México D.F. Viernes 9 de enero de 2004
Armando Jiménez
Me dieron un soberbio gallo
Todo mundo conoce el ''Gallito Inglés", que me he encargado de popularizarlo: es la figura de un sexo masculino disfrazado con la forma de un pajarraco.
Ahora bien, cierta ocasión a principios de 1961, fui a un centro nocturno para conocer a mí ya famoso primo y a escucharlo cantar acompañado por un mariachi.
En un intermedio me presenté con él, nos dimos un fuerte abrazo y lo invité a sentarse en la mesa a tomar un tequila.
Me dijo que había estado buscando en diversas librerías mi Picardía mexicana -que había aparecido recientemente- sin encontrarla, por hallarse agotada.
-Te cambalacho un ejemplar dedicado -le propuse- y una comida en mi casa, cuando tengas tiempo, por un disco tuyo autografiado.
Apuntó mi dirección en una servilleta de papel. Días después, de madrugada, me despertó un concierto de mariachis. ƑA quién le tocarán? Encendí la luz de la habitación, me vestí despacio y salí a investigar.
šEra él con su conjunto musical!
Al verme quedó sorprendido, pasmado. Por fin, sin ocultar su cólera exclamó: ''šCabrón! ƑQué haces aquí?"
''Pues aquí vivo". El no salía de su sorpresa.
-ƑPor qué viniste a cantarme?
-ƑA ti? šCómo crees! ƑDe veras vives aquí?
Le invité una copa y luego dedujo él que por haber anotado en un papel suelto el domicilio de una coquetilla, sin el nombre, para que no se enterara su esposa, confundió esa dirección con la mía.
-Bueno, pues dame otra copa (mucho le gustaban las copas), además del libro que me prometiste.
-La copa te la doy, pero si no traes el disco que tú me ofreciste, tendrás que interpretar aquí y ahora mismo un par de canciones, para grabarlas en mi aparato.
ƑY que relación tiene esta anécdota -preguntará algún lector extranjero- con el título de este texto?
-En México -le contestaré- nombramos gallo a una serenata, como la que me dio mi desordenado y enamoradizo primo, aunque no forzosamente cantada por equivocación en las afueras de otra casa. Y, desde luego, señor extranjero, al decir que me dieron un gallo no piense usted que me adjudicaron un plumífero con cresta y espolones, y menos -šlibreme Dios!- un fogoso gallo inglés.
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