
carecen de lo indispensable para remediar los males, y el hospital de segundo
nivel más cercano está en Tlapa. Intentar llevar a un enfermo
en ambulancia puede costar hasta 4 mil pesos. No hay quien los pague.
Más crítica, por irremediable, es la situación
de Nieves Meléndez, cuya gravedad motivó el apoyo municipal
para llevarla hasta Chilpancingo. "Se está usted pudriendo por dentro",
asegura que le dijeron los doctores para explicarle la hemorragia que la
consume.
Hace unos años, cuando la pobreza y sus afanes
migratorios la llevaron a Estados Unidos, le fue detectado el cáncer.
Tras las primeras terapias abandonó el tratamiento y regresó
a Guerrero.
Ahora el cáncer está en fase terminal,
precisa Carmen Barrera, la enfermera de Yubinani, quien sale en defensa
del demoledor diagnóstico: "hay veces que es necesario usar esos
términos, para que sepan lo que tienen". Eso es así. Sólo
lamenta que aun en su condición no le puedan suministrar morfina
para el dolor, porque eso sólo lo prescriben en los hospitales de
segundo nivel.
Festejos en San Rafael
Hoy también es día de fiesta en San Rafael.
La infinidad de festejos y lo prolongado de los mismos en la región
casi convierte en excepcionales aquellas fechas en las que no hay algo
que celebrar.
Falta una semana y ya corre la cerveza en ocasión
de la Purísima Concepción de María. Sobre el camino
de entrada a San Rafael varios hombres destazan una res para dar de comer
a toda la comunidad, y los principales del pueblo ya comparten con los
mayordomos los acordes de la banda municipal. Y aunque no paran las fiestas,
desde hace tres meses a la comunidad le preocupa el destino, pues en medio
de los aguaceros septembrinos en la Montaña se abrió una
grieta que partió al pueblo.
El amanecer del 24 de septiembre se despertaron con esa
resquebrajadura que ocasionó en la mitad de las casas desniveles
hasta de un metro. Es lo más grave que ha sucedido en San Rafael
desde que se tenga memoria, tan grave que llegaron hasta acá expertos
en desastres de la Secretaría de Gobernación.
Desde entonces no han sabido nada. Andrés de la
Cruz, miembro del comisariado, señala que los que saben culparon
al reblandecimiento del suelo, que a tres metros de profundidad es arenoso.
Por ahora, ante el desdén gubernamental, los indígenas
de San Rafael inventan formas de apuntalamiento para hacer habitables,
en lo que cabe, sus casas. Otros más, que sufren daños irreparables
en sus viviendas, enfrentan la especulación inmobiliaria cuando
pretenden comprar otro terreno que ahora vale cuatro veces más.
Lo cierto es que nunca había sucedido algo así
y por eso han comenzado a proliferar algunas versiones de dimensiones mágicas
y extraordinarias, propias de la fe.
Dicen que hace meses llegó la Fundación
Antonio Rivera ?ligada a la Coca Cola? para hacer "labor social" mediante
donaciones de ropa y medicamentos. Jamás logró la confianza
total de la gente, aunque en sus afanes de arraigo ofreció reconstruir
el templo de San Miguel Arcángel y hasta levantar un nuevo hospital.
La gente cuenta que su presencia fue extraña.
Taurino Rojas, profesor y dirigente social, afirma que "había un
proyecto público y otro escondido, porque de repente empezaron duro
y dale que inscribiéramos nuestras tierras en el Procede, primer
paso para facilitar su venta. Querían explotar nuestros recursos".
La historia no acaba ahí. A decir de la gente,
en esos días comenzó una cadena de hechos extraños:
en Aztompa se robaron piezas arqueológicas; en Ocotepec desapareció
un ídolo; en La Laguna ?narran los lugareños? hubo una increíble
extracción de una sirena de un lago que terminó por
secarlo.
Esas son historias que van de boca en boca. Lo cierto
es que en San Rafael desapareció el ídolo de la comunidad,
una piedra de casi un metro con una figura humana cruzada de manos. Eso
fue en enero y hay denuncia penal que lo acredita. Meses después
el pueblo amaneció partido.
Pasaron semanas y la gente no hallaba explicación
al misterio. Para muchos, la historia de que bajo el suelo hay una porción
arenosa no los satisfizo y concluyeron sin más: el pueblo se partió
porque
se llevaron al ídolo.
Por aquellos días de lluvias e incertidumbre gran
parte de los damnificados del desventurado suceso se refugiaron de mayores
males en el centro del pueblo.
Las autoridades del pueblo describen la secuela de la
aparición de la grieta: casi dos centenares de casas quedaron francamente
inhabitables. Cundió el espanto entre la gente, un espanto
que
se llevó la vida de una niña.
Ni los rezos ni el sacrificio de gallinas, un guajolote
y un chivo ahuyentaron al espanto. Todo un ritual para ofrecer la
sangre a cambio del bienestar.
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