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México D.F. Viernes 9 de enero de 2004

Horacio Labastida

Soberanía, aeropuertos y policía

La intervención directa de la embajada de Estados Unidos y de la policía estadunidense en el aeropuerto internacional del Distrito Federal y de otros del interior es indignante e increíble que pueda ocurrir, porque se trata de una intervención extranjera en funciones que corresponden exclusivamente a las autoridades mexicanas. ƑPor qué exclusivamente? Por una razón clara, evidente y sentida en la población del país. El cuidado del orden público, prevenir su desestabilización, investigar los delitos cometidos y vigilar las leyes y acuerdos migratorios en las fronteras, así como participar en la buena marcha de zonas internacionales son actividades que forman parte esencial de la soberanía nacional, y por esto no pueden ser asumidas por empleados de otros países. Hacerlo no sólo infringe los derechos de autodeterminación de un pueblo, no sólo connota una injerencia inadmisible en las áreas nacionales, o bien un acto brutal, sino que en lo profundo tales procedimientos implican una burla grosera a las normas morales que armonizan la convivencia internacional.

Se trata de actos que hieren el respeto político y ético acunados por la cultura y la civilización a través de los siglos para hacer posible el progreso de la humanidad. Lo contrario a esta concordia ha sido escenificado en la historia por una barbarie que se restringe y purga en la medida en que triunfa una y otra vez la supremacía de los valores humanos sobre los acosos de una animalidad que los extinguiría.

Ese conjunto de atormentadas reflexiones emana junto con la información pública de lo que está sucediendo en el aeropuerto internacional Benito Juárez, nombre ilustrísimo que evoca hoy la dolorosa ironía que nos llena de tristeza.

Benito Juárez fue el presidente de la República que entre 1858 y 1872, año este último el de su muerte, defendió a la patria contra los dos abyectos jinetes del Apocalipsis que la hostigan a partir del día en que los grandes caudillos Miguel Hidalgo y José María Morelos izaron las banderas de la Independencia. ƑCuáles son estos jinetes del Apocalipsis?

Bien configurado aparece el primero, al perfilarse los grupos de traidores apegados a sus privilegios y ajenos al bien común; se habla de quienes estacan, acumulan y reúnen sin límites capitales y bienestar materiales, sin importar los demás, según la caracterización que hace en 1933-34 José María Luis Mora en su célebre Programa de los principios que ha profesado el Partido del Progreso.

En la época de Juárez, los que trataron de liquidar el régimen constitucional de 1857 durante la Guerra de Tres Años (1858-61) y el grupo que se sumó al imperio de Napoleón III en México modelan uno de esos jinetes apocalípticos: las oligarquías nacionales que se subordinan a los intereses imperiales. Los santannistas, que entre 1835 y 1848 hicieron posible al gobierno estadunidense de J. S Polk arrebatarnos más de la mitad de nuestro territorio, los felones que estuvieron al lado de los invasores franceses y de Maximiliano de Habsburgo, y las plutocracias locales y sus respectivos gobiernos rendidos a los gobiernos y plutocracias estadunidenses desde Porfirio Díaz hasta el presente, con la excepción de los revolucionarios de 1910-17 y del general Lázaro Cárdenas, suman estos círculos siempre minoritarios, en el segundo jinete que ha herido y hiere la dignidad de un pueblo fiel a su libertad personal y colectiva.

Si algún lector desea enterarse de lo que ha sido y es la policía en México, puede acudir al capítulo que a este tema dedica, en su tomo I, el Diccionario jurídico mexicano (1992) del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, en la inteligencia, repetimos, de que los distintos cuerpos que la integran cumplen en lo federal, estatal y municipal tareas judiciales y preventivas relacionadas con el respeto y cumplimiento de la ley, y hacerla respetar y cumplir es área de la soberanía nacional, incluidas la seguridad pública interior y la que pueda afectar a otros países. Al respecto, celébranse convenios recíprocos con estos últimos sobre información mutua o medidas que convenga adoptar, pero tales convenios jamás podrán ser en el sentido de que el extranjero sustituya a la autoridad nacional, porque serían flagrantemente violatorios de la soberanía.

A pesar de lo que está ocurriendo, no debemos entregarnos al pesimismo destructivo. La salud de nuestro México no se contaminará de la soterrada oligofrenia terrorista y globalista que auspicia la alta burocracia de Estados Unidos de Norteamérica. No hay engaño, porque todo el mundo sabe que tal oligofrenia es sólo el escenario enfermizo con que el gobierno de George W Bush encubre sus tambaleantes proyectos neonazis de dominio planetario.

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