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México D.F. Viernes 9 de enero de 2004
RETORNO A LA BARBARIE
Las
recientes guerras desatadas por el fre- nesí "antiterrorista" de
Washington, junto al incremento de las medidas de vigilancia y seguridad
en gran parte del mundo, han resultado un extraordinario negocio para los
proveedores de armamentos e insumos castrenses. Según un reporte
del Fondo Monetario Internacional, obtenido por este diario, desde el 11
de septiembre de 2001 los gastos militares a escala global se han incrementado
en 64 mil millones de dólares, ingente suma que supera todo el financiamiento
anual requerido para realizar las acciones de desarrollo humano y social
previstas en las Metas del Milenio (MDM) de la ONU.
El exorbitante crecimiento de las erogaciones destinadas
al aparato militar y de seguridad tiene también como correlato una
merma significativa de los recursos disponibles para el desarrollo social
y la asistencia a los más desfavorecidos. Los 64 mil millones de
dólares extra canalizados a la industria armamentista mundial no
sólo exceden los recursos anuales necesarios para cumplir en 2015
los objetivos de reducir la pobreza, el hambre, la mortalidad infantil
y materna y la propagación del sida (algunas de las MDM citadas):
además, tal gasto ha inducido la reducción de las aportaciones
económicas para el progreso de la humanidad comprometidas por las
naciones integrantes de la ONU. Así, enfrentamos hoy un mundo más
vigilado, con libertades en proceso de ser acotadas, con mayor presencia
y actividad de las fuerzas castrenses de las grandes potencias y con menos
esperanzas de revertir los rezagos históricos y enfrentar satisfactoriamente
los nuevos retos. Tal es el saldo de la política "antiterrorista"
de Bush.
Por añadidura, los gobiernos de Estados Unidos
y de las principales naciones desarrolladas continúan ampliando
su gasto militar para beneficio de sus intereses geopolíticos, de
sus estamentos más belicosos e injerencistas y de los bolsillos
de las corporaciones de la industria armamentista en un grado no visto
desde mediados de los años 80. Tal circunstancia, al contrastarla
con los graves problemas que agobian a la humanidad, resulta inmoral, exasperante
y peligrosa. Así, de continuar la tendencia a incrementar el gasto
militar, de la mano de la creciente histeria de Washington y de sus actitudes
imperiales, el mundo en su conjunto podría arribar a un indeseable
y perturbador escenario de pobreza, guerra y vulneración de los
derechos humanos y las libertades básicas. Terminada la guerra
fría, halcones e industria armamentista pretenden convertir
a las sociedades del planeta -con el pretexto de combatir a un terrorismo
que ellos mismos ayudaron a fabricar- en el enemigo que requieren para
mantener e incrementar sus canonjías y privilegios.
Ante este panorama, resulta obligado señalar que
el orbe podría ser más seguro, armónico y justo tan
sólo canalizando parte del desmesurado gasto militar actual a la
solución de los problemas y los padecimientos humanos. La reducción
de la pobreza, de la opresión, del hambre, de la enfermedad y de
la desesperanza contribuiría sustancialmente, mucho más que
las inversiones en armas e instrumentos de vigilancia, a erradicar el terrorismo
y a construir un clima global de seguridad, democracia, desarrollo y paz.
Por desgracia Bush, sus secuaces y sus contratistas piensan diferente y
parecen decididos a conducir al mundo a un oscuro escenario de militarización
y temor en el que sólo ellos resultarían beneficiados. Toca
a las sociedades del planeta resistirse a ese retorno a la barbarie y exigir
que la riqueza de las naciones sea canalizada al bienestar y el progreso
de las mayorías, a la asistencia de los más desfavorecidos
y, en general, a la preservación de la paz y la civilización.
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